La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

127. Stella

—Vale, ¿habrá posibilidad de que pueda enviar una carta a Saltori? —pregunté con voz tímida.

Ser el nuevo maniquí favorito de Lady Janine era cansado. Al menos le caía bien y ahora que estábamos un poco en calma, volvían a mí los fuertes deseos de saber de Dorian. Mientras Valentina, Simón o mi hermano me tenían de un lado a otro, hacían que me distrajera y dolía menos estar lejos, pero momentos así, la nostalgia se sentía más fuerte.

—¿Es para tu novio? —mencionó divertida, abrí la boca sorprendida.

—¿Me estuviste investigando?

—No, esta vez Simón me lo contó.

Me ruboricé. No esperaba que Simón lo contará como si nada.

—En realidad, se le escapo —aclaró como si leyera mis pensamientos—. No lo regañes, tu hermano aún no lo sabe.

Me reí nerviosa. Valentina me veía con diversión y eso no hacía más que sonrojarme.

—Sí, es para él —confesé—. No he podido comunicarme para decirle que estoy bien. Debe estar preocupado.

—Entiendo. Dámela, encontraré el modo de hacérsela llegar, pero te recomiendo no decir nada importante y que escríbela cifrada. Un mensaje que él y tu puedan entender. No está de más decir que no pondremos dirección de remitente, ¿cierto?

Asentí con la cabeza y también le agradecí.

Moría de ganas de saber cómo estaba Dorian.

¿Qué había hecho este tiempo?, ¿se encontraba bien?, ¿me extrañaría? Yo sí, demasiado. Reconocía la posición en la que estaba ahora mismo, pero ansiaba pronto volver a verlo.

—¿Estás muy enamorada verdad? —me preguntó Vale de pronto.

Me volví a verla desde mi cama, ella usaba la de enfrente. Dormíamos en la misma habitación por seguridad, a nadie la importaba ni llamaba la atención y para mi estaba bien, sentía demasiada confianza con ella. Desde que la leí, era como si se convirtiera en alguien especial para nosotros, una figura con la cual contar siempre.

—Sí —respondí tapándome la cara con las manos, sentía un poco de pena hablar de esto.

—No te avergüences, estas en una edad increíble. ¿Cómo lo conociste? —preguntó con genuino interés.

—En el colegio, de niños. Al principio nos odiamos, chocábamos demasiado, nos hicimos bromas pesadas el uno al otro —conté recordando cada uno de nuestros roces— y luego decidimos hacer una tregua. No nos llevábamos bien, pero al menos ya no éramos enemigos.

—Enemy-to-lovers. Me gusta —dijo ella con picardía, volví a sonrojarme—. ¿Y cuando te diste cuenta que te gustaba?

Una vez más sentí mi corazón palpitar fuerte. Recordar cada momento de nuestra historia hasta ahora, me hacía darme cuenta de que lo quería más de lo que creí.

—Cuando estábamos en secundaria, rescatamos unos gatitos en el colegio, hubo un chico que me lastimo cuando intenté proteger al último gato que quedaba por adoptar. Entonces Dorian me defendió y fue…

—Como mirarlo por primera vez —terminó ella por mí.

—¡Sí! Y me di cuenta que quizá me gustaba, aunque no sabía cuánto. Después comenzaron los rumores sobre nosotros, eso no le agradó a él e hizo comentarios hirientes.

—Que maldito.

—Pero después se disculpó.

—Yo lo habría considerado, pero ajá sigue —añadió jugando y eso me causo gracia.

—Se disculpo con fuegos artificiales y todo un espectáculo —narré perdida en mis recuerdos— y esa fue la primera vez que nos besamos.

Cuando miré a Vale, me observaba con ternura, era como si le estuviera contando a una hermana mayor todos mis dulces secretos y debía admitirlo, se sentía bien.

—Que tierno —soltó sincera.

—Después tuve que regresar a Rosnia. Fue de improviso, de un momento a otro, mi padre fue por mí, solo argumentó que era urgente y no volví a Saltori hasta cuatro años después.

—Por la forma en que lo dices, me imagino que no hubo una relación a distancia.

Negué con la cabeza.

—Pasaron algunos días tras la disculpa cuando salí de Saltori. Honestamente creí que jamás volvería a verlo, pero no fue así. Cuando nos vimos por primera vez en cuatro años, él… me odio de nuevo. O eso pensé, verlo de frente, más grande, más alto, me emocionó y al principio fue como volver a empezar, pero conforme pasábamos tiempo juntos, no quería hacerme ilusiones, pero tampoco quería estar lejos de él.

—Y lo dejaste entrar a ti, otra vez —mencionó Vale muy atenta, yo asentí—. Tenías miedo de lo que pudiera pasar contigo como princesa no reconocida, ¿cierto? —volví a asentir— Quiero pensar, por lo enamorada que estas, que eso a él no le importa.

Una vez más asentí.

—Dijo que no importaba mi título, solo le importaba yo.

Sonreí como tonta al recordarlo, al imaginarme de nuevo esa noche a mi entre sus brazos y la manera en que no deseaba soltarme. Volví a él y a los besos que nos dimos.

—Suena romántico —soltó Vale conmovida— ¿Qué edad me dijiste que tenías?

—Diecisiete, este año cumpliré los dieciocho.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.