La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

138. Dorian

—Stella —pronunció fuerte al verla abrazada de mí y dirigió la vista de uno a otro.

Nos soltamos, más no nos alejamos. Apenas entró al balcón, le siguieron la chica guardaespaldas y su secretario. Me atrevo a hablar por todos, porque vi una mueca confusa de parte de Stella, que su hermano venía con un ambiente venía muy cargado, pero yo me había llevado bien con el príncipe en su visita a Saltori, así que pensé que no podía dejar escapar la ocasión.

—Ah… —comencé queriendo saludarlo— hola…

—Su alteza, para ti —acató él con los brazos cruzados.

—Su alteza para mí —repetí bajando la voz y la mano.

Atrás de él, la guardaespaldas alzaba su brazo y el secretario le pagaba, de mala gana, un par de billetes. Stefan los miró confundido y Stella rodó los ojos.

—¿Qué…? —El príncipe dejó la pregunta en el aire porque la guardia interrumpió.

—No seas duró con el chico, es cercano a tu hermana. —Nos miró y nos guiñó un ojo.

No, eso no mejoraba en nada la situación. Entonces volvió a dedicarme una de esas miradas que yo solía usar para ahuyentar personas.

Un breve recordatorio de que debía medir mis gestos a futuro.

Y entre un cauto encuentro con el hermano de mi novia, (quien no le hizo mucha gracia ver a su hermana menor abrazada a otro) la guardia tratando, (sin éxito) de no reírse del momento, el secretario siendo el único que mantuvo la situación en paz y Stella y yo con nuestras manos aferradas, tuve que despedirme de ella.

No sabía cuando iba a volver a verla y aunque el príncipe no quería dejarnos a solas cinco minutos más, al final fue convencido por su hermanita. Sí, Stella tenía más poder en su hermano mayor de lo que todos (incluso ella) creían.

Con un beso largo, lento y con toda la intención de no olvidarla durante el tiempo que pasáramos lejos, le dije adiós esa noche. Besé su mano por encima de la tela una ultima vez y ella me dedicó una mirada preciosa.

Iba a extrañarla, más que antes.

Aunque ellos tuvieron que presentarse juntos un rato más antes de acabar la cena, yo decidí no salir de la terraza. Antes necesitaba un momento a solas para hacerme a la idea de lo que vendría a futuro.

Más tarde me enteraría que mi hermano hizo de las suyas con la guardaespaldas de Stella, cuando fue cómplice para darnos un momento a solas. Más tarde mi madre me contaría que Farah, mi prima, princesa de Fairspren había llegado entrada la cena y causó revuelo al verse muy cerca del príncipe Stefan.

A mi no me daba esa impresión, pero podría equivocarme.

Y aunque mi padre veía con buenos ojos a ambos herederos de Rosnia, en cuanto a mi compromiso, él… no cambió de opinión. Jamás sabré si estuvo enterado de donde me metí todo el tiempo que lo pasé con Stella, pero días más tarde volvió insistirme dejarme ver con Verónica. No cumplí con su petición.

Me excuse con que el nuevo ciclo escolar estaba cerca. Por un lado, era verdad.

Un día, antes de un evento al que debía asistir recibí una carta de Victoria, rodeé mis ojos, aseguraba algún mal comentario de su parte, pero no era ella, el pétalo que cayó al abrir el sobre, me dijo que solo era la intermediaria.

Y de esta forma, es como Stella y yo seguíamos en contacto. No por medio del teléfono, no a través de la tecnología, sino como era todo antes, porque así éramos nosotros.

Guardé todas y cada una de esas cartas que recibí hasta que el regreso a clases llegó. Volví al colegio, una vez más insistí en abogar por Stella, pero el director no quiso escucharme, no al principio. Me prometió darme un momento para hablarlo más adelante. Tuve que aceptar, por ahora.

En el salón, de vez en cuando miraba hacia abajo, el lugar de Stella lucía vacío. No importaba cuantas veces mirará hacía la puerta, ella no aparecería en un buen tiempo y aunque Vicky me aseguraba que estaba bien, igual me costaba acostumbrarme a su ausencia.

Durante ese tiempo, Victoria ya era parte de nuestro circulo cercano, incluso Vero era quien a veces le hacía compañía. Parecía como si cuidará de ella mientras Stella regresaba.

Había perdido la cuenta de cuantos días pasaron, hasta que, en uno de esos, mirando la puerta como llegaban uno a uno mis compañeros, apareció; ese pelo dorado y par de ojos verdes regresaron y no, no lo estaba imaginando.




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