Dorian.
No pensé que llegaría el día en que pudiera llamarla mi esposa.
No después de todo lo que pasamos. De perderla. De reencontrarla. De casi perderla otra vez. Y sin embargo… aquí estaba. Esperándola al final del pasillo, con las manos temblando por dentro y el corazón al borde.
Esta vez no era de miedo. Esta vez era una emoción tan grande y tan indescriptible que cortó mi respiración apenas la vi llegar.
Era simplemente que... verla caminar hacia mí era... ella… toda ella era hermosa.
El jardín estaba lleno de flores blancas, bugambilias y luces suspendidas que flotaban como estrellas. La música sonaba suave. Y todos los invitados guardaron silencio cuando ella apareció.
Stella venía acompañada del brazo de su hermano, con un vestido blanco que de inmediato identifique como obra de Vicky y vaya que le agradecía, siempre supo cómo hacer destacar (todavía más) a mi hermosa princesa. Su cabello recogido con pequeñas flores, dejaba al descubierto su clavícula de la que ansiaba llenar de besos en nuestra noche. Y su sonrisa… esa sonrisa que me removía y reconstruía a la vez.
Por un segundo, olvidé que había más gente. Que había protocolos. Que no estábamos solos. Para mí solo estaba ella. Stella. Mi princesa.
Cuando llegó a mi lado, Stefan me la entregó en silencio, pero con una sonrisa. Había algo en su mirada que me decía más que mil palabras. Sé que en el fondo sabe que lo haré perfectamente, pero de todos modos lo piensa; pedirme que la cuide y la haga feliz. Y sí, eso pretendo hacer.
—Estás hermosa —susurre y ella rio nerviosa. Esa risa… Dios, podría vivir mil años y nunca aburrirme de ella.
—No te quedas atrás —respondió con un gran brillo en los ojos—. Me miras como si fuera lo más bonito del mundo.
Tiene razón.
Porque para mí, ella siempre ha sido eso.
—Eso eres —dije con cariño y me devuelve la sonrisa conmovida.
La ceremonia comenzó. No miré hacia atrás, pero sabía que ahí estaban en primera fila mi madre cargando a Sophie y Alondra a un lado, seguidas del príncipe Stefan, el resto de mi familia materna y nuestros amigos más cercanos.
Incluso Vero estaba ahí, compañada de Vicky, Conner y Franky. Su amistad y alegría hacia nosotros era sincera.
Y mi futura esposa estaba un poco inquieta jugando con el borde del ramo, pero de pronto le tomé discretamente la mano y le susurré:
—Tranquila, en otra vida te habría amado igual, pero me alegra que haya sido en esta.
Ella intentó hablar, pero su voz se quebró. Así que se limitó a sonreírme con amor y articular un “te amo”.
Nos colocamos los anillos. El mío llevaba su nombre grabado por dentro. El suyo, el mío.
—Pueden besarse —dijo el oficiante.
Y lo hice. La besé como la primera vez. Primero lento, intentado saborearla, recordando como comenzó todo, Como si no hubiera pasado nada antes y no existiera nada después. Solo ese instante. Y luego ella ahondó un poco más como diciéndome que siempre fui yo. Que siempre me amó y que me seguirá amando el resto de nuestras vidas.
Después vino la celebración. Vicky dio un brindis tan emotivo que todos aplaudieron. También debía reconocer que Simón organizó todo con tal precisión que no dejaba de recibir halagos.
Y mientras todos disfrutan de la comida, Valentina y Franky nos sorprendieron con algunas canciones para amenizar. De la chica guardaespaldas estábamos enterados que nos complacería con su voz, pero no creí que Franky se le uniría.
Ni siquiera sabía que tenía un don para cantar, pero lo disfruto tanto y nosotros también.
Conner no paraba de repetir: “¡Al fin!” y Alondra se reía en voz baja. Si ella disfrutaba de la fiesta ¿Quién cuidaba de Sophie? Busque con la mirada creyendo que era mi madre, pero quién nos impresionó fue Stefan cargando y bailando con la pequeña Sophie en brazos y es que era inevitable no quererla.
Y habiendo observado a todos felices y concluido con la orgullosa mirada de mi madre sobre nosotros, yo… yo ya no pude dejar de mirarla.
Stella estaba igual de contenta que yo.
Pronto bailamos nuestra primera canción. No había coreografía. No había ensayo. Solo estábamos ella y yo moviéndonos como si el mundo girara más lento para que pudiéramos bailar tranquilos.
—¿No estas cansada? —pregunte en cierto punto, los últimos días había estado durmiendo un poco más debido al embarazo, pero ella negó con la cabeza.
—Estoy bien, hoy nos está dejando disfrutar de la fiesta —contestó feliz y puso mi mano en su vientre—. Espero que también lo esté disfrutando.
—No más que nosotros de saber que viene en camino —añadí contento y le di un corto beso.
Alejándonos un poco de todos, dejé que ella descansará en la banquita más cercana y le peiné ese mechón rebelde que había escapado durante la fiesta.
—Valentina ya lo sabe —mencionó de pronto.
—Imaginaba que sí.
—Tuvo una visión —continúo—. Sabe que será y recomienda que no me hagas enojar si quieres preservar tu cabello —en ese momento solté una corta risa—. Bueno, no dijo eso exactamente, pero si mencionó que consideraras cuidar tu cabello.
#8286 en Novela romántica
#3401 en Fantasía
#1402 en Personajes sobrenaturales
romance, princesa realeza romance principe, enemytolovers romance odio amor
Editado: 12.08.2025