Meses después.
El teléfono sonó y tantee con mi mano la mesa de noche. Apenas presté atención quien llamaba, simplemente contesté con mi voz somnolienta.
—¿Qué quieres?
Del otro lado de la línea escuché el grito ahogado que emitió Vicky y después me arrepentí de haberle contestado.
—¡¿Dónde está mi amiga?!, ¿Qué haces con su teléfono?
Alejé la pantalla un poco, me aturdía su grito del otro lado de la línea, solo entonces me percaté que era el teléfono de Stella y no el mío. Miré a un costado, Stella no la había escuchado, seguía profundamente dormida y eso me gustaba.
—Descansando. ¿Qué es lo que quieres?
—Maldito idiota con corona, ¿dónde la tienes secuestrada?
Rodeé los ojos.
—Esta dormida, no nos molestes.
—¡Ni se te ocurra colgar! Anoche le dijimos a su tutora que se quedaría conmigo. Más te vale que la traigas a mi casa en una hora. Su hermano ya viene para acá y no la he arreglado.
Era cierto, anoche salí con Stella y los demás, había un festival en una de las zonas más lindas de la ciudad y salimos todos juntos, claro que con nuestros disfraces para evitar que nos identificarán. Hasta ahora habíamos tenido suerte.
Después me llevé a Stella conmigo a la cabaña en el bosque que me pertenecía. Desde que pasamos la noche en el viaje a la playa, reacomodé mi cabaña para poder llevar a Stella y pasar algunas tardes a solas.
La mejor decisión de la vida, solo detrás de elegir a Stella día a día.
Alejé de nuevo el teléfono y miré la hora. Sí, si que era tarde, olvide poner las alarmas.
Aunque la verdad es que hoy tenía muchas ganas de no obedecer y seguir pasando el día con mi novia.
Algo se me ocurriría.
—¿Dos horas?
—¡Una!
—¿Tres? Gracias por comprender Victoria.
—¡No! Ni se te ocurra. Hablo enserio, ¿qué le voy a decir a su hermano? Me va a odiar y a ti más.
Sonreí de lado.
—Correré el riesgo. —Y colgué.
Puse el teléfono de vuelta a la mesa y me acomodé para abrazar a Stella mientras dormía. Me complacía haberla cansado demasiado como para que no despertará a pesar de la llamada y los gritos de Victoria.
Ella se removió un poco y le di un beso en el cabello. La amaba demasiado.
Lo había estado pensando, no iba a soportar estar lejos de ella una vez terminada la escuela. Pronto anunciaría la cancelación del compromiso con Vero y le pediría a Stella que se quedé. Aún no sabía que ducado me heredarían, pero sin duda nuestra futura residencia no estaría en la capital de Saltori y sí, me atrevía a decir “nuestra” porque iba a pedirle que viviera conmigo.
También estaba planeando como convencer a su hermano.
Pensándolo bien, quizá lo mejor no sea desafiarlo el día de hoy. No si quiero su bendición para vivir con su hermana.
Hundí mi cara en su cabello dorado. No quería levantarme y acabar con el momento.
Pronto sentí los dedos de Stella buscando los míos. Los entrelazó y se abrazó más a mí. Busqué su mejilla y le di un beso.
—Quisiera quedarme más tiempo, pero no tengo mucho —dijo adormilada.
—Le tenemos —respondí abrazándola más.
Desde mi vista podía ver la marca cerca de su pecho. Ojalá que el vestido que haya escogido Vicky no permita que se vea.
Stella sonrió y se movió, esta vez giró para quedar frente a mí y darme un beso corto en los labios.
—Soy muy feliz contigo —mencionó con los ojos más hermosos que he visto, toda ella removía mucho en mí en todos sentidos.
Se sentó tapándose con la colcha debajo de los hombros, me acarició del cabello y yo acorté la distancia de nuevo. La besé. Primero lento, saboreando sus labios, disfrutando lo que provocaba en mí. Después aumentamos la intensidad, mi lengua busco abrirse paso a su boca para jugar con la suya y de pronto la tenía con una mano en su mejilla mientras que me iba colocando encima de ella.
—Dorian —susurro en mis labios y fue suficiente para prenderme—. No podemos… Ah… —gimió al tacto de mis dedos jugando con su botón.
—Prometo dejarte a tiempo —dije ronco mientras seguía acariciándola.
—No… —intentó de nuevo, pero baje por su cuello dejando un camino de besos hasta llegar a sus pechos y ella enredo sus dedos en mi pelo— Dorian…
—Me gusta como dices mi nombre —provoque a sus gemidos.
—Nos vamos a ver hoy por la noche —mencionó más como un gemido que como un recordatorio.
—Pero no podre hacerte mía hoy por la noche —aclaré con mi cabeza bajando hasta ponerme entre sus piernas.
Dejó de resistirse y se dejó llevar. A veces jaloneaba mi cabello al tacto de mi lengua provocándole placer ahí abajo. Luego yo acariciaba su suave piel de seda y Stella hacía lo mismo conmigo, cada vez que sentía sus manos rasguñar mi espalda me volvía loco, pero no tanto como cuando estaba dentro de ella.
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Editado: 25.07.2025