La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

118. Valentina

Ver a la pequeña chica frente a él le causaba temor. Físicamente eran tan parecidos, pero en personalidades cada uno comenzaba a destacarse. Stefan tenía miedo, no por lo que ella pudiera hacer, sino por lo que le pudieran hacer. La veía inocente y frágil.

Se preguntó si Edmundo tuvo esa misma percepción hacia él. Si pensaba lo mismo de esta chica. Eddy se esforzó de más para que él no tuviera que preocuparse nunca por la carga de la corona. Ahora sabía que también dio mucho de sí para cuidar a su pequeña hermana.

Entre más la veía, más comprendía que tenía una nueva responsabilidad, ya no solo se trataba del reino, ahora también de su nueva familia.

La joven, no, su hermana, tembló al escucharlo. Un espía. Simón fue el primero en descubrirlo, pero Valentina fue quien se hizo cargo de atraparlo.

—¿Un espía? —murmuró temblorosa.

—¿Sufriste algún ataque después de la muerte de nuestro padre? —preguntó Stefan.

Como era usual, estaba analizando sus reacciones y palabras y por dentro se llegó a regañar por hacerlo. Un lado de él lo pedía para conocerla, el otro estaba cayendo en la necesidad de protegerla y por eso se avergonzaba de analizarla como al resto.

Stella reaccionó abrumada, eso era un sí para él, incluso antes de que ella asintiera con la cabeza.

—Sí, alguien me acoso en el colegio. No logró lastimarme, porque recibí ayuda, pero me persiguió en la noche. Vi un arma, pero no a la persona —explicó.

—Dentro del instituto. —No era pregunta, pero se sentía como tal.

—Sí, después de eso redoblaron la seguridad de la escuela y no volví a vivir algo parecido, pero tampoco podía salir del colegio y me daba miedo caminar sola, incluso dentro.

—Lo siento mucho —añadió con sinceridad.

Stella levantó el rostro. Miraba fijamente a Stefan y creyó conveniente saber de él.

—Durante este tiempo, no hubo ninguna novedad tuya, me imagino que no debió ser fácil, pero, ¿puedo saber dónde estuviste?

Stefan se recargó en su silla y se cruzó de brazos. Él sabía muy poco de ella con la corta investigación de Valentina y lo que Simón alcanzo a contarle antes de entrar a la habitación. En ningún momento le informaron que su media hermana acababa de llegar y que la conocería. Para él también fue sorpresa entrar al cuarto y encontrar a una chica demasiado parecida a él.

Entendía que era justo que le contará lo que sucedió.

—Después del atentado, Valentina y yo nos escondimos un par de días en el bosque y después nos encontraron. Intentaron matarme, una vez más ella me salvó la vida y al tercer día, fuimos secuestrados por la aldea que no ha sido nunca gobernada por nuestra familia en Rosnia.

—Los Altos de Pimes —mencionó ella atónita.

—Sabes de historia.

—Eddy me enseñó.

Stefan sonrió nostálgico. Ese era su hermano, el que compartía conocimientos.

—Claro que sí. Así era él —susurró reflexivo.

Stella comprendió el sentimiento. Eddy había dejado tanto cariño a sus dos hermanos.

Stefan se enderezó en su asiento pensó en sus siguientes palabras.

—Sé que debe ser difícil para ti —comenzó—, sobre todo porque no me conocías, pero te pido que confíes en mí.

—¿Cómo puedo hacerlo?

Stella quería confiar, pero apenas lo conocía, antes había deseado tanto que supiera de ella, pero ahora que lo tenía de frente y se enteraba de todos los riesgos, en verdad temía estar cometiendo un error.

Entonces tocaron la puerta, Stefan dijo “adelante” y la chica que antes los presentó entró. Ahora que Stella la veía mejor, se percató que era de baja estatura y pelo castaño. Se asombro al ver que su rostro no parecía endurecido, sino dulce. ¿En verdad era tan buena en su trabajo? No portaba vestido, sino un traje, uno de combate.

—Espero no interrumpir —dijo ella, Stefan miró a su hermana y esta, meneo la cabeza—. Bien, estoy segura que la princesa debe tener un poco de hambre después de un viaje tan largo, así que pensé en traerles un poco de comida.

Se acercó tranquila a la mesa y colocó algunos bocadillos en medio. Había dulces, fruta y los favoritos de Stella, chocolates sin almendras. La princesa se volvió a verla con notable sorpresa, como respuesta, recibió una sonrisa tierna de parte de la guardia.

—Supongo que tienes muchas preguntas respecto a mí —mencionó antes de permitir que Stella le agradeciera por los bocadillos.

—¿Ahora también eres adivina? —exclamó Stefan provocando a la chica.

—Tengo muchas cualidades, pero esa no es una de ella. Ojalá hubiera adivinado el número de la lotería nacional, de esa manera no estaría aquí jugando a ser reina. ¡Pero no! Creí que sería fácil huir de mi país y terminar en este embrolló —contestó Vale señalándose de pies a cabeza, lo que causo un poco de gracia en Stella—. Me permitirías hablar con tu hermana, solo serán un par de minutos.

—No, estoy seguro que solo quieres comerte esos chocolates.

—¡No quiero comerme sus chocolates! ¿Qué clase de monstruo crees que soy?




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