Un día Stella recibió una caja de chocolates sorpresas. Se encogió de hombros y los compartió con nosotros, pero los celos me carcomían y aunque no dije nada en público, en privado quería respuestas.
—Dime quien es —le decía, y entonces ella se reía, negaba con la cabeza y me besaba—. Al menos dime a que clase pertenece.
Volvía a reír inocente y se acomodaba en mi regazo.
—Te quiero —me decía con su cabeza apoyada en mi pecho y yo la abrazaba más fuerte.
Los chocolates se los había enviado su hermano.
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Editado: 12.08.2025