La Rosa del Criminal - 2

Su asunción

Sintiendo el pequeño calor de los rayos de sol que caían sobre su piel, Rose abrió lentamente los ojos. Parpadeó dos veces antes de poder ajustar su visión. Se dio cuenta de que había dormido en el suelo, junto a la puerta. Dejó escapar un pequeño gemido tratando de reunir fuerzas mientras se levantaba. Estaba tan cansada, y la temperatura de su cuerpo era tan alta que la hacía temblar.

 

Arrastró los pies por el suelo para llegar a su dormitorio. Sus pensamientos seguían pensando en el incidente de la noche anterior, lo que aumentaba su estado de escalofríos. Comprobó si Marcos la había llamado, pero no vio ninguna llamada perdida de él que le doliera. Aunque quería refrescarse, se dejó caer en la cama cuando su estado de salud no la soportó. No estaba en condiciones de ir a su oficina, así que se tomó un día libre después de llamar a su jefe. Le contó a Melisa su estado y le pidió que se ocupara de algunos trabajos, que tenía que terminar con prioridad.

 

Cuando estaba a punto de dormirse, el sonido del timbre de la puerta la perturbó. No quería moverse, pero se levantó de la cama y abrió la puerta para ver a Melisa frente a ella.

 

—¿Melisa? —Murmuró Rose, sorprendida.

 

—Te he traído frutas y pastillas. ¿Cómo te sientes?

 

Una pequeña sonrisa apareció en los labios de Rose mientras sus ojos se llenaban de lágrimas ya que con la presencia de Melisa, sentía que no estaba sola.

 

Melisa entró para darle las cosas que había comprado para ella. Cuando tocó la mano de Rose, se dio cuenta de que su temperatura era demasiado alta y lo comprobó claramente, colocando su palma en las mejillas y manos de Rose.

 

—¡Oh, Dios mío! Rose, deberíamos ir al hospital—. Melisa sonaba preocupada.

Rose movió la cabeza negando. Antes de intentar hablar, cayó inconsciente, perdiendo todas sus fuerzas.

 

Cuando abrió los ojos, se encontró tumbada en su cama. Melisa y su novio, Peter, estaban a su lado junto con el médico.

 

—¡Rose! —Melisa la cogió de la mano, la preocupación se extendía por toda su cara.

 

El médico se fue después de atender a Rose y pedirle a Melisa que la cuidara, ya que estaba muy débil y necesitaba comer y dormir bien.

 

—¿No has ido a la consulta? —consiguió preguntar Rose.

 

Melisa negó.

 

—¿Cómo me voy a ir y dejarte en este estado?

 

Rose giró la cabeza y vio a Peter. Lo saludó dándole una pequeña sonrisa

 

—Hola, Peter.

 

Peter le devolvió la sonrisa, saludándola. Rose les agradeció a ambos por ayudarla. Luego Peter se fue porque tenía trabajo, pero Melisa se quedó cuidando de ella.

 

—Melisa, estoy bien. Puede que tengas trabajo.

 

Melisa se sentó a su lado mirándola con una cara de interrogación que desconcertó a Rose.

 

—¿Qué ha pasado, Rose?

 

Rose no entendió por qué le preguntó eso, pero pensó que Melisa se refería a su salud.

 

—Sólo una fiebre…

 

—No se trata de tu fiebre, Rose—. Ella le dirigió una mirada severa. —Estabas gritando el nombre de Sam en el sueño. Gritabas y llorabas como si tuvieras un ataque de pánico. ¿Qué pasó?

 

Los ojos llorosos de Rose se abrieron de par en par y tragó, secamente. Sus manos comenzaron a temblar al igual que sus piernas. Sacudió la cabeza negando.

 

—N-Nada.

 

 

—Algo está definitivamente mal. ¿Por qué gritaste el nombre de Sam de repente? ¿Tienes miedo de algo?

 

Rose quería compartir todo con Melisa, pero la advertencia de Rafael aún resonaba en sus oídos. Estaba temblando de miedo mientras recordaba el incidente de la noche anterior. No sólo estaba asustada. Estaba descorazonada. Aunque Sam merecía un castigo por sus acciones, la muerte definitivamente no era la indicada.

 

—¡Rose! —Melisa la sacudió por el brazo.

 

Rose la miró con los ojos llenos de lágrimas. Estaba a punto de llorar, pero se controlaba mucho.

 

—Dime Rose, ¿qué ha pasado?

 

—Yo… no puedo decírtelo—. Murmuró dejando caer sus lágrimas.

 

—¿Pero, por qué?

 

—Porque me amenazó con no contarlo a nadie.

 

Melisa estaba totalmente confundida por sus palabras.

 

—¿Quién? —Agarró las manos temblorosas de Rose con firmeza. —Rose, aquí no hay nadie. Sólo tú y yo. No hay que temer a nadie. Nadie nos escuchará. Confía en mí, Rose.

 

Rose se abrazó a Melisa, llorando. Melisa se asustó al ver su estado de temblor.

 

—Él… él mató a Sam —tartamudeó.

 

Melisa se quedó boquiabierta. Sus ojos se abrieron de par en par y no podía creer lo que había escuchado.

 

—¿Michael?

 

Rose negó en varias secuencias.

 

—El demente.

 

Entonces Rose le contó todo lo que había pasado, dejando perpleja a Melisa. No sólo Rose sino también Melisa empezaron a temblar después de escuchar a Rose pero intentó consolarla.

 

—No sé qué quiere ni quién es. Tengo miedo de él, Melisa. Estoy aterrada—. Dijo Rose.

 

—Rose, es mejor que demos la denuncia a la policía. Creo que a estas horas la policía puede haber encontrado el cuerpo de Sam. Tu información puede ayudarles a atrapar a ese loco.

 

—Tengo miedo. No creo que pueda—. Se secó las lágrimas. —Pensaba contarle esto a Marcos, pero no me coge las llamadas.

 

—¿A Marcos?

 

—Sí. No sé por qué, pero siento que ese perturbado tiene algo que ver con la desaparición de Michael. Sabía todo sobre mí y tengo la fuerte sensación de que sabe dónde está Michael.

 

—Pero Rose, no podemos llegar a conclusiones con nuestras suposiciones—. Melisa hizo una pausa por un momento. —¡Bien! Yo también creo que es correcto. Habla con Marcos, primero. Él pensará en algo.

 

Rose asintió con la cabeza y cogió su móvil para volver a llamar a Marcos. Marcos, que había estado ocupado en rastrear el número, siguió ignorándola. Pero cuando ella siguió llamando, él contestó la llamada.




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