Además del calor abrazador que se abría paso, me sentí mareada y falta de aire, no solo por el humo… ¡Esta era la visión que había tenido en el pasado!
¡Dorian! Él estaba arriba.
No. No podía pasar. No había vuelto a ver esto en ninguna visión.
¡No podía estar pasando!
El caos estalló de inmediato. Sirvientes gritando y guardias corriendo. Humo espeso comenzó a llenar los corredores. Y yo solo pensaba en Dorian.
Intenté subir las escaleras, pero buena parte ya estaba ardiendo.
Sin embargo, alcancé a verlo a través del humo… tal como recordaba.
Volvió a llamarme y reaccioné. No era momento de paralizarse.
—¡Estoy bien! —traté de tranquilizarlo.
Cuando lo escuché asegurar que tomaría el pasadizo me sentí un tanto más tranquila. La parte de arriba aún no estaba destruida. Él estaría bien. Tenía que estarlo.
Yo vi un futuro, su futuro… su futuro.
Solo suyo…
No. Solo estaba demasiado nerviosa.
El calor, el humo, la tensión. Todo me confundía.
Bajé apresurada los últimos escalones, pero no llegué lejos. Una segunda explosión me alcanzó.
El impactó me lanzó como si fuera una muñeca de trapo. Todo se volvió borroso y resonante. Me dolía la espalda y también la parte baja de la cabeza. Me había golpeado con una estructura de madera. El aire se me escapaba como si algo me oprimiera el pecho.
Tosí, pero no fue suficiente. El humo hacía cosquillas ásperas en mi nariz y garganta.
—¡Princesa! —alcance a oír una voz lejana, no lograba distinguir de quien— ¡Princesa! ¿Puede levantarse?
Un par de manos me ayudaron y fui más consciente de mi alrededor: fuego en las cortinas, una lámpara rota en el suelo, uno de mis cuadros ardiendo.
Asentí lentamente porque el solo movimiento me provocó un pinchazo agudo detrás de la oreja y un retumbo en la nuca.
—Sí, sí puedo —contesté débil y tosiendo—. Estoy bien.
Un temblor involuntario me recorrió la pierna izquierda. Al intentar apoyar el pie, me tambaleé. Uno de los sirvientes me sostuvo con rapidez.
Varios sirvientes ya estaban llegando a la entrada, me detuve un poco más para observar, estaba dispuesta a ayudar a quienes aún no salían.
—Princesa, tiene que ponerse a salvo —me pidió el sirviente con urgencia.
—Ustedes primero —dije con determinación y de pronto me sentí como Valentina. Si me viera, no sabría si estuviera orgullosa de mi o me regañaría por mi actuar—. ¿Quién falta?
—Las cocineras, pero seguro usaran la salida trasera —aseguró—. Por favor tiene que salir.
—Pero…
—Está bien, conocen esta casa. Sabrán ponerse a salvo —insistió el hombre y opté por creerle.
Acepté el trapo húmedo que me cedía, pero cuando mi mano lo tomó sentí como temblaba mi muñeca. Intenté restarle importancia. Usé el trapo como mascarilla y me sentí un poco mejor, aunque el dolor en la espalda y el mareo aún eran constantes.
El temblor en mi pierna seguía ahí, y ahora mis manos también me temblaban.
No podía parar. No ahora.
Una parte de mí sabía que algo no estaba bien. Pero si me detenía, si aceptaba lo que sentía, colapsaría.
Y yo no podía caer. No mientras otros aún necesitaran ayuda.
No mientras no estuviera segura de que Dorian se encontraba bien.
Seguí al sirviente hasta la salida y observé como el fuego ya había consumido buena parte del interior. Afuera el aire fresco me golpeó la cara. Comparado con el calor abrasador, se sentía delicioso salir.
Parte del humo escocía en mis ojos y algunas lágrimas salieron, pero al final no supe si se trataba de la tensión del momento, del miedo al darme cuenta que esta fue la visión que tuve o de mis nervios queriendo saber que Dorian estaba bien.
—¿Conocías el pasadizo de las habitaciones que llevan a las afueras del palacio? —pregunté al sirviente que me sostuvo todo este tiempo, este asintió—¿Qué tan lejos está la salida?
—Unos veinte minutos caminando. Hay que adentrarse al bosque y rodear —explicó—. ¿Cree que el duque tomó el camino?
—Lo hizo —respondí muy segura de mi respuesta, porque así era, Dorian me lo había dicho—. Tengo que ir con él.
—Es peligroso mientras no sepamos qué fue lo que sucedió —me respondió y yo negué con la cabeza.
—No importa, tengo que ir con él.
Y comencé a caminar. Encontraría a mi príncipe. Ya no portaba el título, pero para mí siempre lo sería. Escuché algunas exclamaciones detrás, pero no hice caso. De pronto mi pierna volvió a temblar y apenas me sostuve del tronco de un árbol. Dolía, pero yo tenía que anteponerme, Dorian me esperaba.
—Princesa, al menos déjeme acompañarla.
El sirviente se acercó y lo miré por el rabillo del ojo. Agradecí con la mirada y me erguí. Caminó conmigo mientras veíamos cómo se quemaba la Mansión Dessen detrás de nosotros. El fuego y el humo ahora también salía desde las ventanas y aunque varios trabajadores trataban de echar agua con cubetas que extraían desde la bomba que alimentaba los jardines, los esfuerzos eran poco útiles.
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Editado: 12.08.2025