Stefan estaba saboreando el dulce que servía el negocio a orilla de carretera. Lo probó la primera vez que fue a Dessen junto con Valentina. Ella pidió detenerse a probarlo y le agradecía infinitamente. de verdad era delicioso y podía saborear cada bocado del budín de frutos derretirse en su boca.
—¿Quieren? —les preguntó a sus guardias que le acompañaban esa noche.
estos negaron con la cabeza.
—De acuerdo —respondió y se echó otro bocado—. Valió la pena interrumpir a mi hermana y su novio con tal de comer este postre.
Estaba a nada de terminar su porción cuando un par de autos a toda velocidad pasó cerca de ellos. Algo andaba mal y sospechó desde el momento en que vio como solo uno de ellos se detuvo de golpe a unos metros.
Se acercó a su auto y los guardias de inmediato se percataron de la desconfianza del príncipe heredero.
Del otro auto, se bajaron cuatro tipos, uno tenía una foto que comparó con él y Stefan lo supo.
—Mierda —mascullo.
Se echó al piso cerca del coche, mientras sus guardias se hacían cargo. No le dejarían tomar un arma, pero mientras pudiera entrar al coche y sacar la pistola de toques que Vale le había enseñado a usar, lo sentiría como ganancia.
Se escucharon las primeras detonaciones y maldijo por eso. Uno de sus guardias cayó al suelo y otro más se acercó a él para protegerlo.
—Necesito entrar al auto —dijo alzando la voz encima de los disparos.
—Le cubro —informó el guardia.
Un disparo rebotó cerca de ellos y se escucharon más detonaciones. Uno de los vidrios se quebró.
Solo un poco más. No tenía idea de que estaba ocurriendo esta vez, pero era un mal momento para que Vale estuviera lejos. Ahora mismo necesitaba volver con Stella y Dorian y asegurarse que ellos estarían bien.
Entró al auto, rebuscó en la parte de atrás y alzó uno de los respaldos, ahí estaba su arma. La cargo, pero una sombra del otro lado de la ventana le alertó. Uno de los tipos apuntó hacia él, más no disparó. Cayó antes de tiempo al suelo y reconoció el impacto que lo derribó.
Su chica había llegado y por inercia sonrió.
Salió del auto y casi se incorpora de golpe de no ser porque Valentina, que estaba encima del capote le observó y regañó a sus intenciones.
—¡Ni se te ocurra! —ordenó— ¡Quédate ahí!
—¿Te he dicho que alegras mis días? —bromeó al verla derribar a otro desde arriba.
—Alegró tu vida, porque siempre la estoy salvando —contestó jadeando al acabar con uno más.
El resto de guardias rodeó al príncipe y solo uno se acercó a apoyar a Vale, pesé a que no pudiera hacer mucho porque ella sola se deshizo de los tipos en cuestión de segundos.
Cuando quedaba uno que se arrastraba por el asfalto directo a su auto, Valentina le lanzó un toque eléctrico de su pulsera y luego se puso encima de él. No a un lado. Encima. Puso su rodilla en su columna, aprendió sus brazos y le jalo del cabello colocando una daga bajo su cuello.
—¿Dónde está? —preguntó con voz amenazante.
El sujeto apenas podía verla, pero comprendió enseguida quien era su rival.
—La Manada caerá —susurró tembloroso pesé a que intentaba ser fuerte.
—El negociador ha muerto igual que el resto de la base que tenían en Saltori. Tu suerte no será distinta a la de tus compañeros si no cooperas. Ahora dime, ¿dónde está Donovan Lastroke?
Para este punto, Stefan se acercó lo suficiente para escuchar. Sabía que algo raro ocurría cuando Valentina no se había reportado las últimas dos noches.
Al observarla mejor, tenía el pelo desaliñado, el traje negro con manchas de polvo y algunas manchas todavía más oscuras. No quiso concentrarse en averiguar a quién pertenecían, pero era un tema serio como para que sacará su lado más letal.
—El negociador nunca cae.
—Ah, ¿no? Adivida porque estoy aquí —cuestionó Vale con sorna.
El tipo le vio bien y palideció al ver su gesto tenebroso.
—Yo soy el Colibrí Negro —susurro a su oído para que Stefan no la escuchará.
—Dessen —pronunció el tipo con miedo—. Ya debió llegar a Dessen junto con otros seis hombres.
Vale pensó en matarlo ahí mismo, pero no quiso hacerlo con Stefan cerca. Lo golpeó con fuerza y lo dejó inconsciente. Luego se levantó.
—Ustedes, encarcélenlo y úsenlo como testigo —señaló a tres guardias levantándose para que lo aprendieran y luego se dirigió a los otros cuatro—. Y ustedes acompáñenos a Dessen. La princesa y el duque están en peligro.
—Ya escucharon —añadió Stefan y los guardias respondieron con un “Si, su alteza”.
Luego se acercó a la chica. Al verle bien el rostro encontró una cortada en la mejilla, una mancha oscura en la sien y otras pequeñas salpicaduras rojas por todo el rostro. Está notó los ojos nerviosos del príncipe al verla de pies a cabeza.
—No es mía —aclaró Vale—. ¿De dónde vienes?
—Dessen. ¿Y tú?
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Editado: 12.08.2025