La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

202. Dorian

—Es hora de que vuelvas a Rosnia. No me siento tranquilo dejándote aquí sola. Hasta ahora no he intervenido por respeto a ti, pero cada vez que hablamos por teléfono no puedo evitar sentirte ansiosa —señaló el príncipe, Stella se removió inquieta en su lugar antes de contestar.

Después de que Stella regresó adentro, la inquietud en mí me pedía acompañarla. Algo no estaba bien, la conocía, solía ser más efusiva, pero había miedo y temor en su actuar. Y eso fue suficiente para preocuparme. Fue estúpido de mi parte haberme quedado un minuto más antes de ir tras ella.

Y, sin embargo, cuando lo hice solo pude ocultarme tras la puerta del balcón, los soldados de mi hermano la habían encontrado primero. Desde el reflejo de la ventana podía observarlos, Stella estaba tensa, quería quitárselos a como dé lugar de encima y ellos solo insistían. Me crispe cuando el soldado estuvo por obligarla a ir con ellos, entonces el príncipe Stefan apareció y atrás de él, su guardia Valentina.

Todos habíamos escuchado historias sobre la guardia, los soldados no eran tontos como para enfrentarse a ella y menos en un baile de la Casa Real. No les quedó de otra más que retirarse, también la guardia lo hizo, vigilando que los dejarán solos.

No me vio o si lo hizo, no hizo amago por alejarme.

No era mi intención escucharlos, pero de moverme me verían, pero no solo eso me incomodó, sino su plática…

—Aun no, solo dame un poco más de tiempo, creo que sé dónde están el resto de pa…

—Stella, no. No quiero que te sigas arriesgando.

¿Arriesgando?

—Por favor, Stefan —suplicó Stella, este parecía mirarla muy serio.

—No puedo creer que te diré esto a ti también, pero por favor, aunque sea por una vez, ponte en primer lugar y deja de preocuparte por los demás.

Eso llamo especialmente mi atención. Stella había llegado a vivir a Saltori por voluntad propia, a menos…

Algo más estaba sucediendo y yo no alcanzaba a percibir de qué se trataba.

Entonces después de una breve pausa, Stella respondió.

—¿Confías en mí?

Pese a la tenue luz del pasillo, noté que el príncipe suspiró pesado antes de pasarse la mano por el pelo. Yo habría hecho lo mismo en su lugar.

—He confiado en ti todo este tiempo, pero no quiero que te pase algo.

—Entonces permíteme terminar esto. Te prometo que pronto regresaré a Rosnia.

—Una semana —Stella se irguió sorprendida, no entendía nada, pero al parecer no era la respuesta que esperaba—. Es lo máximo que puedo darte, no vas a arriesgarte más tiempo.

—¡Stefan!

—No Stella, cometí un error al permitirte…

—No digas eso, tú a diferencia de Eddy y de nuestro padre has sabido escucharme y darme mi lugar. No solo eres un gran gobernante, también eres un gran hermano.

El príncipe se rasco el cabello de la nuca y se movió nervioso, Stella sabía cómo lidiar con él y eso me hacía entender un par de cosas.

—Ya no voy a permitir que Valentina te dé más consejos sobre mí. —Por primera vez en mucho tiempo escuché a Stella reír y una sensación de calma me invadió, no sabía cuánto extrañaba su risa— No te rías. Precisamente porque me preocupas es que quiero protegerte.

—Te lo suplico, sigue confiando en mí. Sabré cuidarme.

—Bien, pero con la condición que si en esta semana, Vale y tu no encuentran nada, me importará muy poco el tratado de paz, moveré cielo, mar y tierra para llevarte de vuelta a casa y sabes que puedo cumplirlo.

—Completamente —respondió Stella convencida—. Dos palabras tuyas y todos tendrán miedo de Valentina.

—Hablaba de mí.

—Ambos sabemos que solo ella es capaz de todo eso.

Stefan soltó un bufido indignado. Entonces Stella tomó a su hermano del brazo y caminaron juntos por el pasillo.

—Yo también puedo verme temible —replicó él.

Stella se río ligeramente.

Por primera vez desde que llegué la vi tranquila. Pero la conversación resonó en mí.

¿Tratado de paz? ¿Encontrar algo? Y el hecho de mencionar más de que Stella se estaba “arriesgando”. Mi madre no quiso decirme nada hace tres años, pero las ideas más locas vinieron a mi mente en varias ocasiones y de nuevo se presentaban. Yo también la había notado ansiosa desde que llegue, pero al verla con su hermano podía ver a la misma Stella de siempre.

Solo entonces salí de mi escondite. Vero tenía razón; había algo que no cuadraba en todo esto. ¿Por qué la insistencia en llevarse a Stella de vuelta a Rosnia?

—¿Estas bien? —preguntaron a mi lado.

Sentí una mano tocarme el brazo. Vero acababa de llegar a mí y me veía preocupada.

—Sí, ¿por? —contesté por inercia, pero ella no parecía estar segura.

—Es que, de pronto te quedaste aquí, como si estuvieras perdido. —Señaló el marco de la puerta y apenas pude reaccionar a lo que me decía.

—Sí, yo… amm… solo fue el cambio de clima. Afuera estaba fresco y aquí es más cálido —justifique y solo así pareció creerme.




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