Tuve que despedirme de ella antes de que pasará más tiempo y comenzáramos a levantar sospechas. Stella volvió con su guardia. Su hermano ya estaba ahí y al menos en esta ocasión no me lanzo una mirada asesina, pero seguía siendo bastante seria para mis nervios.
Regresé al salón. Pronto mi madre me encontró y me pidió que le acompañará. No preguntó dónde había estado y puesto que Stella y su hermano aun no volvían (porque consideraban todavía indispuesta a la princesa) me obligué a sentirme más tranquilo.
No tardaron mucho en regresar al salón, Stella no soltaba el brazo de su hermano y esté negó más bailes para ella.
Siendo honestos, la fiesta estaba por acabar, por un lado, lo agradecía, ya que comenzaba a sentirme exhausto.
Mi madre propuso un brindis por mí. La gran mayoría de los invitados estaban reunidos cuando se repartieron las copas.
De reojo podía ver a Stella a lo lejos junto a su hermano. Una breve sonrisa dirigida a mí se asomó en su rostro.
Mi padre dedicó algunas palabras, mi hermano no dijo nada y era mejor así, no deseaba nada de él. Mi madre a un costado me sonreía orgullosa.
Entonces alzamos las copas y cada quien bebió de la suya.
Tan pronto como tomé la mía, me sentí mareado. Unas enormes ganas de dar arcadas me invadieron y sentí como me quemaba por dentro.
De pronto me torcí y comencé a toser, vi sangre en el piso, sentí miedo, mareo y como empezaba a faltarme la respiración.
Escuché gritos al fondo, entre el bullicio y mis movimientos torpes alcance a ver a Stella siendo detenida por su hermano, estaba aterrada y él le decía algo, ambos miraron a su costado y reconocí a su chica guardaespaldas abriéndose paso hacía mí.
Mi madre también gritaba horrorizada, intentaba abrazarme o sostenerme, no lo sé, estaba perdiendo el conocimiento. Decía algo, pero ya no sabía que.
Otras manos me tocaron, me obligaron a levantar la cabeza y vertieron en mi boca un líquido que apenas distinguía el sabor amargo mezclado con el de hierro de la sangre.
—Llévenlo a otra habitación, eso lo obligará a vomitar. Después dele esto —distinguí las palabras y entre el mareo y el pánico supuse que se lo decía a mi madre—. Déselo usted —ordenó la voz.
Sentí algunas manos extras intentando levantarme, no podía ni mover los pies, el ardor en la boca del estómago y todo el cuello no me permitía estirarme siquiera, así que hubo varios, soldados supongo, que entre todos hallaron el modo de llevarme.
Las luces me aturdieron, las voces se entremezclaban o, ¿quizá eran gritos?
No estaba seguro de nada, era como sino estuviera aquí, como si en cualquier momento pudiese perder el conocimiento.
Supe que llegamos a la habitación más cercana, porque mi madre se hizo cargo de mi cuidado. Sucedió tal cual dijo la voz, vomite todo. No solo tenía la horrible sensación de sentir como quemaba el líquido al subir por mi garganta, sino también me sentía agotado del esfuerzo que hacía mi cuerpo para sobrevivir.
Con los ojos cerrados y totalmente aturdido sentía unas manos limpiarme y pedirme mantenerme despierto, pero apenas podía abrir los ojos.
De nuevo sentí como escurría por mi garganta otro líquido, que a estas alturas ya no lograba identificar el sabor.
Entonces poco en poco, comencé a reaccionar. Seguía aturdido y perdido, pero al menos la sensación de quemarse en mi interior iba desapareciendo.
No supe quienes, ni como, pero me llevaron al sillón de la habitación y me acostaron ahí. De fondo escuchaba a mi madre, algo decía, algo sobre descansar que estaría ahí ¿o que estaría atenta? No lo sé, no recordaba.
Y así me quedé dormido o eso sentí. No sabría decir por cuanto tiempo, pero desperté cuando escuché la puerta abrirse, para entonces me percate que me sentía un poco despabilado, un poco más despierto e intenté sentarme con las piernas aun estiradas.
Por el umbral reconocí la voz y la silueta de Stella.
—¡Dorian! —exclamó aterrada y mi corazón se oprimió.
—Stella —alcance a decir apenas en un susurro ronco, pues mi garganta la sentía rasposa y lastimada.
Ella llegó a mí y se lanzó a mis brazos, recargo su cabeza en mi pecho. La escuché sollozar y me sentí horrible por hacerla sufrir.
De soslayo vi que desde la puerta mi madre nos observó, no alcance a distinguir su gesto, pero si me pareció verla suspirar, a su lado, el príncipe Stefan también nos veía.
Ella cerró la puerta y aunque, me sentí nervioso porque era demasiado probable que con esto se supiera el tipo de relación que tenía con Stella, decidí que me preocuparía más tarde.
—Dorian —chillo ella trayéndome de nuevo al momento—. ¿Cómo te sientes?, ¿estas mejor? —preguntó desesperada.
La alejé un poco para verla a los ojos y tomé su cara entre mis manos.
—Ahora que estas aquí me siento mucho mejor —respondí lento.
Sus ojos se inundaron más en lágrimas y le limpie las mejillas con mi pulgar. No la había vuelto a ver tan dolida y aterrada desde la muerte de su padre y justo ahora, llorando desconsolada y vulnerable por mí me hacía sentir fatal.
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Editado: 22.07.2025