La Rosa del Criminal - 2

¡No llores!

Después de muchos días, se sintió viva. Al ver a Michael frente a ella, toda la fuerza, el coraje y todo lo que necesitaba se llenó dentro de ella, pero las lágrimas no dejaban de fluir. Detrás de las rejas, Michael estaba atado con cadenas y eso la destrozó.

 

El rostro pálido de Michael se iluminó de inmediato al ver a Rose, pero se desvaneció de inmediato cuando se dio cuenta de que ella estaba en el territorio de su hermano.

 

—¡Rose! ¿Cómo has entrado aquí? —Se agarró a los barrotes, con fuerza, llorando a mares.

 

Ella seguía gritando como si alguien la escuchara y la ayudara.

 

—Por favor, suéltenlo. Suéltenlo—. Miró a su alrededor intentando encontrar a alguien, pero no había nadie, ni siquiera los guardias que solían vigilarlo. Siguió gritando. —Mi… ¡Michael! ¿Qué te han hecho?

 

La rabia que había estado tratando de controlar se apoderó de él al verla llorar. Sus nervios estallaron mientras tensaba sus músculos, furiosamente. Intentó hablar en un tono tranquilizador, pero no salió como él quería.

 

—¡Rose! No llores.

 

Sus palabras no la ayudaron. Sus lágrimas fluían continuamente mientras lo miraba fijamente.

 

Michael volvió a gritar mientras sus ojos se volvían un poco vidriosos al verla después de muchos tantos días y en estado miserable.

 

—Rose, por favor. No me ha pasado nada. No llores.

 

—No puedo verte así. Por favor, ven a por mí.

 

—Lo haré. Por nosotros—. Aseguró. —¿Cómo… cómo has entrado aquí?

 

Cuando estaba a punto de decir algo, escucharon una voz.

 

—¿Momento romántico? ¡Vaya!

 

La expresión de Michael se tornó más enojada y Rose tembló un poco al escuchar la voz.

 

Rafael se puso al lado de Rose, mirando a Michael con una sonrisa de satisfacción.

 

—Hermanito, deberías agradecerme que te haya permitido conocer a mi prometida.

 

Michael se quedó sorprendido con su frase. La emoción de la rabia le inundó haciendo que sujetara las cadenas con fuerza para desatar su ira contra ellos, pero era él, el que salía perjudicado.

Apenas Rafael intentó rodear a Rose con su mano, Michael rugió.

 

—No te atrevas a tocarla, carajo.

 

La mirada de Rafael se volvió malvada y con una sonrisa psicótica que Michael detestaba, rodeó a Rose con su mano, acercándola a él.

 

Furioso como un toro, Michael pisó fuerte tirando de las cadenas que rodeaban sus muñecas.

 

—Has tocado a mi Rose. Vas a pagar por ello, bastardo.

 

—Ni siquiera puedes ver cómo la toco y quiero hacerle tantas cosas—. Miró a Rose, con una severidad que le produjo escalofríos. Rafael continuó: —Me encantaría ver la expresión de tu cara cuando te la folles también delante de ti.

 

Los ojos de Rose se abrieron de par en par y se quedó congelada por un momento, mientras que Michael tragó saliva al tiempo que su corazón comenzaba a acelerarse. Estaba más que aterrorizado pero no era él, quien caería fácilmente.

 

—Ni siquiera sueñes con eso. Antes de que intentes hacerle algo, te cortaré en pedazos—. Le advirtió Michael mirándole fijamente con la misma ferocidad que una bestia enfurecida.

 

Rafael dejó a Rose mirando a su furioso hermano. Se adelantó un poco, hablando con una cara sin emoción.

 

—Sabes que no puedes evitar que haga nada y sin embargo intentas asustarme en lugar de rogarme. Estoy muy orgulloso de tenerte como hermano pequeño—. Hizo una pausa por un momento. —Supongo que no te tratan bien. El fuego que hay en ti sigue ahí y aún no estás domesticado.

 

Luego gritó en voz alta haciendo que sus guardias llegaran a la zona.

 

—Presenta tus respetos a mi hermano. Ahora, mi pequeña Rose también verá lo que le pasa a alguien si me levanta la voz —ordenó.

 

Rafael sujetó las manos de Rose impidiendo que entrara en el interior mientras los dos guardias abrían la puerta, conduciéndolos hasta Michael. Tomando palos en sus manos empezaron a golpear a Michael, pero él no se movió mientras que Rose estaba aterrorizada. La escena que tenía delante la estremecía y sus gritos iban a más.

Michael seguía gritando soportando el dolor que los guardias le daban.

 

—Rose, no llores.

 

—Por favor, para—. Casi le suplicó a Rafael con la mirada, lo que sólo le dio más satisfacción.

 

—Rose, esto no es nada. He soportado más que esto—. Gritó Michael intentando que dejara de llorar, pero ella no estaba en condiciones de escucharle.

 

Ella seguía suplicando a Rafael, pero su mirada estaba fija en su hermanito. Quería quebrar a su hermanito, física y mentalmente, aunque Michael no se daba por vencido lo que irritaba a Rafael. La mirada de Michael no se desvanecía, lo que frustraba a Rafael hasta la médula. Esperaba al menos un gemido de Michael que le satisficiera, pero su hermano no le estaba dando la satisfacción que necesitaba.

 

—¡Basta! —ordenó Rafael.

 

Rose seguía retorciéndose para liberarse del agarre de Rafael. Quería tocar a Michael, sentirlo y besarlo vertiendo todo el anhelo que sentía por él, pero Rafael no la dejaba ir. Michael estaba tan cerca de ella y a la vez tan lejos.

 

Rafael esbozó una pequeña sonrisa mientras su agarre de las manos de Rose se hacía más fuerte.

 

—Mañana es mi boda y tu novia es la novia. No te preocupes por la idea de que te estás perdiendo la boda de tu hermano. Me casaré con ella ante tus ojos.

 

Luego arrastró a Rosa fuera de allí para finalmente encerrarla en una habitación.

 

—Si te atreves a intentar alguna estupidez entonces te juro que no me lo pensaré dos veces para meterte una puta bala en la cabeza a ti y a mi hermano por igual —la amenazó.

 

Sus amenazas no la detuvieron. Siguió buscando algo con lo que pudiera defenderse e ir a por Michael, pero fracasó estrepitosamente. No había nada en la habitación excepto la cama y todo lo que la rodeaba estaba consumido por la oscuridad. La última esperanza que le quedaba era en Dios y en silencio ofreció sus oraciones.




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