La Rosa del Criminal - 2

¿Quién?

Rose estaba en su cama, confundida con todo lo que había pasado en su vida. Se preguntaba si estaba destinada a no ser feliz. La gente dice que todo sucede por una razón, pero en su caso, ella no podía encontrar ninguna razón a tantas desgracias.

 

Cuando sus ojos se llenaron de agua, parpadeó para dejar que las lágrimas surcaran por sus mejillas. Luego abrió los ojos para mirar el techo, que le parecía un vacío. Estaba decidida mentalmente a que la suya era una vida deprimente y que, aunque ocurriera algo bueno, no duraría para siempre.

 

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta principal se abrió de un empujón. Con un movimiento rápido, se levantó de la cama esperando que fuera Michael, pero se equivocó. Melisa estaba frente a Rose con una cara de preocupación y enojo, que Rose no podía entender.

 

Melisa dejó escapar un suspiro frustrado al ver la cara pálida de Rose, los ojos cubiertos de ojeras y su cuerpo débil.

 

—¿Es realmente una tarea difícil llamar a tu amiga y compartir lo que sientes? —reclamó.

 

—Melisa, por favor…

 

Melisa no la dejó terminar su frase. Levantó la mano, mostrando la palma a Rose, indicándole que cerrara la boca.

 

—Y lo peor, es que aunque venga aquí, no hablarás nada y me cerrarás la puerta en la cara poniendo excusas estúpidas. Pero no me voy a ir, Rose —. Gritó Melisa.

 

Rose se quedó callada con sus gritos. Melisa se sentó en el sofá y tomó la mano de Rose, arrastrándola a sentarse a su lado.

 

—Rose, sé que lo que ha pasado no es tan fácil de olvidar, pero no puedes mantenerte confinada en estas cuatro paredes.

 

—¿Qué más debo hacer, Melisa? —Rose gimió, la observó angustiada. —Tengo miedo. Asustada de la gente. Todo el mundo me hace daño y realmente es demasiado para mí.

 

—Rose… —Melisa le sostuvo la palma de la mano, tratando de consolarla. El día en que Rose se dio cuenta de que Michael la había engañado, se lo contó todo a su amiga, la cual quedó más que sorprendida y seguía intentando consolar a Rose, pero todos sus intentos por animarla, funcionó.

 

—Sabes lo mucho que le quiero. Yo… Confié en él. Me entregué a él. Confié en todo lo que me dijo. Pero al final, todo resultó falso. ¿Por qué Melisa? ¿Qué mal hice?

 

—Rose, puedo entender por lo que estás pasando pero sentarte en tu casa, llorando todo el día, no te dará respuestas.

 

—Puedo obtener las respuestas sólo si Michael regresa, y no sé dónde está —gritó alterada. —Él… desapareció justo después… de que se sintiera satisfecho conmigo. Sasha tenía razón. ¿Por qué Michael se quedaría con una chica aburrida como yo? Tal vez se aburrió de todas las otras chicas y para tenerme a mí, hizo todo el drama—. Sollozó poniendo su cara entre las palmas de sus manos.

 

Melisa la rodeó con su brazo.

 

—Rose, tú lo conoces mejor que yo. ¿En serio crees que luchó tanto para tenerte por una noche? Sé todo apunta a eso, pero Rose… deberíamos saber por qué lo hizo, antes de sacar cualquier conclusión. ¿Por qué no le preguntas a su amigo Marcos? Él podría saberlo.

 

—Le pregunté. Le rogué que lo contara, pero no abrió la boca. Él… me ignoró. ¿Qué debo hacer? —Siguió limpiando sus lágrimas, que caían como un río interminable. —Michael, Marcos y todos los que están relacionados con él… No puedo confiar en ellos. Siento que Marcos sabe dónde está Michael, pero me lo está ocultando. Marcos me considera como su hermana, ¿es esta la forma en que alguien trata a su hermana?

 

—Rose, las verdades no saldrán preguntando sólo una vez. Deberías insistir más. Lucha contra Marcos o contra quien creas que puede darte la información que necesitas. Cuando Michael estaba contigo, parecías valiente y deberías serlo ahora también, por ti misma.

 

Melisa sostuvo la cara de Rose entre las palmas de sus manos y le secó las lágrimas con los pulgares.

 

—Rose, todo saldrá bien, algún día. Por favor, no pierdas la esperanza y la paciencia. No por ahora, al menos —la animó.

 

Rose asintió con la cabeza, todavía llorando.

 

—Ahora, ve a lavarte la cara. Te prepararé algo para comer. Me quedaré contigo hoy.

 

En el inquietante silencio, resonaba el tintineo de las cadenas, produciendo un ruido molesto, continuamente. Aunque le dolían las muñecas por sus intentos de liberarse, Michael no dejó de intentarlo. Sus manos estaban atadas por cadenas, sujetas a ganchos, que colgaban del techo. Sus pies estaban en el suelo intentando salir de aquella habitación, pero las cadenas que estaban atadas a sus manos a ambos lados se lo ponían muy difícil.

 

—¡Argh! —gruñó tan fuerte que alertó a los de seguridad que custodiaban la oscura habitación.

 

—Soltadme, cabrones, o os enseñaré el verdadero infierno—. Rugió Michael.

 

Michael no tenía ni idea de quiénes eran o qué querían de él. El día en que se encontraba en la zona de Rose’s Garden, sintiendo los rayos del sol, despreocupado por todo, notó a alguien detrás de él, pero antes de que pudiera reaccionar, recibió un golpe de varilla en la cabeza que hizo que se le nublara la vista y cuando estaba a punto de recuperar el control de sí mismo, fue rociado con algo, probablemente un spray de droga que le hizo caer inconsciente.

 

Cuando abrió los ojos, estaba encadenado. Sólo le desataban cuando necesitaba comer o ir al baño. Intentó luchar y escapar, pero le resultó imposible cuando toda la zona estaba llena de innumerables guardias con armas en las manos. Antes de escapar de allí, necesitaba saber quiénes eran.

 

—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué coño quieres de mí? —siguió gritando.

 

El guardia respondió después de irritarse con sus continuos gritos.

 

—Nuestro jefe va a venir aquí, hoy. Hasta entonces mantén tu boca cerrada.

 




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