La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

156. Stella

La parte complicada de esconder nuestra relación, eran las personas que se acercaban a nosotros en busca de una oportunidad.

Cierto día Dorian recibió una declaración de una chica de otra clase, yo esperé a que él me lo contará. Confiaba en él, pero eso no evitaba que me sintiera incomoda, sobre todo porque fue Vicky quien se había enterado y me había avisado.

Esa tarde esperé para ver a Dorian, pero pasaron las horas y aún no decía nada. Estaba bien, pensé, fue algo sin importancia. Y llegó la noche, no pudimos cenar juntos como de costumbre en el jardín que unía los dormitorios.

Aunque fingía que todo estaba bien, esa horrible sensación me oprimía y creo que Vicky se dio cuenta, porque me recordó que no había que temer.

Al día siguiente, sería sábado y sabía de ante mano que Dorian tenía que ir al palacio, así que no lo vería hasta el próximo lunes y, una vez más, me guarde la incomodidad.

Entonces para no verme abrumada, Vicky me pidió salir juntas de compras, supongo que no estaría mal distraerme, así que acepte. Cuando salíamos usábamos gorritos a juego para disfrazar mi identidad, ya era conocida como una princesa, a diferencia de antes cuando solo era Stella Maltes, así que era indispensable ocultarme.

Paseamos juntas entre las calles por las tiendas más lindas, comimos helado y después entramos a una bonita plaza con distintas novedades.

De pronto Vicky se alejó, miraba otro estante mientras yo me quedaba viendo la tienda de peluches, regalos y demás cosas lindas.

Me perdí en cierta figura de rana, tan linda a mis ojos y deseaba comprarla y estuve a punto de tomarlo cuando alguien más me lo arrebato.

Ok, quizá hoy no era mi día de suerte, así que me quede con la mano estirada, bajándola lentamente para buscar otra cosa.

—¿Querías esto? —preguntaron detrás de mí, abrí mis ojos y me volví a verlo— Es una suerte que este aquí, así puedo regalártelo.

Me reí. Dorian se acercó a mí y me dio un casto beso en los labios. Él también usaba una gorra para no ser notoria su presencia.

—¿No deberías estar en el castillo? —pregunté con una sonrisa en el rostro, la verdad estaba más feliz de verlo que de saber porque estaba aquí.

—Lo has dicho, debería, pero yo no soy el heredero, tengo más libertades, vamos. —Y dicho esto, me tomó de la mano y me llevó consigo a la caja— Hay que pagarlo.

No me resistí, pero si me sorprendí, miré a mi alrededor buscando a Vicky, se asustaría si me iba de la nada.

—Espera, tengo que avisarle a Vicky.

—No te preocupes, ella ya lo sabe —respondió y me señaló con sus ojos la salida, estaba ahí despidiéndose con la mano lista para irse con Conner.

¡No podía creerlo!

—¿Ustedes…?

—Sorpresa —añadió Dorian y me dio otro beso corto—. A partir de este momento, eres totalmente mía, ¿de acuerdo?

Mi corazón latía con fuerza, estaba muy muy contenta por estar a su lado. Y fue tal como Dorian dijo, el resto de la tarde me llevó por lugares que no conocía en la ciudad, comimos en sitios donde no sería fácil que nos reconocieran y me llenó de regalos.

Más tarde me contó lo que tanto me agobiaba el día anterior. No había dudas entre nosotros, y así como a mi no me gustaba preocuparlo, el sentimiento era mutuo.

Lo que había entre Dorian y yo, estaba segura que era mucho más que especial.




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