Pronto nos establecimos en la casa del bosque. A pesar de que había un comedor destinado para Stefan y para mí, mi hermano siempre le pedía a Simón y Valentina que compartieran la mesa con nosotros.
Al principio ambos se miraron extrañados, pero de todos modos aceptaron.
Stefan decía que quería que pasáramos la cena sin preocupaciones, así que platicábamos entre nosotros. Valentina era quien siempre tenía anécdotas divertidas por contar y me unía a la conversación contándoles un poco de mí, mis gustos, mis amigos, mi vida hasta ahora.
—¿Las pinturas del ala este…?
—Son de su autoría —confirmó Simón a la pregunta de Stefan, ambos me miraron.
¿Mis pinturas estaban en el palacio?
—Pintas hermoso —alabó Valentina.
—Gracias —contesté conmovida.
—A Stefan le gusta la astronomía —contó Simón, mi hermano lo observó de soslayo—, pero le avergüenza hablar de eso, es porque una vez que comienzas a preguntarle no para de hablar.
—Es cierto —combinó Valentina.
—Solo contesto lo que me preguntan —farfulló Stefan.
—Una vez nos perdimos en el bosque, y él dijo que solo teníamos que guiarnos por las estrellas, mas no avanzamos nada en casi una hora porque no dejó de contarme como se guiaban los marineros con las estrellas en sus expediciones.
Simón comenzó a reír, yo también lo hice más discretamente y Stefan observó a Vale, quería reírse también, pero intentaba soportar las ganas.
—No puedo creer que no sepas esos conocimientos básicos —replicó—. Se supone que tienes que protegerme.
—Eso hago, pero no esperes mucho de mi en cuanto ubicaciones. Reprobé geografía en secundaria.
—¿Eso que tiene que ver?
—Ya van a comenzar —susurró a mi lado Simón.
—Tengo una pésima orientación, si me preguntas donde estoy te diré que veo un árbol y una pared.
—Deberías prestar más atención —recriminó Stefan.
—¡Oye, no me juzgues! A ti no te digo nada por tu manera de comer sin cubiertos, ¿quién levanta el meñique cuando agarra un sándwich?
—¡Valentina! —exclamó ofendido Stefan soltando sus cubiertos.
Y los dos comenzaron a pelear. No mentiré, Simón y yo nos limitábamos a reír con las ocurrencias de Valentina y el carácter de mi hermano, sin duda eran dignos de un espectáculo.
Los siguientes días nos dedicamos a conocer a nuestros allegados disponibles en esa casa y dar un día para comenzar a planear.
Había mucho que ponernos al corriente, mucha información por compartir y tanto que planear antes de que Stefan se presentará como el heredero que sobrevivió.
—¿Quiero saber que tan peligroso es el terreno en el que estamos pisando? —mencionó Stefan a Simón— Estamos todos de acuerdo que no vamos a arrojarnos a la cueva del lobo sin saber quiénes todos están de nuestro lado.
—Por supuesto —comenzó Simón acomodándose las gafas—. Para empezar, tienen que saber que intercepté mensajes en se enviaron justo después de que perdí el contacto con Valentina. Encontré un pequeño grupo que de inmediato se reunieron para proponer a la nueva familia real, o por lo menos a un candidato a rey. Tengo el nombre, de por ahora, tres familias traidoras.
—Yo encontré esto —intervino Vale sacando un par de sobres de su chaqueta, lo puso sobre la mesa y Simón los levantó, se ajustó de nuevo las gafas. Todos notaron su rostro confundido.
—¿Dónde los encontraste?
—Un sobre con el espía de Saltori. Es la orden para lastimar a la princesa. El otro, con el encargado de llevar a cabo el atentado donde murió el rey y de donde escapamos Stefan y yo.
—¿De dónde provienen? —preguntó Stefan.
Simón lo miró nervioso y también a mí.
—De la casa real. Son los sellos de la corona.
—¿Cómo? —pregunté sorprendida, Stefan también se enderezó en su lugar.
—Se ven muy reales —dijo Simón observando con detenimiento las cartas—. La casa real tiene un sello único que se utiliza para todos los documentos oficiales, no puede ser falsificado. Si esto no es un sello falso, alguien más ocupo sin permiso el sello real.
—¿Quiénes tienen acceso al sello? —pregunté y la mirada de Stefan se endureció.
—Solo los miembros de la casa real. En este caso ni nuestro padre ni yo estábamos en el Palacio cuando fue firmada esta orden. Por lo que queda… mi madre.
Tragué saliva. Por un momento había olvidado, que, a diferencia de la mía, la madre de Stefan, la reina madre Viandra, seguía con vida.
—¿Crees que haya sido ella? —cuestionó Simón con cuidado— ¿O que haya descuidado el permiso para usar el sello?
—¿Tú lo crees? —regresó Stefan.
No entendía. ¿Eso era un sí o un no? Al parecer no era la única que no comprendía, porque Simón hizo un mohín y Valentina era la única inexpresiva.
—Igual no tiene sentido que se deshaga de su único hijo —comenté queriendo desviar los pensamientos de Stefan.
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Editado: 23.07.2025