La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

129. Stella

Bajamos por las escaleras a las celdas de los prisioneros. Valentina creyó que era buen momento para enfrentarlo y estaba de acuerdo. No tenía miedo, ya no.

Cuando llegamos al numero de celda, Vale pidió que abrieran la puerta y yo entre con ella. Ahí estaba sentado en el suelo con las manos atadas detrás de él.

Octavio levantó la vista, por supuesto que me reconoció, a pesar de llevar la peluca, él había vivido conmigo y aunque al principio le costo ubicarme, más pronto que tarde se percató de mí.

—A Doris no le agradará saber que no saliste de vacaciones con tu amiga —dijo.

Vale se volvió a verme. Simón se encargó de la coartada con ayuda de ella. Aun desconocía si Vicky estaría enterada, pero por la reacción de Valentina, algo me decía que sí lo estaba.

—¿Seguirás negándote a hablar? —preguntó Vale sin emoción alguna.

Octavio no respondió y tampoco nos miró.

—¿Quién te dio la orden? —volvió a insistir mi guardia, pero Octavio solo hizo un mohín.

—Ya lo dije. Solo recibí la carta, no sé quién lo pidió.

—Y por eso obedeciste.

—Era una orden de la casa real. Tenía mucho sentido para mí siendo que la escondieron con nosotros todos estos años —respondió mirándome por un segundo.

—¿Entonces obedecías ordenes de cualquiera, aun cuando el rey estuvo con su hija unos días antes?

—Yo solo recibo órdenes y obedezco.

—¿De quién las recibes?

—De la casa real.

—Pero los miembros de la casa real estaban con ustedes, ¿cómo podría ser?

—¡No lo sé!

Hubo un silencio, Octavio bajo la mirada de nuevo y yo lo observé. Sí se veía derrotado y hasta contrariado, pero podía notar que se limitaba a ocultarnos algo.

Sin esperar indicación de Vale me acerqué a él para tocarlo del hombro. Noté por el rabillo del ojo como mi guardia se movió, pero enseguida entendió.

—¿Por qué? —pregunté decepcionada— Mi padre confió en ti y en Doris. ¿Entonces, por qué?

Octavio no levanto la vista, pero si meneó la cabeza.

—Fueron ordenes princesa.

—Eso no fue lo que pregunte. Si no, el porqué. ¿Me odiabas?

—Solo eras un encargo. Lo mismo para Doris.

—¿Ella también iba a lastimarme?

—Trabajamos para distintas personas —mencionó y eso me sorprendió, a Valentina también le llamó la atención.

—¿Qué diferentes personas?

—Doris fue una recomendación de parte de Saltori y yo del reino de Rosnia. La orden solo iba dirigida a mí. No diré más. Mi deber es cumplir sin cuestionar, así como el suyo —mencionó mirando a Vale— es protegerlos.

Me puse de pie y volvió con Valentina. Ella no dijo más y me dirigió a la salida. Yo pase primero y ella detrás, pero vía que se detuvo, no alcance a escucharlo, no alcance a oír sus últimas palabras. Valentina no se inmuto y cerró la puerta.

—¿Qué dijo? —pregunté y ella me negó con la cabeza.

—Nada importante. ¿Tú qué viste?

—Lo que sospechabas —respondí nerviosa y ella solo pudo asentir y comenzar a maquinar ideas—. ¿Mi actuación, estuvo bien?

—De maravilla —sonreí—. Hablemos con tu hermano. Cuéntale sobre tu don y lo que leíste de todos, todo este tiempo. No te guardes nada, es importante que él este consciente. Te aseguro que no va a dejar de quererte ni de protegerte, pero si se dará cuenta que tampoco eres de cristal.

Me reí. No era la única que se daba cuenta que Stefan deseaba sobre protegerme. Solo le agradecí con la mirada y salimos juntas de ese lugar.

Teníamos una cena importante que preparar.




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