La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

226. Valentina

Luego del bochornoso momento que Valentina pasó, recorrieron el lugar. Era enorme, no tanto como el palacio, pero no dejaba de ser una gran residencia.

Decorada con muros de piedra y detalles en color vino, en sus paredes había algunos cuadros y decoraciones que la hacían ver sofisticada la residencia.

A diferencia del palacio, sus escaleras estaban pegadas a la pared lateral y la gran entrada llevaba al resto de espacios en la planta baja de la casa.

Se sentía satisfecha de verlos a todos felices. Simón y Stefan platicaban un poco de los detalles faltantes y lo que debían entregarle al duque y hasta al frente el ex príncipe y la princesa iban muy felices tomados de la mano recorriendo este nuevo lugar.

Algunos sirvientes los reverenciaban a su paso y también se presentó la jefa de sirvientas ante su nuevo empleador.

Valentina bien sabía que era cuestión de tiempo para que la princesa dejará el castillo y viviera con su novio. No durarían demasiado tiempo separados o bien para que finalmente se casaran. Lo que sucediera primero a Stefan ya no le molestaba, estaba tranquilo sabiendo que su hermana era feliz.

Lo mismo Simón y casi lo mismo ella.

Casi.

Los observó a todos en sus respectivos mundos y suspiró.

—Supongo que llegó el momento —murmuró para sí misma.

Había hablado con Noa la misma noche en que volvieron a Rosnia.

En primer lugar, para saber que habían llegado bien y que la madre del ahora duque se encontraba a salvo.

En segundo lugar, para confesarle a su hermano como es que sobrevivió a la caída en el risco y como llegó a Rosnia y se convirtió en guardaespaldas del príncipe heredero.

Valentina no durmió esa noche. Tampoco es que lo hiciera a menudo, pero últimamente lograba pasar más horas descansando y eso sí que le sorprendía, porque hacía años que las pesadillas le invadían durante la madrugada.

Sin embargo, prefirió retomar la costumbre de no dormir para hablar con su hermano por teléfono.

Espera a que Ari se enteré —mencionó Noa en un tono juguetón y Valentina de inmediato dio un respingo.

—¡No! —gritó y temió ser demasiado ruidosa como para despertar a los demás—. ¡Ni se te ocurra decirle! —amenazó la chica del otro lado de la línea—. Me va a matar de verdad cuando se entere.

Pero Noa soltó una carcajada y siguió provocándola.

Esta bien, esta bien. Tú ganas. No se lo diré a Ari… por ahora.

—¡Noa!

A cambió me devolverás el favor con otro —pidió en un tono superior y Vale se lamentó de haberlo llamado a él y no a Charlie.

—Uuuggg —se quejó y se palmeó la frente un par de veces—. Bien, pero nada arriesgado.

Lo prometo. —Noa hizo una pausa y luego Vale lo escuchó suspirar— No le diré nada a Ari, pero ¿y Javi?

Por primera vez en mucho tiempo, Vale sintió dolor.

Miedo. Tristeza. Pavor.

Sus manos sintieron una corriente de nervios fluir y bajo la vista muy abrumada. Recordar sus ojos furiosos y lo último que le dijo le dolía en el corazón.

—Nadie puede saberlo Noa, todavía no.

¿Ni siquiera Javi? —insistió.

—Ni siquiera él —pidió Vale con pesadez y escuchó el resoplido de Noa.

Escucha. No es que el resto no te queramos tanto como él, pero Javi es con quien siempre tuviste más complicidad. Ustedes tres siempre fueron inseparables y sin Tristán y sin ti, las cosas se volvieron difíciles para Javi. ¿No crees que también merece una explicación?

Sabía que Noa tenía razón, pero a Valentina todavía le dolían las palabras que le dedicó y lo horrible que la miró.

Todavía se lamentaba haberle fallado.

Se abrazó a sí misma tirada en el suelo a un costado de la cama y miró la luna que se asomaba por la ventana.

—Yo… volveré cuando sea el momento.

Vals…

—Será pronto. Lo prometo. Solo quiero… —pensó bien en sus próximas palabras, pero en lugar de eso, la imagen de los príncipes sonriéndole cada vez que ella los acompañaba vino a su mente y se dio cuenta que iba a ser difícil decir adiós— solo quiero dejar las cosas bien aquí antes de volver.

Valentina escuchó un último suspiró cargado de resignación salir de su hermano mayor e imagino que este se agarraba el puente de la nariz. Siempre hacía eso cuando estaba frustrado, cansado o resignado.

De acuerdo —contestó al cabo de unos segundos.

—Gracias Noa.

¿Vals?

—¿Sí?

Te queremos —soltó y Vale sintió como se ponía rígida ante las palabras, era vergüenza porque no se sentía merecedora de su cariño—. Los cinco te queremos mucho y también te extrañamos. Y… no fue tu culpa. Todos nos equivocamos, tú, yo, Ari, Javi, todos. Vuelve cuando estes lista. Te esperamos con los brazos abiertos.




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