La noche había caído y yo seguía en mi habitación. Después de la ducha, después de hablar con mi madre, después de quedarme atrapado en mis pensamientos, seguía sin saber cómo iba a acercarme. Había sacado uno de los libros de mi estante, ahí seguían los pétalos de rosas que una vez recibí en una de las cartas de Stella.
Pronto escuche gritos en los pasillos y algo de bullicio. No solo me sorprendía que tales escenas se dieran en el castillo, sino que la preocupación me invadió cuando uno de los quejidos provenía de mi madre.
Enseguida cerré el libro y salí corriendo de mi habitación, algunos de los sirvientes se acercaron a la habitación de donde provenían los gritos. Empezaban a amotinarse cerca, hasta susurraban, más no entraban, parecían pensárselo bien antes de actuar, a medida que avanzaba observé como Stella se abría paso y entraba a la habitación sin importarle los sirvientes.
Apresuré mi paso. En cuanto me vieron llegar los sirvientes, se movieron inquietos. Me asome por el umbral de la puerta, madre yacía en el piso y Stella le abrazaba. Donovan estaba de frente con una punta de chimenea en mano, entonces la princesa se levantó y lo encaró.
—¡Muévete, Stella! —vociferó mi hermano.
—¡No! —contestó ella sin miedo.
—¡No te incumbe!
—¡Me incumbe tanto si tocas a cualquiera en este castillo!
Algunas sirvientas se conmocionaron por su valentía. Esto hizo que Donovan se molestará aún más.
—Ultima advertencia —amenazó Donovan y Stella y lo encaró.
—Me has sembrado tantas advertencias que ya no me importa. Mi silencio no volverá a ser tu victoria.
Mi hermano alzó el brazo y Stella lo detuvo, no le tenía miedo en absoluto, pero eso no me importó. De igual manera me apresure a intervenir cuando con la mano libre, Donovan jaló del cabello a Stella.
Le arrebate la mano y lo empuje, entonces la soltó y ella se hinco para volver a abrazar a la reina. Mi hermano y yo nos miramos fijamente, ambos bastante tensos.
—¡No las toques! —amenacé mientras lo apuntaba con un dedo.
—Aquí no pasa nada, querido hermanito.
—¡Lastimó a la reina! —acusó Stella.
Donovan hizo el intento por dar un paso al frente y yo lo bloquee. Si era necesario actuaria con la misma energía que él, pero no iba a volver a lastimar a mamá y menos a Stella.
—Sal de aquí —ordené.
—Tú no me das ordenes, Dorian. O ¿acaso olvidas cuál es tu lugar?
—Antes de ser príncipe sigo siendo hijo de mi madre, así que vete si no quieres ver como olvido que soy tu hermano.
Se hizo un silencio tan tenso que podría cortarse con cualquier navaja. Donovan pareció impresionarse y hubiera hecho algo, de no ser porque las miradas de varios sirvientes estaban puestas sobre ambos. Nada estúpido, hizo la punta a un lado y salió de la habitación.
Solo entonces todos se relajaron, todos a excepción de mí, aún tenía los fuertes sentimientos a flor de piel.
Me giré para verlas, Stella aun abrazaba a mamá que tenía la cabeza hundida en el cuello de la princesa. Me acerqué e hinqué con ellas.
—¿Están bien?
Stella asintió, pero mamá no levantó la cabeza.
—¿Su majestad? —preguntó Stella.
—Por favor, ve a descansar. Gracias por apoyarme —contestó mamá sin levantar el rostro.
No insistí, me puse de pie y busqué con la mirada a uno de los guardias que acababa de llegar.
—Acompaña a la princesa a su habitación, que nadie entre a molestarla —ordené—. Déjanos a solas —le pedí a Stella más tranquilo.
Ella me miró preocupada, pero obedeció sin decir palabra alguna. Le dio a mi madre un último abrazo y me reverencio antes de salir de la habitación.
Entonces cerré la puerta y despaché a los sirvientes, necesitaba hablar con mi madre, asegurarme que estuviera bien.
—Madre, ¿se encuentra bien? —pregunté preocupado, había mantenido la calma hasta ahora, necesitaban verme fuerte por más furioso o asustado que estuviera.
La reina por fin despego las manos de su cara, apenas había un roce en su mejilla, una línea fina de sangre, misma que me hizo enfurecer, pero me contuve al ver sus ojos asustados, estos no estaban así por ella y yo lo sabía perfectamente.
—Dorian —dijo tomándome del chaleco—, tienes que sacarla de aquí.
—¿Qué…?
—La princesa, tienes que sacarla de aquí. A tu hermano no le interesa y apenas tenga oportunidad, va a desquitarse con ella.
Tome a mamá por los hombros y la ayude a levantarse.
—Madre, primero tienes que calmarte. No sé qué estás diciendo.
—Tienen que llevarse a la princesa, llévala de nuevo a Rosnia, corre peligro aquí.
La voz de mi madre se quebraba, jamás la había visto tan asustada, algo realmente grande estaba sucediendo para que ella dijera estas cosas y yo debía mantener la compostura antes de caer en el mismo pánico.
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Editado: 12.08.2025