La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

200. Dorian

Cuando la tarde cayó, poca fue la interacción con mi madre. Estaba más ocupada terminando de planificar los detalles del banquete de la noche.

A mi padre lo vi después de comer y se alegró de verme. No podía decir lo mismo. Hace tiempo dejé de ansiar su atención, pero era bueno saber que de vez en cuando me recordaba.

Poco a poco el gran salón del palacio se fue llenando de invitados.

Miembros de la corte y otras casas reales que fueron invitadas al banquete entraron con sus trajes y vestidos elegantes. Mi padre quería dedicarlo en honor a su hijo mayor y su prometida, según lo que me contó mi madre, pero desde un par de días antes de mi llegada, cambiaron el motivo a uno de mera convivencia.

Cuando Vero vio entrar a sus padres por la gran puerta, se soltó de mí y dejé que se acercará a saludarlos. Yo también lo hice. Después de todo siempre habían sido amables conmigo.

Algunos miembros de la corte se acercaban a saludarme, platicar conmigo. Deseaban saber que había sido de mí y hacían menciones a mi próxima boda. Caso contrario a cuando mencionaban la de mi hermano, solo veía incertidumbre en sus palabras.

Lo tomaba todo con calma, aunque yo lo menos que mencionaba eran precisamente las bodas.

Reconocí algunas caras, excompañeros y conocidos que alguna vez estudiamos juntos, que alguna vez los vi en grados superiores o inferiores y que ahora estaban aquí, ocupando un espacio con sus familias.

Como me hubiera encantado, ver a Conner o a Franky, pero ellos se movían en otros ámbitos. Aunque Conner era el más cercano porque trabajaba en el parlamento, no todos eran invitados a eventos de realeza, solo a audiencias importantes.

Recibía comentarios de todo tipo. Aludiendo que Vero y yo éramos una buena pareja, muy acorde. Otros que comentaban abiertamente haber perdido la oportunidad de emparejar a sus hijas, sobrinas o primas conmigo. Y yo solo sonreía por obligación.

Los comentarios que más me incomodaban eran donde apreciaban a la “princesa de los rumores” con mi hermano y querían escuchar de mi algún cumplido.

Apenas asentía y me disculpaba.

Lejos estaba ella acompañada de mi hermano. Y este era, a mi parecer, demasiado posesivo, con una mano en la cintura y una sonrisa que decía “es mi trofeo”.

Se me revolvía el estómago de solo pensar que Stella aceptará ese trato.

Pero no era mi problema, ¿cierto?

Había venido a ver a mi madre y cumplir con mi obligación. Nada más.

Hace rato que Vero no estaba cerca de mí. No me preocupaba, ella era libre de pasar tiempo con su familia, después de todo, había vivido los últimos poco más de dos años lejos de ellos.

Todos escuchamos cuando llegó mi prima, Farah. De un tiempo acá, mi madre creía que estaba detrás del príncipe Stefan.

Este todavía no hacía acto de presencia. Por eso pude ver como mi prima saludaba a varios de los invitados y buscaba a alguien con la mirada.

Incluso fue efusiva con Stella. Supongo que mi madre tenía razón.

Un poco harto de ver como todos parecían sentirse a gusto y tener un lugar al que pertenecer, el sentimiento de vacío se instaló en mí.

Y queriendo escapar del bullicio interno y externo, salí un rato de todo el alboroto solo para ver las estrellas más tranquilas de lo que yo he estado los últimos tres años.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.