La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

170. Stefan

No quería dejarla sola. Es más no pretendía bailar con la anfitriona esa noche, pero sucedió. Valentina no dejaba de molestarlo con el interés de la princesa Farah en él.

Y aunque gruñía por el tono que usaban ella y Simón para provocarlo, había algo dentro, muy muy dentro, que le incomodaba que fuese Vale quien sacará la broma a flote.

No iba a negarlo, la princesa era hermosa, elegante, culta e inteligente. Sí, si era digna si había que escoger… pero no era lo que tenía en mente.

Para empezar, no había algo en mente. Aun estaba restaurando los poderes en la corte y resolviendo los conflictos en el reino, no era momento de pensar en consortes.

Buscó con la mirada, encontró a Stella conversando con alguien, al dar la vuelta descubrió que era con el príncipe Donovan y Valentina no estaba por ningún lado.

—¿Es muy protector con su hermanita, cierto su alteza? —preguntó Farah sacándolo de sus pensamientos.

Stefan volvió su vista hacia ella. Sí que era bonita, pero no le producía más allá de aprecio y admiración.

—Bueno, no es novedad decir que pasamos algunos años lejos el uno del otro.

—Muy triste, por cierto —atinó a decir la princesa.

—Estamos recuperando parte del tiempo perdido. Tengo que protegerla.

Farah rio con ternura. Era ligeramente más baja que él, pero no de la estatura de Valentina, ella era mucho más pequeña… ¿Por qué la recordaba? Quizá por cotidianeidad, pasaban demasiado tiempo juntos que estaba acostumbrado a mirar más abajo. Recordar eso provocó que se le escapará una risa sincera.

—¿Qué le causa gracia? —preguntó con curiosidad la princesa.

—No es nada, es solo que recordé algo.

Farah le observó con detenimiento y después esbozo una sonrisa ligera. Esta era la oportunidad.

—¿Sabe? Ahora que Rosnia a abierto sus puertas de nuevo al mundo, me encantaría visitar su país más seguido.

—Espero que sea de su agrado.

—¿Qué me recomienda visitar?

Buena pregunta. Stefan no lo sabía. Pasó casi toda su vida, atrapado entre las paredes del castillo que le avergonzaba admitir que no conocía su propio país. Aunque el bosque cercano a la capital contaba con un lago precioso y sabía que había cabañas en renta para los turistas. Valentina lo llevó a un fin de semana de desconexión hace unos meses y agradeció cada momento que pasaron ahí.

Juntos se adentraron a una cueva donde encontraron pinturas rupestres, ¡En Rosnia!

Claro que era increíble.

—Parece que recordó algo agradable —mencionó la princesa de pronto, sacándolo de nuevo de sus recuerdos, hoy no estaba concentrado.

—Perdón, es que no hace mucho descubrí que el bosque que rodea la capital está abierto al turismo. Si le gusta el aire libre, puede rentar una cabaña, hacer senderismo y visitar las cuevas, le aseguro que tienen agradables sorpresas.

—¿Eso le gusta?, ¿por eso sonreía?

Stefan recordó ese fin de semana.

—Sí, es divertido.

Ella no insistió, se daría satisfecha por ahora, pero ya tenía en mente su siguiente movimiento. Stefan por su parte volvió a mirar hacia donde Stella, esta vez encontró a Vale llevándose a la princesa. Las alarmas se le dispararon y tuvo que disculparse con Farah para acudir a donde su hermana y su guardia.

Paso a un costado del príncipe Donovan, este le veía con superioridad y Stefan con advertencia. Nunca había sido de su agrado, pero desde que se metió con Valentina, le molestaba de sobre manera y sabía que no podía bajar la guardia con él y estaba en lo cierto. Algo le decía a Stefan que, desde esa noche, tendrían muchos problemas.




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