La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

140. Dorian

La junta se había alargado más de lo que esperaba y si era honesto, me estaba aburriendo bastante. Sin embargo, debía fingir para que el consejo no se sintiera obligado.

Stella nunca llegó, eso ya me tenía bastante distraído. No solía faltar, menos ahora que de nuevo estábamos juntos, pero algo debió suceder. Le preguntaría más tarde.

Recargado sobre mi muñeca, observaba al representante del cuarto grado hablar sobre sus problemáticas.

Creí que ya habíamos resuelto este asunto, pero aquí íbamos de nuevo. Miré de soslayo por la ventana, me pareció ver a Vicky correr por los pasillos, se le veía preocupada y eso llamó mi atención.

Me enderece en mi lugar y mire el reloj. La hora de almuerzo tenía poco que había empezado, por lo que supuse que algo había sucedido.

Comencé a inquietarme, así que propuse que nos diéramos un descanso antes de seguir. La gran mayoría de los representantes lo agradeció. Así que me levanté rápidamente y salí corriendo hacia la cafetería. Metros antes de entrar fingí estar normal y tomé una bandeja, pero algo me decía que mi instinto estaba en lo correcto cuando al entrar el bullicio se redujo a susurros y miradas indiscretas. Busqué a Stella con la vista, pero no la encontré. Ni ella, ni Vicky estaban cerca.

—Dorian —se acercó Conner.

—¿Dónde está Stella? —pregunté.

Él también fingió tomar una bandeja y me susurró.

—Sucedió algo hace unos minutos —explicó mientras tomaba un pastelillo—. Vicky y Stella venían para acá cuando Becca la interceptó. Algo le dijo, no sabemos que y entonces, Stella se dio la vuelta y se fue.

Solté la bandeja y ladeé la cabeza. Me sentía enojado por no haber estado ahí y al mismo tiempo responsable porque Becca había prometido no volver a meterse con Stella y yo le creí.

—¿Vieron a donde se fue?

—Franky y Vicky la siguieron al otro lado de la escuela, yo decidí esperarte.

—Gracias —le dije dándole una palmada en el hombro y caminé hacía la salida—. Nos vemos más tarde.

Conner asintió y dio un mordisco a su pastelillo. Le compraría todos los que quisiera toda la vida por ser un gran amigo.

Emprendí camino al otro lado de la escuela tal cual dijo Conner, sabía donde pudo haber ido Stella.

Me importaba un bledo que Becca fuese hija del soldado más fiel del reino, igual iba a ser castigada. No tome nada de comida y me dirigí hacia el invernadero. Estaba seguro que Stella estaría ahí, desde que inicio nuestra relación ese era nuestro lugar favorito, así que esperaba no equivocarme.

Me sentí tranquilo cuando vi a Vicky viniendo hacía mí.

—¡Qué bueno que te encuentro! —se acercó aliviada.

—¿Esta en el invernadero? —Ella asintió— Iré a verla, no nos molesten.

—Espera, antes tienes que saber que hizo una advertencia.

Mire confundido a Victoria.

—¿Becca? —Ella asintió— Mencionó algo que por culpa de ustedes Jorge está en problemas y no sé que más. El punto es que alteró a Stella.

—Me haré cargo —aseguré—. Por ahora solo quiero verla. —Y dicho esto, Vicky nos dejó a solas.

Entre con sigilo al área. La encontré rápidamente hecha un ovillo entre los rosales. El corazón se me estrujo de verla así y al mismo tiempo el coraje que corría por mis venas me provocaba hacer pagar a Becca.

—¿Stella? —Me acerque arrodillándome frente a ella, dio un pequeño salto antes de alzar el rostro y observarme, sus ojos eran un mar de lágrimas, me dolía verla así— ¿Qué fue lo que te hizo?

Ella no respondió y desvió la mirada. Su silencio me puso en alerta. ¿Era tan grave? Le tome por la barbilla y la obligue a mirarme, cada vez me preocupaba más.

—Stella, cuéntame que paso, te prometo que…

—Dorian, se honesto conmigo —pidió con dolor en el rostro—. ¿Estuviste con ella?

¿Qué?

¿Le había contado eso?

Fue mucho antes de que Stella volviera.

No quise tocar el tema antes, porque nunca fuimos nada. Solo un par de aventuras que ocurrieron y, sin embargo, se acabaron desde que Stella había regresado; toda picardía desapareció.

Trague saliva. Al parecer la sorpresa en mi rostro me delato que vi en sus ojos dolor antes de desviar la mirada nuevamente.

—Lo hiciste —escupió molesta.

—¿Te dijo algo?

—No.

—Entonces la leíste.

No respondió, pero por la forma en como meneo los ojos, supuse que eso había sucedido.

De pronto mi corazón salto ligeramente de alegría; Stella estaba celosa, por mí.

—¡Deja de reírte! A mí no me causa gracia —reclamó indignada.

—Stella. —La llamé tomándola de las manos— Si hubo algo jamás fue como lo nuestro —explique con dulzura y su rostro se suavizo—. Escucha: si hicimos lo que seguramente viste, pero nunca fue una relación como la nuestra y todo se acabó cuando volviste después de cuatro años.




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