Tres años atrás.
—Ya sé que estas molesto, pero tienes que saber que es lo mejor por el momento —dijo mi madre frente a mí, pero no la miré seguía enojado con… con todo.
Ella estaba en el sofá de enfrente con ojos suplicantes y yo sentado de brazos cruzados mirando la chimenea.
Me sentía traicionado. No solo por ella, también por mi madre, por mi padre, por todos en ese castillo y quienes sabían del trato, menos yo.
—Dorian, hijo… —insistió intentando tomar mi brazo, pero por primera vez me hice ligeramente de lado. No, no entendía razones dentro de mi enojo. Mi madre volvió a su posición y suspiró— No tengo tanto poder como tú crees.
—Solo quería tu apoyo.
—Dorian.
—Y también el de ella.
—Hijo…
—¿Cuántas veces hablaron de esto a mis espaldas?
Mi madre me miro, muy dolida. ¿Estaba siendo demasiado duro, o como debería actuar? Porque tal como se veía todo, siempre lo supo y algo acordó con la princesa de los rumores sin consultarme. Fui el único idiota que no sabía nada.
—Te pido disculpas por todo el daño que te he ocasionado —comentó y a mi también me dolía verla así, pero no se me hacía justo que me lastimaran de esa manera, resistí un poco más—. Algún día, cuando estes preparado de contaré toda la verdad.
—¿Qué está sucediendo? —no pregunté, prácticamente exigí, pero mi madre volvió a negar con la cabeza— Madre…
—No es momento. Cuando estes más tranquilo, te dire. Antes, tienes que irte.
—¿A dónde? No se me permite salir del país.
—A Tornes.
Suspiré hondo. Claro. Había que deshacerse de mí.
—Ella viene en camino y yo tengo que irme de mi propio hogar —espeté.
—¿Estás seguro de querer convivir con ella bajo el mismo techo después de todo lo que ha pasado? —replicó y no respondí— ¿Tú crees que yo quería esto? Nunca te lo dije porque quería mantenerte tranquilo, pero no tengo tanto poder en este lugar como quisiera. —Hizo una pausa para mirarme intranquila— No fue nunca mi idea y lamento no haber podido hacer más, pero tú, tú mi querido niño sigues siendo mi prioridad. No quiero ver cómo te torturas estando tan cerca y tan lejos de ella al mismo tiempo. Lo mejor es que también empieces de cero, en otro lugar. Se libre, conoce nuevos lugares, aléjate de todo lo que conoces.
—¿Dices que ella no será libre?
Mi madre me miró con compasión y noté como aspiraba aire para después soltarlo en un impulso. Entonces asintió lentamente la cabeza.
—Sí. Nadie en este castillo lo es.
No pude decir más. Ya estaba demasiado aturdido, demasiado molesto, demasiado cansado, que no lograba concentrarme.
Mi madre, puso una mano suya en mi brazo y esta vez no se la quite. Debía aceptar que tenía razón, yo tampoco quería estar aquí para cuando llegara. Es más no quería siquiera que viniera, pero esa había sido la decisión de mi padre como su tutor.
Si era el único camino que me quedaba, iba a aceptarlo. Así que esa misma noche empaqué mis cosas y me despedí de Sunny.
Iba a extrañarla mucho, pero una parte de mí quería que se hicieran compañía y ella no se sintiera sola entre la frialdad de estas paredes. Además, estaría en buenas manos.
Le dejé una carta, la última que le escribí.
Simplemente le pedí que quisiera y cuidará a Sunny como si fuera de ella. Bueno, a partir de su llegada, ahora lo sería.
Y antes de irme y también despedirme de mi madre, le pedí un último favor. No solo que viera por Sunny, sino que tampoco la dejará sola. Bien sabía, lo mucho que le abrumaba entrar a este mundo de la realeza del que estuvo privada durante años.
Por extraño que pareciera, no me disgustaba no volver a pisar ese palacio.
Actualidad.
—¿Estás bien? —preguntó de pronto Verónica al verme pensativo con la mirada hacia la ventana.
—Todo bien —respondí tranquilo.
—¿Seguro que no pasa nada?
—Claro.
—Pregunto porque el piso se ha manchado de verde.
En el suelo, cerca de mis piernas, Sophie jugaba con pintura en sus manos. No me di cuenta de cuánto me distraje que la pequeña ya había terminado con las hojas que le di y tomado el otro lado para continuar pintando con sus dedos.
Ahora la pintura se había embarrado en el piso y estaba seguro que Alondra me regañaría por no prestarle atención.
Todavía me costaba hacerme a la idea de que volvería a Saltori capital después de casi tres años.
—Vamos a cambiar de hoja, ¿de acuerdo? —le dije a Sophie y tomé sus manos para quitarle la ya manchada en exceso de verde y darle otra nueva.
—¿Quieres que llamé a Alondra? —preguntó Vero y negué con la cabeza.
—Me va a matar cuando vea que deje que Sophie pintara el piso.
Vero se acercó con papel del que había en la caja de pañuelos y me ayudo a limpiar.
#8286 en Novela romántica
#3401 en Fantasía
#1402 en Personajes sobrenaturales
romance, princesa realeza romance principe, enemytolovers romance odio amor
Editado: 12.08.2025