La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

229. Valentina

—Vaya, vaya. Cuando te vi, genuinamente creí que estaba alucinando, pero luego disté el primer golpe y reconocí de inmediato tu manera de pelear —mencionó el hombre con gran regocijo mientras daba vueltas a la silla donde Valentina se encontraba amarrada—. Precioso pajarito, sí que eres todo un espectáculo.

La guardia le observó con ojos fulminantes. Lo odiaba. A él, a sus hermanos y a toda su organización. Los odiaba infinitamente y apenas descubrió quién había ayudado escapar a Donovan Lastroke supo que esto se estaba volviendo personal.

—Cuéntame, ¿cómo hiciste para sobrevivir? —preguntó el hombre con placer.

—Hierba mala nunca muere —contestó la chica con sorna.

El hombre soltó una carcajada sonora y finalmente ocupó la silla frente a ella.

—Ya decía yo que la manera en que frustraron mis negocios era demasiado parecida a lo sucedido en casa —expresó sacando un cigarrillo, encendiéndolo y soltando una bocanada de humo—. Dos veces, Valentina. Dos veces has arruinado mis planes.

—No eran tan sólidos como pensabas —se burló ella.

Al hombre no le hizo mucha gracia el comentario y se recargó de lado.

—Llama al carnicero —indicó a su ayudante detrás de él—. Dile que proceda con el resto del zoológico.

Vale dio un respingo y las cadenas en sus pies sonaron. Entonces el hombre se volvió a observar y disfrutó de verle el rostro horrorizado.

—Ya no eres tan valiente, ¿verdad? —se burló— Oye, mejor dile al carnicero que no haga nada por ahora, pero… —Hasta ahora no dejaba de verla solo para saborear cada uno de sus gestos— pero infórmale que su precioso pajarito está vivo.

La chica intentaba no respirar fuerte, ni siquiera quería temblar. Ya había analizado el lugar, algo se le ocurriría, siempre era así. Incluso cuando estuvo a punto de morir y sobrevivió, un golpe de suerte llegó a ella.

Esperaba que sucediera lo mismo. Tenía que suceder. Aún no se había disculpado con Javi. Aún no había visto al resto de sus hermanos y Stefan… que pasaría con él si desaparecía. Tenía que protegerlo, se lo prometió a él y a su padre. Tenía que salvarlos, al príncipe, la princesa y el duque… pero para eso primero tenía que calmarse.

—El famoso Colibrí Negro —mencionó de nuevo el hombre—. ¿Qué haces volando tan lejos de tu valle?

—Negocios. Igual que todos —contestó con calma.

Tenía que entrar en el papel, igual que antes, igual que cuando no le importaba nada.

—¿Qué clase de negocios? —insistió el hombre recargando su cabeza en su mano sobre su pierna.

—Ya sabes. Lo de siempre —Valentina se encogió de hombros—. Llegó, me ganó su confianza, los traicionó y los mató.

—Mi socio dice que trabajas para la Familia Real del país vecino —informó el hombre, pero Vale no cambió su rostro—. Llevas cuatro años siendo leal. Es mucho tiempo como para no haberlos matado, ¿no crees?

—Son negocios diferentes de este lado del mundo.

—Ya veo. Te estás corrigiendo.

—Piensa lo que quieras. Igual vas a morir.

—Creí que ya no asesinabas.

—No si no es necesario.

Una pausa llena de diversión se surco entre ellos. Este hombre era “El negociador”, el que llevaba las riendas del cartel. En casa “El carnicero”, su hermano, fue el mismo que la metió en problemas en el pasado, pero el peor de todos había sido ese al que llamaron alguna vez “El oso”, el ser más despreciable que Valentina había conocido y… al que también había matado.

Apenas se enteró que Donovan había escapado, la chica se movilizó para capturarlo. Su sorpresa: descubrir que uno de los negocios ilícitos en los que estaba envuelto tenía que ver con la expansión de la banda criminal que había enfrentado Valentina en casa. La misma que redujo a más de la mitad y que jamás creyó que llegaría a este lado del mundo para continuar con la expansión en una medida desesperada por crecer.

Después de todo, había sido su culpa que buscarán nuevos horizontes.

O eso sentía ahora que había descubierto que el ex príncipe Donovan estuvo ofreciendo negocios con ellos con tal de obtener dinero rápido y fácil.

Sí tan solo los hubiera eliminado por completo en el pasado…

—¿Qué hay de ti? —añadió Vale en un intento por ganar tiempo— ¿De verdad confías en tu socio?

—No tanto —admitió el negociador— pero si accedí a ayudarlo a escapar fue por dos razones, ¿quieres escucharlas?

—Claro.

—La primera; conoce la zona y nos ayudará a crecer en estas islas.

—Tiene sentido.

—La segunda: te conoce y te odia tanto como nosotros queremos cazarte.

—Felicidades. Me tienes atada de pies y manos. Literalmente —bromeó la chica mostrando sus manos amarradas.

—No Valentina. Aún no. Primero el príncipe hará su parte del trato. Le dimos libertad de acabar con aquellos a los que tanto odia. —Vale sintió tensión, pero la disimuló, tenía que llegar a ellos pronto—. Ahora mismo debe estar llegando a Rosnia para acabar con el nuevo duque. Después de que termine, regresará con nosotros y al fin procederemos a nuestros planes en casa.




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