203. Stefan

Mientras Stefan repasaba los documentos que Simón había preparado para que él los presentará en la audiencia con el rey de Saltori, Valentina seguía concentrada analizando los planos del castillo. Extendía y disminuía las imágenes de la tableta una y otra vez, veía pisos, nombres, pasillos y no lograba encontrar lo que buscaba.

A veces dejaba escapar un “mmm” y en otras ocasiones un “jumm” que Stefan no dejaba pasar de largo.

Miro hacia al frente, había tráfico. Llegarían tarde a la velada.

—Vamos retrasados —comento y Vale asintió con la cabeza.

—¿Te preocupa llegar después que tu novia?

Stefan bajo los documentos y puso los ojos en blanco.

—No es mi novia —replicó por quinta vez en la semana, el solo gesto saco una risa burlona en Valentina.

—Los periódicos no dicen lo mismo.

—Los periódicos mienten. ¿No puede haber una genuina amistad entre dos naciones?

—¿Ella sabe que es amistad?

—Valentina, por favor.

—Ya estas. Parare por hoy —dijo, pero su sonrisa no se detuvo—. Solo usas mi nombre completo cuando estas enojado.

En ningún momento se volvió hacia el príncipe, pero este si que la veía a ella. Observó cuando comenzó a tantear el apartado entre los asientos donde guardaba sus dulces y decidió ayudarle a abrir el respaldo.

—Gracias —respondió a su ayuda, tomando un chocolate y destapándolo después—. No entiendo, sé que las evidencias que buscamos deben estar en esta zona, —señaló una parte en particular de los planos— pero aquí no hay ninguna habitación. La registre en el baile del año pasado y no había nada.

—El año pasado… ¿cuándo tuvimos el incidente en público?

—Esa misma noche.

—Quizá los planos están desactualizados.

—Me los dio la reina. Estoy segura que están bien.

—O quizá los documentos que buscas no existen.

—Existen. Los vi en mi visión. Esa es la razón por la que conseguí los pases con la reina para asistir al banquete de hoy. Sé que los encontraré, el problema es que aún no sé cuándo ni en dónde.

Stefan no respondió más. Pensó en una posible solución. Valentina era muy buena en su trabajo y a veces quería ayudarla como ella lo hizo con él, pero no sabía cómo. No quería quedarse atrás. Aunque la chica le decía que ya le daba mucho con el sueldo que le otorgaba. El dinero siempre era un tema importante para ella y eso le hacía entender que vivió en la pobreza y de solo imaginar las dificultades que tuvo que atravesar, le daba un vuelco al corazón.

—Me rindo con estos planos —dijo y soltó la tableta sobre sus piernas—. Improvisaré en la práctica.

—Gracias —soltó de pronto el príncipe y la chica lo miró sorprendida.

—¿Por qué?

—Por ayudarme a recuperar a mi hermana.

—Es mi trabajo.

—Haces mucho más que tu trabajo.

Vale le devolvió el gesto con una sonrisa amable. Stefan sabía que era sincera.

—Sabes que tengo seis hermanos y perdí a uno. —Hizo una pausa y los ojos le brillaron, pestañeo para no soltar lagrimas frente a él—. Sé que es perder a un hermano. Sé que es vivir preocupada por el bienestar de los demás. Sé que es no contar con ayuda —confesó y apretó los labios—. Es un placer poder ayudarte.

No iba a llorar al recordarlos. No estando a solas con Stefan. No quería que él viera ese lado vulnerable de ella. Era demasiado orgullosa para mostrar sus solitarios sentimientos.

—Sí hay algo que alguna vez pueda hacer por ti, no dudes en pedírmelo —pidió Stefan.

Vale le observó y asintió lentamente. Había tenido muchos amigos a lo largo de su vida, pero pocos verdaderamente interesados en ayudarla. Le conmovía contar con él.

—Lo tomaré en cuenta.

Otro silencio se hizo presente. No era incomodo, era amigable y necesario. Era “un estoy aquí” mudo.

De nuevo cada uno volvió a sus pensamientos, pero más pronto que tarde, como una estrella fugaz una idea le apareció en la cabeza a Stefan y comprendió porque Vale no lograba a encontrar la habitación que tanto buscaba.

—Oye —la llamó, buscando su mano y la chica dio un respingo con el gesto—. Creo que sé donde podrían estar los documentos que buscas.