La Rosa del Criminal - 2

Lo quiero vivo

—Está con tu hermano, también hay varios hombres cuidando de ella—. Informó uno de los hombres de Rafael, el cual asintió con la cabeza mientras tomaba su copa.

 

—Con él—. Rafael apretó su vaso con fuerza.

 

—Señor, ¿qué hacemos ahora? ¿Debemos prepararnos para el ataque?

 

Rafael se mantuvo callado ya que no entendía qué hacer. Sabía que aunque les atacaran directamente, podría haber posibilidades de que volvieran a escapar y además, era consciente de la capacidad de Marcos y su hermano.

 

Golpeó con sus dedos el cristal pensando profundamente. Hizo un gesto con la mano a su guardia, indicándole que se fuera. Continuó con su bebida, pensando en Rosa y en su hermano.

 

—Tienes un rasguño en la mano—. Gritó Rose poniendo cara de preocupación mientras miraba a Michael, que se había caído de la moto durante su práctica de carrera.

 

—Es solo un rasguño. Cálmate, Rose—. Sonrió.

 

—Nosotros… tenemos que ir al hospital—. Habló mientras tocaba su mano, suavemente.

 

—No es necesario. Te estás preocupando mucho. Tu beso es suficiente para curarlo—. El sonrió juguetonamente.

 

—¡Cállate! —gritó ella mientras se sonrojaba un poco.

 

Michael acercó su cara a ella, cerrando los ojos, esperando recibir su beso pero recibió una bofetada de ella que le hizo abrir los ojos.

 

—Basta, Michael. Vamos—. Cuando estaba a punto de alejarse, Michael le sujetó la mano deteniéndola.

 

—No, si no consigo mi beso—. Hizo un mohín mientras la aprisionaba entre sus brazos. Ella miró a su alrededor y le besó la mejilla, sonrojándose, para luego salir corriendo de allí, riendo.

 

Al recordarlo, la mandíbula de Rafael se apretó. Él estaba allí en ese momento, viendo cómo se divertían. Al ver que su hermano recibía las atenciones y el afecto que siempre le faltaban y deseaba, sus celos y su rabia hacia él se agravaron. Toda su vida, la pasó como un desgraciado sin ningún tipo de cuidado o afecto. Siempre envidiaba a su hermano y al ver el amor de la mujer, no podía controlarse pero poco sabía que su hermano tenía que mover las montañas para conseguir el amor de esa mujer. El queria obtener el cuidado, el afecto y el amor de Rose y decidio ir por cualquier camino para tenerlo y destruir a su hermano.

 

—¡Hermano pequeño! No quiero matarte, al menos ahora. Pero me lo estás poniendo difícil. No puedo parar de pensar en tu muerte—. Rafael apretó los dientes tomando de su copa.

 

Se levantó de allí para llegar a su dormitorio, pero la repentina llegada de Stanley le impidió moverse.

 

—¿Tú? —Rafael entrecerró las cejas, confundido. —¿Estoy soñando? —se burló al no poder creer que su padre viniera a su casa a verlo.

 

Stanley se sentó en el sofá sin responder a su hijo. Miró fijamente a Rafael, pidiéndole que tomara asiento a su lado.

 

—¿Qué quieres? —preguntó Rafael, dudando de su padre. Lo conocía bien, y si venía hasta él, era porque claramente necesitaba algo.

 

—No quiero que te pelees con Michael. Estoy aquí para hablar de eso.

 

Rafael dejó escapar una sonrisa sarcástica al escucharlo. Volvió a tomar su copa de bebida en la mano para dar un sorbo.

 

—No es asunto tuyo. Esto es personal.

 

—Deja de ser tan dramático—. Se burló Stanley. —De una forma u otra, es tu hermano. No puedes hacerle nada.

 

—Puedo y lo haré—. Rafael puso el vaso sobre la mesa, haciendo que la bebida se derramara un poco fuera del vaso. —Él ha impedido mi matrimonio. ¿Cómo esperas que perdone a alguien que me quitó a mi prometida? Ella es mía.

 

Stanley negó con la cabeza, sonriendo. Luego tomó otro vaso para servirse un trago para él.

 

—¿Qué hay en esa chica? Que mis dos hijos pelean por ella.

 

Guardaron silencio durante unos minutos y luego Stanley rompió el el hielo.

 

—No quiero que le pase nada a Michael. Lo quiero vivo.

 

—¿Para que puedas presentarlo como tu sucesor y hacerlo tu heredero cuando no veas otra opción ante ti?

 

—Piensa lo que quieras—. Stanley se inclinó hacia delante apoyando los codos en las rodillas. —Rafael, tú quieres a esa chica y yo no quiero a esa pobre chica en la vida de Michael. Ambos estamos en la misma página. Quizás ambos podamos ayudarnos mutuamente.

 

—Estás realmente loco. ¿Lo sabes? —Rafael se burló. —No te importa incluso si Michael lleva su vida como un callejero, pero no le permites salir con una chica, porque no coincide con tu estatus.

 

Stanley puso los ojos en blanco.

 

—¡Rafael! Dejé de lado mi trabajo para hacer tiempo para hablar contigo. No me hagas perder el tiempo. Sólo dime que no le harás nada a Michael y me iré.

 

—¿Y por qué voy a decir eso?

 

—Porque es tu hermano y no lo quiero muerto—. Stanley gritó. —Dame una oportunidad. Intentaré hacer algo. Te daré tu Rosa.

 

—¿Quieres ayudarme? —Rafael arrugó la frente.

 

—Sí.

 

Rafael sonrió con su aprobación y volvió a tomar un sorbo.

 

—¿Qué necesitas exactamente de Michael? —preguntó ya que sabía que sin ninguna razón, Stanley no haría nada.

 

—¿Vas a seguir haciéndome preguntas o a seguir discutiendo sobre el tema?

 

—Bien —Rafael se levantó del sofá y lanzó una mirada severa a Stanley, enfatizando la palabra "papá".

 

—Ahora me voy, si tengo tiempo organizaré una reunión con ustedes.

 

—No somos hombres de negocios como tú—. Rafael se burló. —¡A la mierda! Haz lo que quieras—. Entonces Rafael se alejó de allí seguido por su padre, que parecía estar planeando algo en su pequeña mente malvada.

 

Tomando su bolso de oficina, Rose salió de su habitación mientras recordaba su pelea de la noche anterior. Al cruzar la habitación de Michael, se asomó para verle, ya que siempre era él quien la dejaba en el trabajo.




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