La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

139. Stella

Apenas cruce la puerta, Vicky corrió a abrazarme. Me saltaba cual cachorro emocionado y aunque me causaba gracia, también estaba muy contenta de poder verla de nuevo. No me había dado cuenta de cuanto extrañaba la escuela hasta el día de hoy que puse un pie dentro.

Tenía mucho por ponerme al corriente. Mi hermano se había hecho cargo de todo en cuanto a mi educación con tal de no rezagarme y Valentina fue quien entregó las pruebas de mi inocencia y la de Dorian, no sé cómo lo hizo, y no quiso contarme, pero logró salvarnos de todo el embrollo.

Sin embargo, aun debía rendir las pruebas que quedaron pendientes desde que me fui para terminar de poner en orden mi regreso.

Conforme iba adentrándome, podía notar miradas y escuchar cuchicheos. Ya no era ningún secreto que yo era la princesa de los rumores, pero con todo y mi título, en el fondo sabía que no faltarían los insultos por mis orígenes mestizos.

Esta vez, Stefan no estaría presente para defenderme, de eso era consciente, pero yo tampoco iba a dejarme.

Tanto mi hermano como Valentina, me habían preparado para afrontar nuevas dificultades y aunque los dos tenían sus dudas sobre dejarme ir, logre convencerlos de que estaría bien.

Ahora yo debía ser fuerte para demostrarles que no se equivocaban y que podían confiar en mí, pero, sobre todo, demostrarme a mí misma de lo que era capaz.

Cuando eché una mirada rápida por el salón, noté algunos ojos curiosos, otros de desdén, no hacía falta decir de quienes, pero mi vista se detuvo por un segundo en esos ámbares que me sonreían… y mi corazón, ya ansioso, saltó alegremente.

A mí también me emocionaba verlo de nuevo.

De inmediato se levantó de su asiento, bajo los escalones y salió del salón, hice lo mismo, lo seguí hasta los pasillos. Y cuando estuvimos solos, entonces Dorian se dio la vuelta solo para tomarme de la cintura, cargarme y besarme. Lo había extrañado demasiado y él a mí.

—Bienvenida, mi princesa —susurró en mis labios.

—Te extrañe, mi príncipe. —Él me sonrió.

Dorian y yo ahora estábamos juntos. Lo que al principio fueron miradas fugaces y gestos más gentiles entre nosotros, pronto encendieron como pólvora las miradas curiosas de nuestros compañeros. El hecho que en los siguientes días comenzaran a vernos cada vez más juntos a Dorian y a mí, abrió paso a las sospechas de muchos en toda la escuela e inevitablemente llegaron a varios oídos, incluidos los de aquellos a quienes queríamos mantener lejos.

Alex era uno de esos. Imaginaba que haber escuchado mi cercanía con Dorian lo había molestado luego de ser rechazado por mí y no darle ni un solo acercamiento durante la cena de mi presentación.

Y si bien, no había mucho que decir, estaba dispuesta a poner un alto claro, mis sentimientos por Dorian iban en serio.

Fue en el jardín cercano a los edificios del Consejo donde me detuvo, era incomodo, pero tenía que hacerlo, por eso miré a Vicky y ella entendió que un par de minutos a solas serían suficientes.

—¿Y bien? —comencé— ¿De qué quieres hablar?

Alex se acercó un paso y buscó mi mano, pero yo se la escondí. No iba caer y debió darse cuenta porque hizo una mueca y tuvo que volver a retroceder.

—Pronto se acabará el curso —dijo y yo moví lento la cabeza. ¿Y? quería decirle, pero me abstuve—. Ven conmigo a Rosnia, cuando acabe mi tiempo en el colegio, termina tus estudios en el Palacio, junto a tu hermano. Hablaré con él y mi padre también, estoy seguro que estará de acuerdo con una unión nuestra. —Lo dudo, Stefan no soportaba a su hermana, mucho menos iba a aceptar a Alex. Una expresión burlona amenazaba con salir de mi rostro, así que tuve que apretar bien los labios y reprimir la risa, pero pronto solté el aire y un “Ja” salió de mí— Hablo enserio —espetó.

—Yo también cuanto te digo que no quiero nada contigo —solté con confianza—. Mi hermano no solo no lo aceptaría, sino que yo tampoco. Además, —hice una pausa y le dediqué una sonrisa confiada— me gusta mi posición de princesa.

Alex me observó con detenimiento. No, no le agradaba ser rechazado y quizá menos que destacará que su rango en la corte era inferior al mío.

—Con Dorian tampoco conservarás tu título —soltó un tanto duro, podía notar tensión en su quijada, pero no iba a dejarme intimidar—. El mundo en que nos rodeamos no está apto para relaciones como la suya. Tu hermano no tardará en encontrar a su princesa consorte y en conseguir alguien para ti.

No. Eso no era cierto. Si algo estaba haciendo Stefan retomando parte de los planes que Eddy dejó inconclusos era el acabar con los compromisos arreglados dentro de la aristocracia cercana a la Corte. Quizá Stefan sintiera celos de hermano mayor, pero también sabía perfectamente que, si hablaba con él, no se opondría a mi decisión de escoger a Dorian. Porque antes de ser príncipe heredero, era mi hermano y me apoyaba por encima de todo.

Claro que eso que yo sabía, no podía decirlo en voz alta, porque aún estábamos trabajando en ello.

—Ese es mi problema —acaté—. Además, la idea de conseguir una consorte no es prioridad de mi hermano en este momento, y tampoco mía.

Alex no supo que más decir y eso estaba bien para mí. Aquí era cuando daba por terminada nuestra platica y ponía el alto a todo esto. Por eso me reacomodé la mochila al hombro y él debió intuir que estaba por despedirme porque se apresuró a tomarme del brazo para no dejarme ir.




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