La Rosa del Criminal - 2

En peligro

La conversación con Rafael tenía a Michael inquieto, enfadado y preocupado. En el fondo, tenía miedo. No podía imaginar que algo le pasara a Rose. No quería que ni la sombra de Rafael se acercara a ella.

 

 

Tiró de las cadenas poniendo toda su fuerza como si estuviera decidido a romper incluso el techo. Aunque sabía que no era posible, siguió intentándolo e intentándolo hasta que perdió toda su energía.

 

 

Cayendo de rodillas, tomó aire. Quería ver a Rose, tocarla, sentirla y besarla hasta olvidar su anhelo. Nunca había pasado tanto tiempo sin verla y eso le estaba haciendo daño. Además, le preocupaba lo que había pasado con su plan. Estaba seguro de que Marcos podría no haberlo ejecutado con su desaparición. Se preguntó cómo se habría sentido Rose. Sólo deseaba que Rafael no se encontrara con ella y que estuviera a salvo.

 

 

Los recuerdos de su noche seguían pasando por delante de sus ojos; su hermoso rostro, su cuerpo y sus suaves gemidos seguían resonando en sus oídos, lo que le estaba volviendo loco. Su mente, su concentración y todo estaba lleno de un solo nombre, una persona; ella.

 

 

—Rose… —murmuró. —Vendré a ti pronto, Rose. Por favor, sé fuerte.

 

 

Se puso de pie, mirando las cadenas que lo ataban. Se fijó en los alrededores con la esperanza de que hubiera una salida, pero no encontró ninguna, excepto la puerta que se abriría cuando entraban los guardias. No había posibilidad de romper las cadenas, salvo abrirlas con la llave.

 

 

—¿Cómo? —murmuró. Al mismo tiempo, uno de los guardias entró con un plato de comida en las manos, para la cena.

 

Dejando el plato en el suelo, desbloqueó la cadena derecha de Michael que liberó su mano. La mano de Michael cayó cuando su músculo se liberó de la presión que lo sujetaba. Normalmente sólo le desbloquean una de las manos y no podían arriesgarse a liberar las dos, ya que sabían que debían tener cuidado con él.

 

 

—Come—. Ordenó el guardia, alejándose.

 

 

—¿Quién diablos me da el agua? ¿Uno de tus padres? —gritó Michael.

 

 

El guardia apretó la palma de la mano, apretando los dientes. Quería golpear a Michael hasta perder el aliento, pero se controló pensando en su jefe; Rafael. Si se tratara de otra persona, que no fuera Michael, seguramente lo habría matado, pero era el hermano de Rafael.

 

 

En un minuto, el guardia volvió con el vaso de agua. Se agachó para poner el vaso junto al plato.

 

—¿Qué hace Rafael? Viéndolos a todos, puedo deducir claramente que hace algo ilegal. Díganme.

 

 

El guardia se acercó más a él y le miró a los ojos, enfadado.

 

—No es asunto tuyo saberlo.

 

 

—Como dice que soy su hermano, es mi incumbencia saber lo que hace. Ahora contesta.

 

 

—Sólo puedo decirte que tengas cuidado con él.

 

 

Michael asintió con la cabeza, sin prisa y en un rápido movimiento, rodeó el cuello del guardia con su mano derecha, estrangulándolo con fuerza. El guardia intentó liberarse pero fue en vano. Intentó gritar, pero sus sonidos fueron amortiguados. Cuando Michael se dio cuenta de que el guardia no se movía, lo dejó en el suelo, lentamente, sin hacer ningún tipo de ruido.

 

 

Comprobó sus bolsillos en busca de la llave y, para su suerte, ésta seguía en su bolsillo. Inmediatamente, abrió la otra cadena y comprimió un gemido que estaba a punto de sonar en un tono fuerte. Durante un minuto, se masajeó las dos manos para aliviar el dolor. Con pasos firmes, se dirigió hacia la puerta.

 

Como uno de los guardias ya había caído, habría otro guardia fuera de la habitación. Como esperaba, el guardia estaba allí y sin darle oportunidad de reaccionar, Michael le rompió el cuello.

 

Sabía que era casi imposible escapar de allí pero lo intentó, por Rose. Como no tenía idea de los lugares donde estarían los guardias, caminó en otras direcciones para escapar de sus miradas, pero se encontró con otras otras personas, las cuales derribó fácilmente.

 

 

Era un gran edificio situado en un lugar desconocido para él. El sonido de las olas del agua, el mar al lado del edificio, le hizo darse cuenta de que estaba cerca de la orilla, pero no tenía una idea exacta. Definitivamente no podía escapar fácilmente, necesitaba hacer algo más.

 

 

Sus manos recorrieron el cuerpo del guardia en busca del teléfono móvil. Desbloqueando el móvil con la huella del guardia, marcó el número de Marco. Era Marcos, el único que podía ayudarle. La llamada fue contestada, pero antes de que Marcos pudiera hablar, un disparo hizo que Michael cayera de rodillas y el móvil también, rompiéndose en pedazos.

 

 

Las lágrimas llenaron los ojos de Michael mientras la sangre surcaba por su espalda. Tosió sangre, tratando de tocarse la herida. Antes de que pudiera hacer nada, otro disparo le alcanzó por la espalda. No quería que su vida terminara así. Quería ver a Rose y sólo fue su rostro el que se desplegó frente a sus ojos antes de que la oscuridad lo rodeara.

 

 

—¡Michael! —Rose abrió los ojos, gritando.

 

El sudor se formó en su cara y su cuerpo tembló debido a su pesadilla en la que Michael estaba muriendo. Sus ojos se llenaron de lágrimas y algunas de ellas ya rodaban por sus mejillas. Aunque sólo era un mal sueño, empezó a sollozar murmurando su nombre.

 

 

Por alguna razón desconocida, sentía que Michael estaba en peligro y el mero hecho de pensarlo, la estremecía. Se dio cuenta de que eran sólo las ocho de la noche. Cuando llegó a su casa desde la oficina, se quedó dormida y la pesadilla la asustó mucho.

 

 

Le dolía mucho la cabeza y la temperatura del cuerpo aumentaba. Secándose las lágrimas, se levantó de la cama, temblando. Se puso las manos calientes en la cara y en las manos para darse cuenta de que tenía un poco de fiebre. Ignorando su estado, se lavó la cara y juntó las manos, rezando por la seguridad de Michael.




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