Iba bajando los escalones del castillo mientras abrochaba el ultimo botón de la manga de mi camisa. Se me había hecho tarde y sentí como la agujeta de mi zapato también se desamarró. Al inclinarme casi pierdo por un segundo el equilibrio.
El pie me resbaló. Casi caigo desde los escalones, pero alcance a sostenerme bien de la baranda. Al mirar abajo, mi madre vio todo, esperaba la reprimenda. Sabía que diría que no prestaba atención a lo que hacía.
—¿Estas bien? —preguntó.
—Sí, solo fue un paso en falso —expliqué y vi como entrecerraba sus ojos.
—Te he dicho que termines de arreglarte en tu habitación. —Ahí estaba el regaño.
Sonreí de lado, terminé de bajar y le di un beso en la mejilla.
—Tengo que irme. Quiero llegar pronto.
—¿Para ver a tus amigos?
Me reí por dentro. En realidad, hoy habría lluvia de estrellas y ya tenía preparado; el telescopio, mantas y dulces para que Stella, los chicos y yo lo viésemos por la noche.
—Sí —contesté contento—. Hoy hay lluvia de estrellas y queremos verlas.
Mi madre me devolvió una sonrisa leve, esa que no mostraba mucho, pero que en ella significaba “te quiero”. Me devolvió el gesto alegre y se despidió de mí.
Por la puerta principal entró Donovan.
Extrañamente tenía una sonrisa de satisfacción en el rostro. Me tensé un poco al verlo. No porque le temiera, sino porque nunca sabías qué esperar de él. Desconocía a que pobre alma acababa de atormentar y no me importaba. No preste más atención. Ni siquiera éramos cercanos.
Pasé a su lado. Él ni me saludó. Y yo tampoco. Simplemente crucé la entrada, salí al jardín, subí al coche y me dirigí al colegio.
Un par de meses más y llegaría la graduación. Varios de nosotros tendríamos que despedirnos, así que sí, estaba aprovechando mis últimos momentos.
Apoyé el brazo en la ventana abierta mientras el auto se deslizaba por la avenida, dejando atrás el castillo, los muros, las reglas. El cielo estaba claro. Perfecto para la lluvia de estrellas.
No faltaba mucho para llegar cuando el semáforo cambio a verde… y de pronto, alcance a oír el derrapar de un auto.
Un rugido.
Un chirrido de neumáticos.
Un segundo, solo uno.
Volteé, confundido, al escuchar el motor de otro coche acelerando donde no debía, percibí destello plateado a la izquierda y como lo último que vi fue el auto hacia nosotros.
Entonces sentí el impacto y luego nada.
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Editado: 12.08.2025