Desperté porque la luz del sol entraba por la ventana. La habitación era un poco diferente a lo que recordaba. Entonces tanteé la cama y recordé la noche anterior, ahí estaba Dorian, profundamente dormido y con el torso descubierto. A diferencia de aquella vez que ambos dormimos juntos sobre el sillón del salón de Consejo Estudiantil, esta vez se veía más despeinado.
Me reí en mis adentros. Al venir los recuerdos a mí, yo lo había desarreglado al jalar de su cabello. Me acomodé en él. Su brazo extendido me abrazaba por la espalda, así que me acerque para abrazarlo por la cintura mientras dormía. Aun con los ojos cerrados era muy apuesto.
Nuestra primera noche. No. Nuestra segunda noche, pero mi primera vez, dada solo para él. Mi corazón latía fuerte, no podía creer lo dichosa que me sentía. Era como si en cualquier momento pudiera explotar de felicidad y, aun así, el amor que sentía por él no se acabaría. De verdad lo amaba tanto…
Tal cual aquella vez que dormimos juntos, pasé mi dedo por el contorno de su cara, admirando sus finas facciones y lo lindo que era. Recordé que aquel entonces sentí una oleada de envidia de quien fuese su novia a futuro… quien diría que la suerte la tendría yo al saber que correspondía mis sentimientos y entonces me di cuenta que, estábamos destinados a estar juntos y sin importar que pasará, yo siempre sería de Dorian.
Noté que se removió un poco, quizá le había provocado cosquillas, alejé mi mano, pero entonces él se apresuró a detenerme y me beso la palma aun ojos cerrados.
—No dejes de hacerlo, por favor —pronunció con voz somnolienta.
Sonreí. Era tan tierno.
—Creí que te había hecho cosquillas —susurré.
—No me molesta que me acurruques así —contestó del mismo modo—. Ya lo habías hecho antes, ¿recuerdas?
Abrí bien los ojos. ¡No podía ser! ¿Estuvo consciente aquella vez?
Supongo que notó mi asombro porque abrió muy poco los ojos para observarme y soltó una ligera risa.
—Sí, lo noté cuando dormimos juntos en la escuela, pero no quería que pararás.
—¿Y porque no me dijiste nada? —reclamé avergonzada.
—¿Por qué me acariciaste?
—Emm… bueno… yo…
—Stella.
—¿Sí?
Dorian se acercó a mí y me dio un beso en la frente para después abrazarme. Sentía su piel desnuda con la mía y admito que era muy satisfactorio lo cálido que se sentía.
—Estábamos destinados a estar juntos. Si tu aun no lo notabas en ese entonces, yo sí y por eso no dije nada, porque disfruté de tus roses.
El color vino a mis mejillas. Yo me sentía un tanto avergonzada.
—¡Dorian!
Él empezó a reír. Escucharlo… Escucharlo me hacía sentir feliz. No sabía cuánto extrañaría esa risa. Lo golpeé un poco en el pecho, disfrutaba de hacerme sonrojar, tanto que después se levantó un poco para cubrirme y darme un beso.
Me gustaba mucho, pero si dejaba que avanzará, volveríamos a hacerlo y los demás debían esperarnos pronto abajo o afuera.
—Dorian —llamé entre sus labios.
—Cinco minutos, por favor. No pasará nada si nos quedamos así un poco más.
Y accedí, yo también quería esto, disfrutarnos un poco más hasta que escuché pasos apresurados afuera y terminaron con nuestro momento.
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Editado: 30.07.2025