La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

Avance exclusivo

Stefan ya había bailado y bebido suficiente y sin embargo no se sentía mareado o cansado como de costumbre. Está vez por alguna razón estaba más animado, pero de todos modos pararía con las copas por hoy.

Más hijas de miembros de la corte se acercaban a él de tanto en tanto y no les decía que no. Siempre era cortés con cada una de ellas sin elevar sus ilusiones.

Pero quién se le pegaba más que el resto era Farah Liorente, primera princesa de Fairspren y prima mayor de su cuñado, Dorian De Vires Liorente.

Farah era preciosa, eso Stefan no lo negaba. Aunado a su físico también era inteligente, carismática y tenía porte y elegancia.

Sí que lo reconocía y aun así… no pensaba en ella más que como una buena amiga.

Ahora mismo podía observar que ella venía camino hacia él por tercera ocasión en la noche. Motivo suficiente para iniciar rumores, pero más allá de recibirla con gusto y una breve plática, tuvo que disculparse y alcanzar a los lores que le esperaban desde hacía media hora.

Farah comprendía los deberes de dirigir una nación, después de todo había sido criada del mismo modo que su hermano mellizo para ser reina, aunque era poco probable que ella adquiriera la corona de su país.

Aceptó las disculpas de su querido amigo y homónimo y se limitó a observar cómo se iba.

Acabó su copa y tomó otra de la bandeja que iba cruzando frente a ella.

Pensó en que era lo siguiente que debía hacer para acercarse más tarde… hasta que una sola persona cruzando la entrada del salón llamó su atención.

Farah se enderezó un momento al reconocerlo. La última vez que supo algo de él, estaba de gira por Latinoamérica con la banda que le había acogido. Ni siquiera estuvo presente en la boda de su prima, la segunda princesa del reino de Rosnia, la princesa Stella De Vires ahora duquesa de Dessen por matrimonio.

Farah parpadeó antes de que sus pies caminarán por si solos hasta casi alcanzarlo.

Casi porque reconoció su gesto y hacia quien iba dirigido y paro en seco.

Mientras que Valentina se adentraba de poco en poco al gran salón, podía notar una que otra mirada sobre ella. Estaba acostumbrada a las decenas de ojos que le seguían durante el día cuando rescataba a alguien en su ciudad natal. O cuando se paraba frente a un escenario con su guitarra y tocaba su música sin parar.

Pero aquí, donde era una desconocida con esa vestimenta o poco reconocida hasta que se daban cuenta que era la famosa guardia personal del príncipe heredero, por primera vez, se sintió cohibida.

Debía ser el vestido. Ella no usaba vestido, estaba segura que no debía vérsele bien o quizá era su caminar. Apenas y sabía usar plataformas. Siempre andaba a tenis y botas. ¿Lo estaba haciendo bien?

El calor se instaló en sus mejillas y estaba a nada de darse la vuelta y salir corriendo cuando la calidez de su mano la consoló.

Yohan le sonrió con amabilidad y la atrajo hacía él con paciencia.

—Concéntrate en mí —pidió con dulzura—. Deja que hablen y vean. Créeme que todo es positivo.

Valentina le siguió a sus indicaciones y se dejó llevar por el joven que acababa de conocer.

—Hace años que no usaba vestido —confesó abrumada.

—¿Desde cuándo?

—Desde… —hizo una pausa recordando cuando fue la ultima vez y antes de desaparecer la sonrisa, se obligó a parpadear y olvidar el pasado— la preparatoria —mintió a medias—. Usé uno en mi graduación.

—Bueno, no sé te ven nada mal.

—Lo dices por cortesía.

—Lo digo por dos razones: La primera porque es verdad y la segunda porque me agradas.

—La segunda razón hace que la primera no sea muy convincente que digamos.

—Bueno, me gusta ser sincero y directo. Como ahora mismo, por ejemplo: Has llamado mi atención desde el primer momento en que te vi.

Valentina soltó una risa un tanto abochornada y a la vez agradable que a Yohan le emocionó.

—Dime chica superestrella, ¿sabes bailar? —Vale negó con la cabeza— Bueno, hoy es tu día de suerte. Soy muy buen maestro.

—¿Esto será como los clichés de series y películas donde te piso el pie y al final mis pies están sobre los tuyos para que aparentemos bailar estupendamente?

—Eso depende de ti y tus habilidades. Pero si no funciona, bien podemos salir de este salón y pasar el rato en el jardín.

—Me gusta la idea.

Yohan le observo los ojos castaños tan grandes y tan brillantes que se perdió un momento en ellos.

—A mí también —soltó al final.

Y mientras Vale aprendía una breve lección de baile donde cada tercer paso había un pisotón, la realidad es que Yohan no se quejó ni una sola vez y se limitaba a soltar comentarios divertidos para su compañera.

Le dio una vuelta y volvió a sus brazos. Hacía mucho que no la pasaba así. Que no vivía esa experiencia de conocer a alguien diferente y a la vez tan parecido a ella, que se sentía bien.

Dio un paso más y casi trastabilla, de no ser por el rápido agarre de Yohan.




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