Advertencia: Este capítulo esta subido de tono, así que espero que lo disfruten.
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Mi corazón latía acelerado, estaba muy nervioso, no quería lastimarla, pero al mismo tiempo, el calor del momento me invadía. La aleje un poco para empezar a besarla del cuello, Stella se estremeció, me gustaba que lo hiciera, solo por mí.
De pronto sus manos se dirigieron hacia mí camisa, y comenzó a desabotonarla, solo entonces sus manos tocaron mi piel desnuda, pasando por todo mi torso hasta llegar a la hebilla de mi cinturón.
Me aleje solo un momento y le susurre con voz ronca.
—Me vas a volver loco. —Y le di un pequeño mordisco en el lóbulo de la oreja.
—Creí que ya lo estabas —contestó con el mismo tono jadeante.
No había vuelta atrás, verla sonrojada, escucharla así, me prendió aún más.
Volví a sus labios mientras le ayudaba quitarme el cinturón, pero aún no estábamos a la par. Aun sin quitarme el pantalón pase delicadamente mis manos sobre su espalda y busque el cierre, de un ligero tacto lo baje y me aleje solo un poco para ver como el vestido caía. Era hermosa, de pies a cabeza, y el rubor en su rostro, la mirada perdida y toda ella me estaba volviendo loco.
—¿Por qué sonríes? —preguntó nerviosa, no me había dado cuenta que lo hacía.
—Eres hermosa —contesté antes de apoderarme de sus labios.
Entonces yo también deje caer mi pantalón y la tome a ella por las caderas, la levante para que colocará sus piernas alrededor de mi cintura, el movimiento acelero cierta parte mía allá abajo.
Me acerque a la cama y la deposite suave, acariciaba su piel, pase mis dedos por todos lados cuanto quise, pero ella me sorprendió cuando comenzó a quitarse por si sola el brasier dejándome ver al descubierto sus pechos rosados, trague saliva.
Me acerqué a besarla, esta vez más salvaje, más apasionado y después fui bajando hasta lamer uno de sus pechos, lo introduje en mi boca y mi lengua jugo con su pezón, Stella se estremeció, la vista comenzaba a nublársele y me volvía loco verla así, perdiendo la razón, por mí.
Con mi mano masajeaba su compañero y cuando creí que había hecho mi trabajo ahí, le deposité otro beso antes de hacer mi labor del otro lado.
Stella acariciaba mi espalda y a veces ponía sus manos sobre su boca, yo se las quite.
—No te reprimas —pedí—, quiero escucharte.
—Y si hago mucho ruido.
—Mejor para mí.
Ella sonrió, le di otro beso. Podía sentir su mano acariciarme el brazo, le tome la muñeca y entrelace sus dedos con los míos. Aun no llegábamos a lo otro y yo ya me sentía en los cielos con ella.
Bajé depositando besos en todo su vientre hasta encontrarme con su zona. Stella arqueaba la espalda con cada roce mío. Lentamente le quite la última prenda y entonces me acerque a estimularla con los dedos, ella dio un respingo, de nuevo le di un beso, estaba tan húmeda ahí que me estaba volviendo loco.
—Dorian —gimió.
—Tranquila —le acaricie—. Lo haré con cuidado, no voy a lastimarte.
Hasta ahora se había dejado llevar por mí, pero no quería continuar hasta no estar seguro que ella estaría bien. Era nuestra primera vez y antes que todo, me había prometido que iba a ponerla como prioridad, hoy y siempre.
—Confía en mí, nunca te haría daño.
Ella me miró con sus ojos nublados y asintió levemente. Sus mejillas más rosadas de lo normal me satisfacían.
Su respiración se agitaba y yo aceleraba, estaba entregada a mí y yo amaba cada gesto suyo. Solo entonces decidí hacerlo, me posicioné suavemente sobre ella, la noté nerviosa.
—Todo va a estar bien —le susurre mientras le besaba.
—Hazlo —me pidió—. Quiero sentirte.
Y así lo hice, me acomode en el espacio entre sus piernas, la acaricie antes de hacerlo y conforme iba entrando yo la iba besando, quería que se relajara, que se concentrará en mí, que lo disfrutara. ¡Dios! Iba a volverme loco estando dentro de ella.
Stella gimió, yo también, era indescriptible lo que estaba sintiendo en ese momento.
Poco a poco comencé a moverme y podía sentir sus dedos rasguñando mi espalda. No iba a tener autocontrol y seguía haciéndome sentir así. Ella aumentó su agitación y sus gemidos y yo me sentía endemoniadamente bien dentro.
—Dorian —gimió.
—Me encanta —contesté ronco de placer—, dilo de nuevo —pedí.
—¡Dorian! —repitió mi nombre en el mismo tono.
—¡Otra vez!
—¡Dorian!
Cada que lo hacía, lo disfrutaba más y más.
Con cada embestida sentía que perdería la razón, era mejor de lo que creía.
Verla así, debajo de mí, la amaba tanto.
Ella sonrió. Pero no era suficiente, esta era nuestra noche y yo me encargaría de dejarle claro cuánto me importaba. Me senté aun con ella encima. Mientras ella subía y bajaba, yo le besaba los pechos frente a mí. de pronto se movió tan bien que estaba por perder el control. Pude sentir que ella estaba en la misma situación.
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Editado: 12.08.2025