La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

136. Dorian

Cuando vi que Stella salía del salón a donde el sonido, no dude y la perseguí. Tuve miedo, ¿y si le sucedía algo?

Recé porque no, no estando tan cerca de volver a tenerla conmigo.

Pero el peligro había pasado, de inmediato se llevaron a la que todos creímos culpable, y fue el secretario del príncipe Stefan quien salió a dar aclaraciones.

Al fondo, alcance a mirar a Stella abrazada de su hermano.

Me tranquilice, estaría bien.

No tardaron demasiado cuando ambos volvieron al salón principal, pero la oportunidad de acercarme, simplemente no la encontraba. Podía notar su mirada buscando la mía de vez en cuando y como al mismo tiempo nos era imposible reunirnos.

De pronto vi como mis padres se aproximaban a Stella y a su hermano, quise alcanzarlos, pero en el camino fui interceptado por mis primos Theo y Camila. No es que no quisiera saludarlos, pero sentía que sería mi única oportunidad en la noche para poder hablar con Stella… y la perdí al no ser descortés con mi familia.

Intenté disimular mis ansias por retirarme, pero sentí decepción cuando mis padres se despidieron de los príncipes y estos comenzaban a caminar hacia los balcones.

La vi de espaldas, el vestido resaltaba su figura, sus caderas, el pelo largo que le llegaba arriba de la cintura y sus piernas… creo que era la primera vez que la observaba así. Sabía que ya no éramos unos niños, pero de pronto ser consiente de cuanto habíamos crecido, me hizo darme cuenta del efecto que provocaba en mí.

Suspiré hondo. Quizá mi oportunidad se había perdido.

—Hijo mío —escuché a mi lado, estaba absorto en mis pensamientos que no me di cuenta cuando madre llego a mí—. ¿Has visto a tu hermano? —preguntó.

Negué con la cabeza.

—Debe estar afuera —contesté sin estar seguro—. ¿Desea que lo busque?

Mi madre me sonrió con ternura antes de contestar.

—No, disfruta la noche. Quizá sea bueno que tomes un poco de aire en los balcones.

Mire hacia esa dirección. Sí, quizá mi madre tenía razón. Me disculpé con madre por dejarla sola un momento, entonces me fui acercando lentamente.

Vi que alguien más quería acercarse a saludar a la “nueva princesa” y esa fue mi oportunidad, me adelanté al joven y le hice saber que debía hablar con ella a solas.

Por mi gesto, que esperaba hubiese sido lo suficiente amenazante, se alejó de mí vista.

Entonces salí al balcón y aspiré hondo para tomar valor. Tenerla otra vez cerca me emocionaba y me ponía nervioso al mismo tiempo.

—Hola, Stella.

Su reacción me emociono, reconoció mi voz, se dio la vuelta y nunca me había sentido tan feliz de verla. Me veía con tanta emoción que por dentro mi corazón saltaba de alegría.

—¡Dorian! —escuchar mi nombre salir de sus labios tan feliz me derritió y sin pensarlo dos veces, corrió a abrazarme, me tomó por sorpresa porque apenas pude corresponderme el abrazo, entonces se alejó rápido— Perdón —dijo alisando su vestido—. Olvido que no estoy en la escuela.

Estúpidos protocolos. Miré por encima de mi hombro y la escuché de nuevo.

—¿Todo bien?

—Sí —respondí—. Solo quería asegurarme que no estuviera nadie cerca.

Stella iba a volver a hablar, pero no se lo permití. La tomé de la cintura y la acerqué a mí. Le di un largo beso, mismo que ella no rechazó y aprovechó para poner sus manos alrededor de mi cuello.

—Ese vestido te queda muy bien —susurre en su boca.

—¿Te gusta? —preguntó en un gemido, me recordé no perder el control.

—Toda tu me gustas —respondí igual y ella sonrió.

La volví a besar, poco a poco la acerqué al barandal y sentí como la había acorralado. La había extrañado tanto y ella a mí. Podía sentirlo en cada beso, en cada roce, en cada caricia suya enredado sus dedos en mi pelo.

—Moría por volver a tenerte —confesé alejándome un poco para verla con los ojos perdidos y las mejillas sonrosadas, era hermosa.

—No sabes cuanto te extrañe —dijo y me envolvió en sus brazos de nuevo.

Nos permitimos estar así unos minutos, con mi cabeza apoyada sobre la suya y sin soltarla. De vez en cuando miraba por encima de mi hombro. Solo estábamos ella y yo, disfrutando el momento, deseando que nunca se acabara.

—Me alegra saber que conociste a tu hermano —le dije sin soltarla.

—¡Así es! —contó feliz— Es mejor de lo que imagine.

—Oficialmente eres una princesa —mencioné dándome cuenta por primera vez la magnitud del acontecimiento.

Stella no dijo nada, pero tampoco estaba molesta. Levantó el rostro, ella estaba pensando en sus siguientes palabras, lo sabía porque siempre hacía una pequeña sonrisa con los labios cerrados cuando estaba por hablar.

—Yo quise mucho a Eddy, siempre me consintió y me cuidaba bastante, pero diferencia de Stefan, él optó por no esconderme.

Sonreí, imaginaba que, de conocerla, no dudaría en quererla. Así era Stella, dulce y atrayente.




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