Sin dejar de mirarla, el príncipe hacia su siguiente movimiento. Puso la carta sobre la mesa y espero a que la chica frente a él le echara un vistazo. Lo hizo y primero sonrió para después hacer una mueca de lado.
Stefan no ocultó el subidón de ego que eso le provocaba.
A él le quedaban dos cartas, a ella tres, pero después de lanzar la bomba era cuestión de tiempo para que finalmente él ganara.
—¿Asustada? —la provocó.
Valentina le miró de soslayo con sus cartas a la altura de los ojos y meneo lentamente la cabeza.
—Quisieras.
Otra sonrisa escapo de él. La tenía atrapada.
—Puedes rendirte ahora mismo, no voy a recriminarte.
—Rendirse no es opción —respondió la chica de inmediato y él levantó por un instante las cejas para continuar con su rostro lleno de satisfacción.
—¿Con dignidad hasta el final?
—Soy una heroína. Así es como debo de actuar —volvió a contestar concentrada en sus cartas y en el manojo que estaba a un lado.
—Saca —prácticamente ordenó el príncipe ante la falta de movimiento de la chica.
—No me presiones —reclamó ella, pero a Stefan no le importó.
—Saca.
—No voy a sacar ninguna carta de ese manojo —espetó y con la mano libre tanteo el plato de dulces hasta tomar un chocolate.
—Estas ansiosa. Acepta la derrota o saca la tarjeta.
—¿Cómo sabes que estoy ansiosa?
—Porque comes dulces cada vez que te sientes ansiosa —respondió Stefan encogiéndose de hombros—. Siempre guardas un par de chocolates en los bolsillos de tu chaqueta y sacas uno cuando lo necesitas.
Valentina levantó una ceja ante la observación que le había dado. No porque se sorprendiera de lo perspicaz y observador que era Stefan, ella misma lo había invitado a explotar sus habilidades. No. Mas bien se sorprendió de que se diera cuenta que siempre cargaba dulces consigo para calmar su ansiedad, sobre todo cuando algo no le agradaba.
—¿Me has analizado?
Stefan le dio una sonrisa más tranquila. En realidad, era muy observador cuando de ella se trataba. Mucho muy observador para su gusto.
—Eres un poco obvia —mintió aflojándose el cuello de la camisa.
—No importa. Hemos pasado cuatro años juntos que es normal que reconozcas esas manías en mí —justificó ella y Stefan soltó aire que no sabía que tenía retenido—. ¿Listo para perder?
—En realidad, tú vas a perder.
—El chocolate que tomé, fue por gusto —comentó ella con una mirada socarrona y entonces arrojó su carta; un “+4” que le borró la sonrisa a Stefan—. Soy muy buena actriz.
—¡No lo digas!
—Saca —esta vez ella exigió con una sonrisa enorme en el rostro, que hacía sentir contrariado al príncipe; entre encantado porque iba dirigida a él y al mismo tiempo la detestaba porque iba a dirigida a él.
Stefan sacó una carta del manojo y luego la miró, ella quería reír más fuerte al notar su reacción, volvió a sacar y suspiró hondo. Ahí iba su suerte. Una vez más, saco otra carta y a este punto Valentina estaba a nada de soltar una carcajada.
—Te odio —musitó al sacar la cuarta carta.
—Es mutuo, su alteza.
Pensó bien su siguiente movimiento y lanzó un “+2”, no iba a rendirse tan fácilmente y aunque Vale apago por un instante su emoción, el siguiente movimiento lo desalentó. La chica lanzo otro más dos y se preparó para decirlo:
—¡Uno!
Estuvo tan cerca. Arrojo sus cartas de colores a la mesa y su cubrió el rostro con los brazos.
—No puedo creerlo. Creí que esta vez si te ganaba.
Valentina tenía una gran sonrisa triunfante en el rostro, que tanteó el plato de nuevo y buscó una paleta para dársela al príncipe. Le acarició con toquecitos el cabello y este levantó la vista un tanto aturdido.
—Buena suerte para la próxima.
Stefan le observó y aceptó el regalo de consolación. Luego entre los dos comenzaron a guardar las cartas de colores.
—En casa, mi hermano Noa siempre ganaba —contó Vale haciendo un solo bonche—. Una vez jugamos hasta bien entrada la madrugada; la primera en caer fue Ari. Le dio su juego a Lily, porque al día siguiente tenía que ir a trabajar, así que el resto nos quedamos hasta que hubiera un ganador. Se acabaron las cartas y mezclamos las que estaban en el centro, ¡tres veces! —Sonrió con nostalgia y Stefan le miraba muy atento, había descubierto que le encantaba escucharla hablar de su vida antes de Rosnia, antes de él—. Al final, Charlie se quedó dormido, yo también estaba muy cansada, pero me negaba a rendirme y aunque sentía que podía caer en cualquier momento, aguanté hasta que… Noa volvió a ganar —bufó.
Stefan rio con ella. Luego le paso la caja y metió las cartas.
—¿Los extrañas?
—Mucho —soltó de inmediato con un toque de tristeza.
—¿Por qué lo dices así?
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Editado: 12.08.2025