Casi todos los presentes en el desayuno se habían retirado de la mesa. Casi. Porque mi madre y yo nos quedamos hasta el final.
Ella daba indicaciones a las criadas y yo la esperé.
Le pedí a Vero que se tomará la libertad de hacer lo quisiera en el castillo y no me esperará, después de todo, pronto tendría que irme a la audiencia.
Apenas mi madre se dio la vuelta me vio, esperándola a un costado de la mesa y me dedico una mirada preocupada. Me acerque a ella y no esperé a que fuera la primera en hablar.
—Madre, ¿qué está pasando? —pregunté directo, sin rodeos, ya no podía esperar.
Ella miró de soslayo por encima de mi hombro y suspiro.
—Lo que has escuchado. Es bastante probable que se cancele la propuesta de matrimonio de tu hermano.
—¿Por qué?
—Hijo…
—Me hiciste creer que era su deber y ella me dijo que aceptaba su destino. ¿Por qué ahora? ¿Simplemente porque cambio de opinión o porque fue una imposición?
—Es… complicado.
—Mencionó que estaba obligada a vivir aquí. Significa que nunca estuvo de acuerdo…
—Aquí no —me interrumpió de pronto cuando entraron más sirvientes a seguir recogiendo los adornos y los platos—. Ven a verme a la noche. Te contaré todo lo que sé y que me corresponde decirte, pero no sigas. No te metas en problemas.
—¿Por qué me metería en problemas?
—Eres muy obvio —confesó y sentí un poco de vergüenza—. Al menos para mí.
—Solo quiero saber que sucede.
—Quieres entender que sucedió —aclaró ella y sentí que quizá era exactamente eso—. Muy dentro de ti ansías conocer esas respuestas y saber si hay alguna esperanza.
—Yo no…
—Cuando vayas a la audiencia, no apoyes a tu hermano —pidió interrumpiéndome de nuevo y la observé confundido—. Te prometo que sabrás la razón, pero no lo apoyes.
—De acuerdo —me rendí.
Aún no podía saber su versión, pero si podía conseguir la de otra persona: Stella.
Y pese a que me dije que trataría de mantenerme lejos de ella. La verdad es que no podía, no sabiendo que quería romper su compromiso, no con las mismas dudas que me atormentaron hace tres años reapareciendo después del desayuno de hoy.
Y por eso la busque. De algún modo u otro obtendría información de ella, pero ¿cómo comenzar? Habíamos sido distantes desde nuestro reencuentro, más yo que Stella.
No había visto a Sunny y sí que quería hacerlo. Así que pensé que era la oportunidad perfecta. Y esperé. Esperé a que su guardia se fuera para acercarme a ella.
Admito que cuando la chica me vio, pensé que me ahuyentaría como a los soldados de mi hermano, pero en cambio me observó con curiosidad y siguió su camino.
Entonces lo hice, busqué a Stella e intenté hacer las preguntas, pero no supe como formularlas y cuando creí que tenía una idea en mente, la vi de reojo. Stella tenía una sonrisa muy tierna en el rostro y las palabras se desvanecieron.
Creí que algo se me ocurriría al estar a Sunny, pero no fue así. Estaba en blanco con solo verle los ojos verdes.
Me enterneció y también dejé escapar sonrisa.
Y eso me hizo recordar a la primera vez que rescatamos a los gatitos.
Era verdad que deseaba ver a Sunny, pero también necesitaba aprovechar este momento a solas para hablar con ella.
Me recordé que debía preguntarle sobre lo que dijo su hermano. Necesitaba saber sus verdaderas razones detrás de haber aceptado el compromiso. De aceptar vivir en Saltori… pero cuando su vista se posó por encima de mi hombro, la sonrisa de Stella se desapareció.
—Su alteza, su excelencia —escuchamos detrás de mí, el soldado llegó a interrumpirnos. Mientras yo ostentará otro título, se referirían a mí de otra manera—. Me disculpo por la interrupción. He venido a escoltar a la princesa.
—¿Por qué? —cuestioné sin darle oportunidad a Stella de hablar, el soldado también pareció sorprenderse.
—El príncipe Donovan ha solicitado que su prometida permanezca dentro del ala este. No se le permite estar sola sin supervisión, hasta terminada la audiencia.
El tono fue firme, pero no agresivo. Aun así, mis puños se cerraron. ¿Supervisión? ¿Desde cuándo Stella necesitaba vigilancia?
Stella aspiró aire, visiblemente incómoda. Ella tampoco estaba enterada de la orden.
—Estoy bien. Solo estoy mostrándole a Sunny su otro dueño —dijo con suavidad, señalando a la gata.
—Lo lamento, alteza. Tengo órdenes —respondió el guardia sin mirarla directamente. Me di cuenta que evitaba hacer contacto visual con ella. Quizá también a él le incomodaba esa orden absurda.
—No está sola. Esta conmigo —añadí y vi como el soldado titubeaba—. Puedes volver a tus actividades.
—Pero…
—Es una orden —sentencie.
No tenía la misma autoridad que Donovan, pero si más poder que antes y debía aprovechar que los soldados respetaban por igual a la familia real.
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Editado: 12.08.2025