La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

153. Stella

Había días en que los pendientes del Consejo eran demasiados y yo me quedaba con Dorian hasta tarde para ayudarlo, pesé a que me hacía cargo de nuestro grupo desde que él era presidente del Consejo Estudiantil.

En ocasiones nos concentrábamos demasiado en los deberes y en otras el tiempo volaba tonteando entre nosotros.

En ocasiones terminábamos tan agotados que cenábamos juntos en la sala y otras en el que aprovechábamos el momento a solas para perderme entre sus besos. Casi siempre lo tenía sobre mí, yo sentada en la mesa y Dorian sin soltarme.

Empezaba dulce, saboreando mis labios, pero a medida que avanzaba, la intensidad en ambos aumentaba. Las ultimas veces enredaba mis dedos en su pelo ondulado y poco a poco, él levantaba mi cabeza con su nariz para permitir abrirle paso a mi cuello y yo me perdía en el tacto de sus labios sobre mi piel, en sus caricias recorriendo desde mi cintura hasta llegar a mis muslos… pero ahí se detenía.

Con los ojos nublados y la respiración agitada, me observaba y volvía a mis labios, a veces desesperado, a veces dulce. Y terminaba poniendo su frente con la mía, mientras le rodeaba el cuello con mis brazos.

A veces deseaba perderme, pero también éramos conscientes de donde estábamos.

Y Dorian siempre me lo decía, tomaba mi mano y susurraba acunando mi rostro.

—Si va a suceder, no será así. No te voy a tratar como algo cualquiera, te mereces todo lo especial de esta vida.

Y yo jugaba con la punta de mi nariz sobre la suya. A veces me sentía aliviada porque me ponía nerviosa llegar a ese momento, otras veces anhelaba que sucediera...




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