Subimos al taxi, pero noté como Stella estaba un poco más callada de lo normal. No entendía que sucedía, pensé que se sentiría mejor ahora que estábamos juntos, pero sí, me preocupaba que no fuese el caso.
—¿Estas bien? —le pregunté mientras le acariciaba la mejilla.
Stella dio un breve respingo antes de mirarme con dulzura.
—Lo estoy, es solo que… fue una noche intensa.
Le creí. Si ella me lo decía, debía ser verdad. Así que la rodeé con el brazo y le pedí que se recargará en mí.
—Descansa, ahora estás conmigo.
Ella lo hizo, adoraba tenerla cerca. Sin embargo, por alguna razón, no podía quedarme tranquilo, sentía que había algo más que le inquietaba.
—Le diré a Franky que te he encontrado —mencioné esperando una mejor reacción de su parte, pero solo recibí un “bien”—. Debiste haber bailado mucho —insistí queriendo platicar con ella, sentí como se sacudía por una breve sonrisa.
—Sí, fue divertido. —Ahí estaba, mi Stella de siempre.
—Me siento un poco celoso de Victoria, tuvo oportunidad de solo bailar contigo.
—Bueno, aún tenemos dos días más para pasar tiempo juntos —dijo abrazándome más fuerte.
Le besé la coronilla, yo también ansiaba estos dos días de viaje. Miré por la ventana, nos acercábamos al malecón, la playa estaba a unos metros de la carretera y la vista… esa vista jamás podría olvidarla ni las inmensas ganas que me dieron de enseñarle a Stella ese momento.
—¿Sabes que estaba recordando? —mencioné de pronto— De niños no nos tolerábamos. Me odiaste más cuando iniciamos la guerra de comida.
—Sí, bueno. Me caí y tú lo tomaste personal.
—Tenía una imagen que cumplir y me sacaste de mis casillas —expliqué—. Además, ese día habían dado pastel de fresas en la cafetería, solo podía comerlo una vez al año en el castillo. Y por tu culpa no pude darle ni un bocado.
—Fue un accidente.
—Yo siempre he pensado que fue intensional.
Stella hizo un puchero y me golpeo en el brazo, yo seguí bromeando. Me gustaba molestarla de vez en cuando, llegaba un punto que estaba por reclamar y entonces la callaba a besos.
—Sabes… ¿me gustaría decirte algo…?
—Mira —la interrumpí absorto, en ese momento no pude prestarle atención, mi mente solo me pedía que ella disfrutará de lo mismo que yo y compartiéramos el momento.
Stella se acomodó en su asiento y apenas vio por la ventana, su rostro se ilumino.
—Es… es…
—Deténgase por favor —pedí al conductor—. ¿Puede darnos unos minutos?
—Claro, joven.
Sabía que era poco probable que volviéramos a tener una experiencia así, por lo que tomé la mano de Stella y abrí la puerta del taxi, hice que nos bajáramos— Ven conmigo.
—¿Qué haces?
—Solo serán unos minutos. ¡Vamos!
Ella me concedió el deseo. Cruzamos la pequeña muralla de rocas que separaba la banqueta del malecón y pronto pisamos la arena de la playa. Cada paso era extraño en nuestros pies, más no solté nunca la mano de Stella y un par de metros antes de tocar las olas, nos detuvimos para ver de cerca el espectáculo: olas luminiscentes azotaban contra la playa esa noche.
Destellos verdes y azules, como si estuviéramos viendo las luces polares, pero que danzaban sobre el agua que llegaban a la orilla de la playa y regresaban brevemente en otra ola, se manifestaban frente a nuestros ojos.
Era el espectáculo más hermoso que había visto en mi vida y lo mejor es que podía compartirlo con Stella.
—Wow —mencionó mi novia, anonadada—. Es… hermoso.
—Igual que tú —pronuncie, ella apretó mi mano.
—Sabes… me sentía un poco mal hace un momento —dijo de pronto—. Pero, ya no.
—¿Por qué te sentías mal? —pregunté mirándola un tanto preocupado.
Ella se volvió a verme, primero con ojos dudosos, pero después me dedico una de esas sonrisas que me desarmaban por completo.
—Porque sentí que los había preocupado al no saber cuidar de mí misma, pero ahora que estoy frente a ti, mirando esto, —señaló con sus ojos tan bonitas olas— me doy cuenta que todo pasa por algo y esto debía pasar. Los momentos más hermosos de mi vida a tu lado.
Entonces se aferró a mi brazo, mientras miraba las olas. Sonreí. Estando a su lado me sentía completo. No había más, solo ella y yo.
—No importa que pasé —le dije separándola un poco para después abrazarla como correspondía—. Voy a estar para ti, siempre.
Le tomé el mentón y la besé. Lo que sentía en ese momento, nunca se va a comparar con nada que hubiera sentido antes. Ella lo era todo para mí y mientras pudiera estar a su lado, siempre iba a hacerme sentir invencible.
Stella se aferró más a mí e intensificó el beso. Sí, podía sentirlo, lo mucho que me amaba, tanto como yo a ella. Mis manos bajaron a su cintura e inevitablemente la pegue a mí… apenas se alejó un poco jadeo sobre mis labios y eso me provocó una corriente eléctrica. Una donde no querría que esto parara, pero este no era lugar así que tendría que hacer uso de fuerza de voluntad para detenerme.
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Editado: 12.08.2025