La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

232. Dorian

Estábamos frente a frente a mitad de la noche, entre la oscuridad del bosque, ambos atentos a cada movimiento del otro.

Sentía el zumbido del golpe en mi espalda, pero intenté no enfocarme en ello. No hizo falta que Donovan dijera nada para comprender a que se debía el incendio y el ataque. Lo supe en cuanto lo vi.

—Pensé que estarías muerto —comentó con una ceja alzada—. Que decepción. Honestamente creí que sería la princesa quien saldría por el pasadizo como la zorra escurridiza que es, pero que seas tú quien haya tomado el atajo tampoco me viene mal.

Temía por Stella, pero confiaba en que, si Donovan estaba aquí, es porque ella debía estar a salvo lejos de él. No sabía cómo había escapado o llegado hasta aquí, pero no dejaría que huyera de nuevo. No le dejaría acercarse a Stella.

—¿Qué pasa?, ¿no tienes curiosidad de porque estoy aquí, ni lo que tengo planeado para tu hermosa princesa?

No respondí. No iba a caer en su juego.

Tenía que pensar en algo.

—Igual te contaré. Después de matarte iré con ella y la torturare y luego le entregaré el cuerpo a su hermano y haré lo mismo con él. Y al fin podré hacerlos pagar por lo que me hicieron.

—Suenas muy confiado —me burlé, es lo mejor que podía hacer en lugar de mostrarle miedo.

Donovan sonrió de lado.

—La guardia ya no está. Las hermosas coincidencias de la vida. Unos viejos amigos suyos eran mis nuevos socios. Se encargaron de ella antes de venir aquí. ¿Cómo crees que pude infiltrarme?

Mi mente buscaba una salida. Podía correr si tomaba el camino detrás de mí. Quizá aun alcanzaba a llegar a la entrada de la mansión…

—Ni te molestes. No vengo solo —informó y ladeo la cabeza hacia la izquierda.

Miré de soslayo. Un hombre alto y corpulento estaba cerca. Más no se movió. Era su ayudante, sin duda alguna, pero si acababa con Donovan muy probablemente el tipo se me iría encima.

Apreté la mandíbula. Tendría que ser más rápido corriendo si es que quería salir ileso de ese tipo.

—Tu princesa bastarda y tu están atrapados. Seguro mis acompañantes ya se han hecho cargo de ella.

Masculle una maldición interna. No iba a aceptarlo.

Stella no estaba en peligro. Estaba rodeada de los sirvientes que lograron salir de la mansión a tiempo. Estaba seguro de ello… quería estarlo. Iba a aferrarme a esa idea y no caer en su provocación. Ellos la protegerían, tenía que ser así.

—Confieso que me hubiera gustado ver la cara de la guardia una ultima vez. Ver como la torturaban a ella y a sus hermanos. Una familia bastante singular, ¿sabes? ¿Les contó sobre eso alguna vez? Bueno, no importa. Tuve que cederles el placer de encargarse de ella a cambio de su ayuda. Y aquí estamos.

Un breve atisbo de burla se instaló en mí. Él no sería el único que jugaría a este juego.

—¿Alguna vez viste pelear a esa chica? No tienes idea de lo que hablas. Ni siquiera has visto lo que es capaz de hacer. Sería patético que creyeras que ya te deshiciste de ella.

Alcancé a verle como fruncía ligeramente el ceño. Sonreí por dentro.

—Una sola persona no puede acabar con toda una organización.

—Y, sin embargo, querías a esa sola persona de tu lado, pero jamás lo lograste. ¿Tienes tan poca memoria?

Vi como apretaba el palo de madera con el que me había golpeado.

—Estaría viva si hubiera aceptado mi trato.

—Esta viva y no precisamente por aceptarte —me jacté—. Igual que Stella, igual que yo, igual que Stefan.

Se lanzó a golpearme y alcancé a esquivarlo. No negaré que el palo rozo mi brazo, pero forcejeé con él y logré bajar sus manos antes de proporcionarle un buen golpe.

Donovan retrocedió y la sangre le salió de la nariz, pero eso no le detuvo.

—No te emociones, hermanito —farfulló—. Estoy seguro que tu princesa bastarda ya esta muerta para este momento.

Me hizo enojar y le propine otro puñetazo, pero lo esquivo y me golpeo con el palo en el estómago. Retrocedí un par de pasos, pero Donovan volvió atacarme. Caí al suelo e intenté patearlo. Forcejeábamos, ninguno con la ventaja. Jamás me había enfrentado a él físicamente, pero me aliviaba ver que tenía la fuerza para hacerlo.

—¡Voy a matarte! —vociferó entre jadeos— Pagarás por lo que me has hecho.

—Tu eres el único culpable —respondí con la misma furia—. Todo lo que te paso fue solo una probada del daño que ocasionaste durante años.

Logré golpearlo, y soltó el palo, pero apenas se apartó me golpeo en la cara e intentó someterme. No se lo dejé tan fácil. No podía rendirme.

—Todos debían amarme. Todos debían alabarme, pero no fue así. Siempre estuvieron esos molestos príncipes de Rosnia y luego tu.

Me dio otro golpe y sentí el sabor metálico de la sangre dentro de mi boca, pero eso no me detuvo.

—Tú eras la sombra. Yo era el heredero —continuó—. La segunda opción. No importaba cuanto te hiciera a un lado, siempre encontrabas el modo de fastidiarme. Dentro del colegio. Entre los sirvientes, incluso con la princesa. Te llevaste el derecho de quererme solo por estudiar con ella. Me quitaste todo.




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