La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

195. Stella

Dos y medio años atrás.

—Antes de que nacieras, Evelyn trabajaba para mí —contó la reina, me tenía a su lado en la misma banquita en el jardín, habíamos dejado la mesa de lado para tener más cercanía—. Ella venía de una familia humilde. Las mujeres en su familia, en tú familia —corrigió acariciando mi mano—, tenían fama de ser psíquicas o tener algún don fantástica. Yo sabía que era verdad, porque Evelyn me salvó la vida cuando niñas.

—¿Se conocían desde pequeñas? —pregunte con ilusión y la reina asintió.

—Desde entonces exigí que ella se convirtiera en mi amiga y asistente.

—¿Y así fue?

—Así fue. No sé si estabas enterada de que soy originaria de Fairspren.

—Sí, lo sabía.

—Por consecuente tu madre también. Más que mi compañía, se convirtió en mi mejor amiga y cuando crecimos me confesó su secreto. Mentiría si dijera que me tomó por sorpresa, pero había tantas manías suyas que me hacían sospechar que tenía…

—Como una especie de sexto sentido —complete por ella y su majestad me sonrió como niña acertando.

—¡Claro! Por supuesto le creí de inmediato y fue entonces que le pedí que se quedará a mi lado como mi asistente personal, si iba a gobernar, quería su ayuda. Evelyn prometió apoyarme siempre que lo necesitará y así fue. Ella dejo todo en Fairspren para venir conmigo.

—¿No dudó en dejar a su familia? —Ahora que conocía un poco más de mi origen tenía tanta curiosidad por conocer sobre mi familia materna.

La reina cambió su semblante a uno un tanto triste y pensó sus palabras antes de contestarme.

—Su madre también murió cuando éramos niñas, poco después de salvarme a mí y su madrastra no dudo en venderla a mi familia para conseguir un poco de dinero. Eve, siempre me dijo que su padre no amaba a su madre y poco le importaba lo que pasara con ella. Que, si el destino le había dicho con su don que debía salvarme a mí, era porque así debía ser; su camino era yo.

—¿Tuvo algún hermano?, ¿tío?, ¿algún otro familiar?

—Hubo abuelos maternos por los que Eve vio hasta el día de su muerte, desde aquella vez que llegó al palacio conmigo, siempre procuro ver por sus medios hermanos y abuelos, les enviaba dinero, una parte de la paga que mi familia le daba. Hasta hace poco, el ultimo de sus hermanos menores recibió apoyo para terminar sus estudios, pero claro que esto no lo saben, así me lo pidió Evelyn en su momento.

—Entiendo.

Tenía familia, más de lo que creí alguna vez, sin embargo, no estaban relacionados con el don que yo tenía. Miré mis manos pensando en eso y por la forma en que la reina me miraba, le estaba diciendo con mi expresión que pensaba en su don y el mío.

—Evelyn me ayudo, muchísimo hasta que decidió irse —añadió la reina—. Si logré ganarme a mi gente y gobernar al principio, buena parte se lo debía a Evelyn que siempre sabía cómo protegerme con su don. Sabía lo que pensaban, a quienes no complacía y de qué manera podía actuar para ganarme a las personas. Ella fue clave para mí.

—¿Y porque se fue? No entiendo, si eran mejores amigas y ella la protegía, ¿Por qué decidió irse?

La reina hizo una pausa. Dio un largo suspiro, podía notar que le costaba un poco hablar de ello, quizá aun le dolía que mi madre, su mejor amiga, decidiera irse.

—Conoció a tu padre —soltó de pronto. Claro. Debí atribuirlo desde el principio— Sabía que era prohibido porque el rey de Rosnia estaba casado y tenía dos hijos.

—Por supuesto —susurré decepcionada, mil ideas venían a mi mente, pero no sabía cómo más reaccionar—. No quiero pensar mal de mis padres, pero…

—No, no lo hagas —me pidió con urgencia, por su expresión, tampoco quería mancillar la memoria de su mejor amiga—. Evelyn se rehusó muchas veces a sentir lo que sentía, pero tampoco era fácil para ella fingir que nada sentía. Tiempo después me enteré, que el rey le correspondía y había estado visitándola en secreto.

Una oleada de vergüenza me invadió. No era como me hubiera gustado pensar de ellos, aunque muchas veces lo considere, por algo me había ocultado como una hija bastarda.

—Antes de que culpes a tu madre —me dijo la reina con un tono firme—. Tienes que saber que tu padre se divorció de la reina antes de que nacieras.

—¿Qué?

—Naciste dentro de un matrimonio. Tu padre se divorció de la ex reina y solo entonces se encontró conmigo para pedirme permiso para casarse con Evelyn. Eres una hija legitima.

—P-pero, si lo era, ¿Por qué…?

—Tendrás que recordar la posición de tu padre. La madre del príncipe Stefan aceptó el divorcio con una condición. Quedarse en la corte y ocupar un lugar en el consejo. Y así fue, mantendrían el divorcio en secreto, al menos hasta que llegará el momento para poder hacerle frente a sus enemigos. A su nueva esposa la mantuvo lejos de las envidias de la corte y lo mismo esperaba hacer contigo. Lamento no poder decirte si la ex reina sabía en ese entonces de tu existencia y la de tu madre.

—Está bien, no tiene que disculparse —me apresure a consolarla.

Estaba siendo honesta. Con cada palabra, con cada gesto, las cortas visiones que podía obtener de ella al tocarla, era todo verdad y eso me paralizaba, pero también me tranquilizaba. Me dejaba perpleja porque nunca nadie me contó esta parte de mi historia y a la vez sentía que una gran pesades desaparecía de mí. La carga que siempre me decía que siendo una hija bastarda no estaba a la altura de ocupar un lugar en el Consejo de Rosnia, la que le hacían recordar cada tanto a Dorian que no tenía permitido relacionarse conmigo, la misma que me hacía sentir vulnerable para ser la presa perfecta de Donovan… todo eso era mentira. Mi origen nunca había sido objeto de menospreciarme.




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