La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

187. Stefan

La noche del cumpleaños de Dorian.

Stella estaba muy afligida. Sus ojos visiblemente lacrimosos no le daban tregua. Seguía llorando desconsolada como si el mundo se hubiera acabado, o quizá así era para ella.

Stefan no dejaba de abrazarla y consolarla. Una cosa era que sintiera celos de hermano mayor y otra querer ver muerto al novio de su hermana. Incluso él sintió miedo al presenciar la escena y un alivio enorme cuando Vale llegó a su rescaté.

Lo mejor era llevárselos a ambos, o eso pensaba. De todos modos, desde hace tiempo ya tenía en mente un puesto para él en el futuro. Debía admitir que quería sus capacidades en su corte. De paso eso haría feliz a su hermana y podrían vivir cerca.

Ahora ya no lo veía viable.

Primero tendría que tranquilizar a Stella y hablar con ella. Contarle todo y encontrar la mejor solución.

Después de lo de esta noche, no regresarían a Saltori y se prepararían para cualquier tipo de represalias.

Ciertamente el país no estaba listo para una guerra, pero él tampoco iba a cometer los errores de su familia y no iba a entregar a su única hermana.

Cuando llegaron a Rosnia, Stefan acompañó a todo momento a Stella hasta el sillón del despacho, temía que en cualquier momento se desplomara si no la agarraba.

Una vez ahí, Simón llegó con una bandeja y cuatro tazas con chocolate caliente. Él mismo lo había preparado, pues había recibido las noticias de Valentina y no deseaban que nadie del personal se enterara.

Necesitarían calmarse todos y entrar en calor.

Lo que Simón no esperaba era ver tan devastada a la princesa. Entonces le tendió la taza y le miró con compasión. Ella aceptó con una sonrisa triste.

—¿Qué fue lo que viste? —preguntó Vale cuando creyó que todos estaban listos.

—Vi el envenenamiento —contestó la princesa bastante dolida.

—Todos lo vimos —añadió Stefan sin soltarla, pero su hermana negó con la cabeza.

—Vi a Dorian caer y creí que solo era la imaginación de Donovan implantándome miedo para aceptar su propuesta… —en ese momento le comenzó a fallar la voz, sollozo de nuevo y espero un poco antes de continuar— pero no fue así, la visión venía de Dorian, era su futuro.

Hubo un momento de silencio para dejar que Stella se desahogara de nuevo. Stefan no dijo nada, porque entendía que le dolía a su hermana, lo mismo Simón, pero fue Vale quien comprendió el miedo que sentía la princesa en ese momento.

Ella también estaba enterada de que Stella nunca había podido leer a su novio, no hasta esa noche.

—¿Y si lo traemos? —preguntó de pronto Simón, una vez más Stella negó con la cabeza.

—El envenenamiento no fue lo único que leí —explicó dándole vueltas a su taza—. Cuando estaba con él, cuando lo abrace vi más cosas.

—¿Qué cosas? —se interesó Vale.

—Vi un castillo en llamas, vi la bandera de Rosnia y a Dorian y a mí en el humo. No alcance a verlos a ustedes, pero…

—Un atentado —terminó Stefan por ella.

—Una guerra —añadió Valentina.

Estaban jodidos si la visión se hacía realidad.

—Necesito respuestas —pidió Stella al ver miradas de complicidad en los tres, algo habían estado hablando sin ella y por eso había un interés diferente en sus visiones—. Donovan dijo que Doris no era mi verdadera tutora.

Entonces miró a su hermano y este agacho la mirada. Asintió con pesadumbre.

Stella dio un respingo y luego miró a Valentina.

—No, ella solo sirvió de prestanombre, si es que así se le puede llamar —explicó Vale—. Algo parecido a lo que pasó cuando tu padre me dio el trono a mí y no a tu hermano. Yo firmaba, pero le tu hermano tenía libertad de tomar decisiones.

—¿Por qué no me lo dijeron?

—Nos enteramos hace unos meses. Te imaginarás que no quisimos preocuparte, primero necesitábamos saber que más había detrás de todo esto —explicó su guardia.

—¿Entonces, quien es mi verdadero tutor?

Simón pareció avergonzarse en ese momento y Stefan se estremeció.

—El rey Sebastián de Saltori —confesó su hermano.

—¿Qué? ¿Por qué? —alcanzó a pronunciar la princesa y eso fue suficiente para que Stefan sintiera enojo de nuevo, lo siguiente era lo peor— ¿Cómo es posible?, ¿cómo lo permitió mi padre…?

—Eso no es todo —interrumpió Stefan con dificultad, la miró a los ojos con toda la decepción que sentía—. No solo le dio tu custodia al rey de Saltori, también te vendió.

—¿Cómo?

—Te comprometió con el príncipe Donovan.

Hubo un silencio. Uno muy doloroso. Uno que dejaba perturbados a Vale y a Simón, atónita a Stella y atormentado a Stefan.

—¿Qué…?

—Nuestro padre pidió apoyo para que Rosnia creciera bajo su mandato, el rey Sebastián quería expandir su influencia en el país, así que te usaron como moneda de cambio. Nos darían el dinero si tú te convertías en princesa consorte del príncipe Donovan.




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