La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

134. Stefan

Los pasos de la reina madre sonaban mucho más fuerte que de costumbre. No era para menos, no disimulaba nada su enojo. Stefan que iba al frente procuraba mostrarse tranquilo, aunque en el fondo sentía que estaba por librar la peor batalla de su vida.

Pronto llegaron a la habitación disponible para hablar a solas y sí, la tensión ya era terrible desde el segundo uno.

—¡Bravo! —reclamó Viandra apenas entró— Bravo hijo mío, me acabas de hacer quedar en ridículo.

—No, madre.

—Sí, si lo hiciste. Me permitiste preparar esta cena para darle protagonismo a la bastarda de tu padre.

—Esa niña es mi hermana, así que te pediré que la respetes. Es otra princesa.

—No. Es una bastarda que amenaza con quitarte del poder. ¿No lo ves? Acabas de poner a tu enemigo como tu igual.

Stefan metió las manos en los bolsillos y se mordió el labio. Era el momento.

—Stella no intentó asesinarme —soltó muy seguro.

—Tu no lo sabes porque no estabas, pero…

—Fuiste tu madre.

Viandra enmudeció un momento. Reconocía esa mirada, era parecida a la que Edmundo le ponía cuando no estaba de acuerdo con ella y la detestaba por el simple hecho de recordarle a su preciado hijo mayor.

Viandra tartamudeo al principio y después cambió su expresión. Se percató de haber caído en la trampa, una que su propio hijo le puso.

—Has elegido bien tu escenario hijo, pero no tienes pruebas para decirle eso a tu propia madre. ¿Esta es la clase de rey que piensas ser?, ¿Atacar a tu familia si es necesario, tal cual lo hizo tu abuelo?

—No vine aquí para discutir mi reinado. Vine para a preguntarte por mis muertes. Depende de tu sinceridad el tamaño del castigo.

Alzó una ceja y se aliso el vestido, manía que Stefan reconocía que hacía cuando se sentía ofendida.

—¿Tus muertes?

—La muerte de Edmundo —comenzó Stefan con rostro inescrutable—. El ataque en la Ciudad del Rio, la emboscada en la frontera, el acoso que recibió Stella en el colegio, los sicarios enviados a las colinas cercanas a los Altos de Pimes. —Por cada nueva referencia, el rostro de Viandra parecía no poder evitar verse afectada y eso Stefan lo notaba, comenzaba a odiar ser demasiado bueno para leer a las personas con solo observarlas, pero tenía que hacerlo, tenía que ser fuerte— ¿Te suenan?

—Siempre fuiste demasiado astuto…

—Para mi propio bien —concluyó Stefan, recordaba que esas eran las palabras que usaba su abuelo con él—. Entonces, ¿cuál es el costo, madre? ¿tu consciencia o la corona?

—¿Puedes estar seguro que fui yo?

—Sí —respondió sin dudar, cosa que no molestó a Viandra, pero a Stefan sí al ver su reacción—. No dejaste de gozar de tu dote mensual como madre de dos herederos, pero no hacías las compras usuales. Investigando más a fondo, financiaste la propaganda del hijo del duque de Falks como posible candidato y pagaste al espía de Saltori para que le hiciera daño a Stella. También sobornaste al jefe de las tropas para llevar a cabo la orden de muerte al rey y al príncipe heredero...

—Pensé que si desaparecías…

—No hablo de mi muerte. Hablo de la de Edmundo.

Otro silencio se hizo presente. Esta vez el dolor inundo la sala. Viandra por primera vez jugueteó con sus dedos recordando como fue la muerte de su preciado Eddy.

—No compraste ningún vestido antes y después de la muerte de Eddy, con ese dinero pagaste el funeral, lo sé porque el dinero destinado para estos sucesos estaba intacto —explicó Stefan al ver a su madre perdida—. Lo entiendo de mí, porque nunca fui tu favorito, pero ¿Eddy? Creí que lo amabas —soltó mientras se le quebraba la voz.

Viandra no lo miró y buscó el asiento más cercano. Se dejó caer sin gracia y con pesar.

—Si que adoraba a tu hermano, era mi rayo de luz, pero, ¿sabes que quería hacer? Estaba por abolir la regla de compromisos entre la alta sociedad. Cualquiera podría casarse con un duque, con un marques, hasta con un príncipe. Y podía darme una idea de a quien escogería tu hermano. Pero no solo eso, quería disolver los poderes y cambiar el gobierno como otros países occidentales y yo… a mi me haría a un lado. No es ninguna sorpresa decir que eso no le agradó a muchos en la corte y lo querían fuera, tu hermano tenía grandes ideas, algunas le atraerían demasiados problemas y desde ya se hacían notar. Yo vi el peligro, tu padre no, nunca lo hizo, era muy ingenuo para eso, así que pensé en darle un susto, no dejaría que otros lastimaran a mi hijo.

—Y no salió como esperabas.

Viandra negó con la cabeza y puso las manos en su cara, era la primera vez en mucho tiempo que sentía de nuevo el dolor y el peso de sus decisiones.

—No fue apropósito, las cosas no salieron como esperaba y tu hermano murió.

Stefan se dio la vuelta, no podía verla, no quería verla.

—¿Y yo? —preguntó con miedo, pesé a que necesitaba su respuesta.

—Tú eras más caprichoso. Mientras Eddy heredo la ingenuidad de tu padre, tú… tú siempre fuiste demasiado perceptivo. En parte le agradezco a tu abuelo que te enseñará a pelear por lo que deseas, pero también odiaba que no supieras quedarte quieto. —Una sonrisa descarada escapo en Stefan, pero su madre no la vio— Todos te consideraban un peligro, si al menos supieras escucharme…




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