Un escalofrío recorrió su espina dorsal al escucharlo y su cuerpo comenzó a temblar. No podía creer lo que estaba viendo. Sin darse cuenta, las lágrimas se agolparon en sus ojos a pesar de que él no hizo nada.
Inmediatamente, empujó la puerta para cerrarla, pero Rafael la empujó haciéndola tropezar. Entró en el interior llenando de pavor su interior. Se acercó a ella mientras ella retrocedía y acercó su mano a su mejilla para tocarla pero ella se alejó un poco de él.
—¿Qué haces, aquí? Vete.
—No estoy aquí para irme. Estoy aquí para llevarte conmigo —declaró Rafael, haciéndola temblar.
Ella se puso detrás del sofá, creando distancia con Rafael.
—¿Llevarme? No voy a ninguna parte contigo. Vete —gritó, enfadada.
Aunque gritaba en tono seguro, en el fondo temblaba mucho.
Rafael se acercó como un depredador, con cada uno de sus pasos, Rose perdía el poco valor que tenía y las lágrimas corrían por sus mejillas.
—¿Por qué me persigues? ¿Qué te he hecho? Por favor, déjame.
—¿Por qué lo pones difícil, pequeña Rose? Es muy sencillo. Solo ven conmigo, nos casaremos y viviremos felices—. Hablaba como si fuera tan simple como parecía.
—¿Estás loco? Nunca me casaré contigo. Estoy enamorada de otra persona—. Ella rugió.
—Oh sí, Michael. Te dije que te olvidaras de él, ¿no? —dijo él, acercándose a ella.
—Ni en tus mejores sueños y mientras siga vida—. Su cara se puso roja y la nariz se encendió de ira.
—Entonces creo que tengo que matarte—. Dijo Rafael y sacó su pistola del cinturón. Rose se quedó helada al ver la pistola en sus manos. Sus lágrimas no dejaban de fluir y lo único que podía visualizar era la muerte frente a ella.
Rafael apuntaba a Rose con su pistola y su dedo estaba en el gatillo, listo para apretarlo. Rose le miró con los ojos muy abiertos y se dio cuenta de que iba a morir. Cerró los ojos, dejando correr sus lágrimas, para perderse en la oscuridad y recordó su rostro. El rostro que la hacía sonreír, reír y la llenaba de valor.
—Michael… —murmuró, mientras se preparaba para dejar el mundo, pero como esperaba no pasó nada. Abrió lentamente los ojos y vio que Rafael agachaba la mano y ya no la apuntaba con su arma.
—Si te mato, morirás. Y no quiero que mueras, pequeña Rose. Te quiero viva. Quiero que vivas conmigo —declaró nuevamente.
Ella no entendía qué hacer ni cómo librarse de él. No dejaba de fijarse en su entorno para encontrar algo que le permitiera golpearle o defenderse, pero antes de encontrar nada, Rafael la atrapó.
La atrajo hacia él y su espalda chocó con su cuerpo. La espalda de ella, que lo tocaba, lo excitaba. La aprisionó fuertemente entre sus brazos, acercando su cara al cuello de ella, inhalando su aroma. Cerró los ojos sintiéndose embriagado mientras ella se retorcía entre sus brazos, suplicando.
—Por favor, por favor, déjame.
Rafael acercó sus labios al oído de ella, hablando en un tono muy bajo.
—Tal vez, debería matar a mi hermanito para que lo olvides.
Sus palabras eran tan confusas como aterradoras para ella.
—¿Tu hermano? —indagó ella.
Rafael soltó una risita que la asustó aún más. Ella seguía intentando liberarse, pero el agarre de él se hacía más fuerte. Apoyó la palma de la mano en su vientre mientras le levantaba un poco la camiseta. Ella seguía suplicando, pero sus ruegos caían en saco roto.
Al sentir su piel, su deseo de tenerla aumentó. Apretó la palma de la mano en su vientre, dejando sus huellas en ella.
—Mi hermano, mi encantador hermano es tu Michael —confesó.
Rose se quedó helada. Incluso dejó de moverse a pesar de que la palma de su mano estaba tocando su estómago. Muchos pensamientos y preguntas giraban en su cabeza, sintió que le estallaría en cualquier momento.
¿Michael habló de su hermano en algún momento, antes? ¿Lo había ocultando por alguna razón? Ella no lo entendía.
—¿Tu hermano? —tartamudeó.
Rafael le dio un beso en el cuello que la hizo sentir asco.
—Sí. Mi hermano pequeño, al que detesto—. Acercó sus labios a la oreja de ella mientras le rozaba un poco la mejilla. —Mataré a mi hermano si no dices que sí a este matrimonio.
Rafael no quería matar a Michael, ya que quería que sufriera cada día, permaneciendo vivo. Pero sabía que podía utilizar a Michael como cebo para apoderarse de Rose y eso era lo mismo que estaba haciendo. Rose haría lo que él dijera hasta que Michael estuviera en sus garras.
—¿Sabes dónde está Michael? —Otra risa escapó de la boca de Rafael con su pregunta.
—¿Cómo no voy a saber dónde está mi hermanito? Está conmigo.
Rose no podía distinguir entre la verdad y la mentira. Todo lo que la rodeaba era una mentira en la fachada de la verdad y aunque las palabras de Rafael le parecían verdaderas, no quería creerle. No quería que sus palabras fueran ciertas.
—Puede que me estés mintiendo. ¿Cómo puedo saber que Michael está contigo?
—La primera vez que te vi, eras tan ingenua e inocente. Mi hermanito te ha cambiado y no te preocupes, te arreglaré y haré que te comportes como yo quiero—. Entonces sacó su teléfono móvil para reproducir un vídeo de Michael en la celda de su casa.
Era el video que le había enviado uno de sus guardias antes cuando preguntó por Michael.
Al ver el video en el que Michael estaba atado con cadenas, con cicatrices y heridas en su cuerpo, comenzó a sollozar.
—¡Michael! —tocó la pantalla del teléfono suavemente, como si lo estuviera tocando. Gritó cuando la ira y la tristeza la abrumaron. —¿Qué le has hecho, monstruo?
—Por ahora nada, Rose. Haz lo que te diga y seguirá vivo. Desobedéceme y lo cortaré en pedazos—. Amenazó.