Sentí que Stella había tardado más de lo normal. No es que no quisiera pasar tiempo con los chicos, pero comencé a preocuparme porque no volvía. Vicky debió pensar lo mismo que yo porque salió de la habitación y a los pocos minutos volvió, sola.
—Tu madre la ha entretenido —explicó y yo me asombré—. Es bueno, ¿no? Cuando hagan publica su relación, lo mejor es contar con el apoyo de la reina.
Tenía un punto, pero eso no dejaba de preocuparme.
¿De que estaban hablando?
¿La estaría interrogando?
¿Y si no le agradaba Stella? Digo, creía poco probable, siempre noté cierto aprecio de su parte hacia ella, pero no dejaba de ponerme nervioso.
—¿No quieres investigar de que están hablando? —traté de incitar a Vicky y aunque le brillaron los ojos por un momento, al final se resistió— ¿Cuánto quieres?
—Me ofendes. No lo haré, no entraré en problemas con la mismísima reina.
—Con ella no, pero tendrás problemas conmigo.
—No me importa. A ella la respeto más que a ti.
Solté un bufido.
Los chicos también se rieron. Ambos intentaron tranquilizarme, tenían razón. Debieron encontrar algo en común, además de mí y terminaron hablando.
Quizá debería ponerme celoso porque la atención de mi novia la estaba acaparando mi madre y no yo, ni siquiera en este estado.
Tardaron un poco más y entonces al fin regreso Stella, había... algo diferente en ella, algo que no sé porque, pero me hacía preocupar.
Intenté preguntarle de que hablaron, pero contesto trivialidades.
Después se acomodó en la orilla de la cama y me abrazó.
Me sentía feliz por su compañía, pero inquieto porque cuando busque su mano, noté un poco de humedad en su manga… estuvo llorando y me asusté, pero no ganaría nada con interrogarla ahora.
Solo esperaba que ella me contará pronto, así como también esperaba que mi madre me lo dijera.
Y, sin embargo, ninguna mencionó nada.
Ni mi madre ni Stella soltaron algo. Esperé a que mí princesa me contará, pero siempre repetía lo mismo con una sonrisa y mi madre, bueno, ella sabía bien como darme la vuelta y no contar nada.
Me resigne y me dije que les creería. Después de todo, Stella volvía a ser la misma de siempre conmigo. Me cuidaba demasiado y me repetía cuanto me quería.
Semanas después estaba como nuevo, tal como lo había dicho. La primera semana no volví al colegio y la que sigue lo hice con los cuidados que todos, (sobre todo Stella) tuvieron conmigo. Al final, mi recuperación fue rápida. Y así, con todo lo que conllevó, llegó mi cumpleaños.
Mi madre consideró hacer un banquete para celebrarlo, aprovechando que ahora estaba recuperado y acepté su idea.
Sin embargo, pesé a que Stella y su hermano estaban invitados, no podríamos pasar tiempo como quisiéramos, así que por la mañana nos veríamos un par de horas antes y por la noche nos reencontraríamos en el banquete.
Y aquí estábamos. Las pequeñas manos de Stella hacían un esfuerzo por taparme los ojos. Podía sentirla a un lado mío, yo me inclinaba un poco, sabía que ella no alcanzaba lo suficiente para taparme por completo y aun así me pedía cerrar los ojos.
—No hagas trampa —ordenó en un tono que distaba mucho de ser amenazante.
Me empecé a reír.
—No lo estoy haciendo —me justifique.
Escuche unos pasos trastabillar y como Stella se sacudía a un costado mío. Por instinto trate de tomarla, pero me dio un manotazo.
—Dorian, hablo enserio. ¡No hagas trampa!
—Me preocupa que tu con los ojos abiertos tengas más posibilidades de caerte que yo —justifique mi agarre, aunque igual me fascinaba tomarla por la cintura.
—Juumm. Puedo sostenerme bien —replicó, entonces se detuvo y me hizo detenerme—. Hemos llegado. Voy a quitar mis dedos, pero no abras los ojos hasta que yo lo diga —pidió—. ¿Entendido?
—Como usted diga, princesa. —A veces me gustaba decirle en ese tono para molestarla. Pese a no verla, estaba seguro que me sonreía de lado.
—¿Listo? —asentí, ella quito sus manos y escuche un par de pasos— ¡Ahora!
Abrí mis ojos.
Frente a mí, una hermosa vista desde el balcón de una de las cafeterías reposteras más famosas del país me dejaba boquiabierto, pero eso no era lo único. También había una mesa para dos con un pastel de fresas encima y Stella a un costado.
—¡Sorpresa! —chillo emocionada— ¡Feliz cumpleaños!
De no ser porque se trataba de mi cumpleaños, bien podría pensar que era ella la festejada. Su vestido rosa claro le acentuaba la cintura. Stella sabía que eso me volvía loco, en realidad, todo de ella lo hacía.
No sabía que decir, estaba impresionado con su gesto, con ella, con todo…
—Es… yo…
Mire el pastel, le preste atención. Pronto caí en cuenta que no era cualquier pastel de fresas. Era el pastel, mi favorito, ese del que solo mi madre podía conseguir en cada cumpleaños, pero eso no era todo, el significado detrás de todo… Estaba bastante conmovido, las palabras no salían de mi boca.
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Editado: 12.08.2025