La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

175. Stella

—Princesa Stella, ¿me concede este baile?

La mano frente a mi esperaba que la aceptará, no lo hice, no aún. Observé al susodicho. De solo verlo de frente, el temor me recorría la espalda. Él me sonreía, pero no con felicidad como cualquier persona esperaría, lo hacía con malicia. Entonces sus ojos se desviaron por un momento a lado mío.

—Espero no ofender a su alteza, invitando a bailar a su hermana —mencionó Donovan con el mismo tono burlón.

Me volví a mi hermano de reojo, tampoco parecía muy convencido, pero no tenía opciones, puesto que se acercó a ambos y trató de ser amable.

—Para nada. —Sonrió mi hermano falsamente— Ella también puede decidir si aceptar o no.

Donovan volvió a verme, para este momento comenzaba a sentir algunas miradas curiosas y otras tantas mucho más atentas. Por el bien de todos, no debía levantar sospechas, así que sin remedio acepté la mano del príncipe Donovan y él me guío hasta la pista de baile.

Mire con cuidado a mis espaldas, Stefan trataba de disimular su inconformidad, pero al igual que yo, sabía que, aunque solo fuese un baile, era necesario.

Era diferente su mirada de hermano celoso a la que tenía en este momento, lleno de preocupación. No era el único. Mirando de reojo entre los curiosos, encontré los ojos inquietos de Dorian.

Ambos sabíamos que no podríamos interactuar como nos gustaba, pero tampoco podía sentirme tranquila mientras bailaba con su hermano.

—Princesa, ¿algo le aqueja? —preguntó el príncipe Donovan mirando hacía mi dirección, Dorian se giró tomando un sorbo de su copa. Así, era, teníamos que disimular.

—En absoluto —respondí, atrayendo su atención—. Es la primera vez que bailo con su alteza.

—Me imagino debe sentirse nerviosa —mencionó en un tono que no supe cómo interpretar, asentí leve con la cabeza—. Me hace sentir bien ser su primer baile importante.

Una corriente de temor me recorrió la espalda. Desde el momento en que se acercó a mí, algo me decía que estaba mal, tenerlo cerca me daba un aura de constante peligro y mucha de mi energía me pedía estar alerta.

Permití que me tomara de la cintura y elevará mi brazo. Entonces comenzamos a movernos al ritmo de la tranquila canción de piano.

—¿Ya tomaste una decisión? —preguntó por lo bajo.

Dudaba que alguien más pudiera oírnos, pero era mejor así. Tenía que mantenerme serena y fuerte, no me dejaría intimidar.

—No puedo aceptarlo.

Donovan sonrió burlesco. No estaba enojado y no sabía que era peor.

—¿Sigues sin darte cuenta? Supongo que la falla viene desde que el accidente no fue lo suficientemente caótico como esperaba.

Quise fruncir el ceño. Quise respingar, golpearlo y encararlo.

¡Sabía que había sido él!

Pero no lo hice, en su lugar me volví a repetir que debía mantenerme serena y tratar de sacarle a mayor información posible. Iba a proteger a Dorian, cueste lo que cueste.

—Por cierto, ¿ya le ha preguntado a su hermano sobre quien es tu verdadero tutor? —añadió tras mi silencio, no iba a darle más satisfacciones en este baile.

—¿Por qué tanto interés en mí? —cuestioné un tanto irritada.

—Me prometieron una princesa exclusivamente para mí, que cumpliera mis caprichos y necesidades.

—Esa no seré yo —espeté.

—No tienes elección —se burló encogiéndose ligero de hombros—. Veo que no te han dicho nada y no me corresponde a mi decirlo, solo quería hacerte más fácil la decisión de hacerlo por las buenas, pero te gusta renegar. No negaré que me divierte.

Una mueca de asco se me escapó. En estos momentos yo era su objetivo, su juguete, su ratoncillo y él era el gato que disfrutaba de cazarme.

Estaba a punto de protestar de nuevo, iba a bajar mi mano para comenzar a alejarme cuando me tomó de la muñeca y leí nuevas cosas en él. El miedo me recorrió el cuerpo y supe porque estaba tan confiado. Vio en mi rostro mi gesto asombrado, intentado asimilar el momento y aprovechó para darme una última advertencia.

—Me da gusto que empieces a comprender —dijo con suficiencia.

Mi respiración se agitó y él se acercó a mi oído. No me gustaba su cercanía ni tampoco sus emociones, pero ya nada podía hacer, lo peor es que le creía. Podía sentir su respiración en mi cuello y solo estaba soportando para no hacer un espectáculo aquí mismo, pero fallé…

—¿Quieres que te cuenta que pasará a continuación?




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