Dorian llegó a mí y me acorralo entre él y la pared. Y si soy sincera, yo tampoco hice amago en moverme. Era como si no tuviera control de mí misma en ese momento.
O, mejor dicho, no lo tenía, prefería quedarme ahí ante la expectación de lo que estaba haciendo.
—¿Qué pensaste cuando saliste así del cuarto? —preguntó en un susurro ronco y yo trague saliva
—No lo pensé —confesé del mismo modo.
Mi respiración comenzaba a acelerarse y el calor que él emanaba también podía percibirlo, pero no me disgustaba. Al contrario, quería más.
De pronto sentí sus dedos recorrer mi piel desnuda subiendo por mis muslos y su respiración cerca de la mía.
—¿Segura? —alce la mirada y veía sus ojos perdidos y oscuros.
Estaba segura que él podía verme igual. Más aún cuando no me quedé atrás y mis manos también buscaron el borde de su camisa, tanteando un poco la piel de su abdomen. Se fue inclinando cada vez más y yo por inercia intenté levantarme de puntillas. Jadee y fue suficiente para casi caer ante él y él ante mí... Casi porque el fuerte toquido de la puerta nos asustó a los dos.
—¿Su alteza? —preguntaron del otro lado y reconocimos a uno de los sirvientes.
Brinque del susto y reaccione. Me alejé de él y corrí a la habitación para cambiarme, pero apenas lo esquive oí que dijo mi nombre y cerré la puerta.
Mi corazón estaba muy acelerado y mi respiración igual.
Sí seguía así no iba a aguantar. Lo extrañaba muchísimo y seguía siendo mi debilidad.
Lo amaba. Todavía lo amaba y no tenía idea de cuanto resistí al no lanzarme a sus brazos… hasta hace un momento.
Eso estuvo cerca. Demasiado cerca. Un poco más y… y ojalá hubiera pasado.
Dorian tocó la puerta de la habitación para avisarme que habían venido a buscarnos. Le dije que salía en un momento y volví a colocarme la ropa húmeda; era mejor que salir con solo la camisa y mis piernas al descubierto.
Cuando salí de la habitación, él no me miró y yo tampoco hice mucho contacto.
Simplemente dejamos que los sirvientes que habían logrado llegar en los carritos que usaban para recorrer largas distancias dentro del palacio nos llevaran de vuelta.
Y esta vez, a diferencia de antes, el silencio reino entre los dos.
Aun me costaba regular mi respiración, pero lo estaba atribuyendo al clima y el frío que hacía. No iba a aceptar lo mucho que me descontroló su tacto.
Su sola cercanía hizo que olvidará por completo lo que leí de él. ¿Era bueno o era malo? No sabía cómo interpretarlo.
Cuando vi la fachada del palacio, de pronto sentí miedo. Hasta entonces me volví consciente de todo. ¿Qué pasa si Donovan había regresado y se enteraba de esto?
Se supone que iba a volver pronto y en lugar de eso, me quede atrapada, no sé cuánto tiempo, a solas con Dorian. Casi lanzándome a sus brazos. Lo estuve protegiendo tres años como para echar a perder todo en cuestión de días.
Que descuidada había sido. Me sentí tan bien a su lado que casi olvidé todo…
Tonta. Mil veces tonta.
—No te lastimes —mencionó Dorian de la nada y regresé al presente con el tacto de su piel; acababa de poner una mano suya sobre las mías porque no me di cuenta del daño que me hacía rascándome el borde de la uña—. Simplemente quedamos atrapados por la lluvia —me recordó.
—Es el frío —justifique ocultando mis manos.
—Y yo solo te pedí, que no te lastimes —reiteró.
No dije más. Le hice caso y trate de calmarme, pero entonces se quitó la toalla que antes traía consigo y la puso encima de la mía. Ahora usaba dos toallas y él nada.
—Pero…
—Tienes frío. Acabas de decirlo —me interrumpió sin verme—. Además, ya vamos a llegar.
Y si era verdad. No duro mucho tiempo sin algo conque protegerse porque llegamos al palacio y entramos. De inmediato su madre corrió hacia nosotros con Sunny en brazos. Me sentí muy tonta por todo y creo que no fui la única, porque Dorian también soltó una risa cargada de alivio e ironía.
—Entró por el ventanal apenas comenzó a llover —explico la reina—. Me di cuenta que no volvían y mandé a buscarlos.
—Gracias —comenté al acercarme.
Otro par de sirvientes también se aproximaron y le brindaron una toalla a Dorian. Subiríamos a nuestras habitaciones para cambiarnos y entrar en calor.
—No quiero que se resfríen —dijo la reina mientras me frotaba con sus manos a mí y luego a su hijo.
—Estaremos bien, solo fueron unas cuantas gotas —replicó este pero la mirada de su madre no decía lo mismo.
—No seas descuidado con tu salud —regañó y yo quería reír por la reprimenda—. Casi lo olvido, alguien ha venido a verte —informó y noté la cara de confusión de Dorian.
Yo también sentía curiosidad y nervios. Al fondo escuche una voz pequeña y aguda. Entrando al recibidor, apareció Vero con una pequeña que llevaba de la mano.
Observé la escena y sentí como mi cuerpo se paralizaba. El rostro de Dorian se ilumino y avanzo a donde ellas.
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Editado: 23.07.2025