Sus miradas se encontraron, y el nerviosismo hizo mella en ella. Aunque la relación entre Michael y su padre no era muy buena, ella no podía decirle que se fuera, pero se preguntaba si Michael odiaba la presencia de su padre en su casa. Se dibujó una pequeña sonrisa en los labios y le indicó que entrara.
Stanley se paró frente a ella, mirándola de arriba abajo y poniéndola aún más nerviosa.
—Señor, ¿quiere tomar algo? —preguntó jugueteando con su falda.
Él negó con la cabeza, al tiempo que se sentó en el sofá. La miró fijamente preguntándose cómo había conseguido enamorar a sus hijos.
—Michael no está aquí—. Dijo sin entender muy bien qué hacer.
—Entonces, ¿me estás pidiendo que me vaya?
—No… no, no—. Ella negó con la cabeza. —No quería decir eso, lo siento.
Le hizo un gesto para que se sentara frente a él y ella accedió sin decir rechistar.
—Debes sentirte muy bien por vivir con un Grayson. No todo el mundo tiene la misma suerte que tú.
Ella se quedó callada permitiéndole hablar lo que quisiera.
Él se detuvo un momento y se inclinó un poco apoyando los codos en las rodillas.
—Pareces bastante inocente, pero posees el encanto para atraer a un Grayson a tu vida.
Por alguna razón, sus palabras la ofendieron. Quiso callarse, pero su autoestima no se lo permitió.
—Señor, la cuando conocí a Michael, no tenía idea de que usted era su padre. Es más, él no lo considera a usted como su padre, así que no tiene nada que ver con el apellido Grayson.
Levantó las cejas al notar su atrevimiento de hablarle de esa manera. Ignorándolo, decidió proceder a lo que vino. Se aflojó ligeramente la corbata para ponerse cómodo.
—Por tu culpa Michael está en peligro ahora. Su vida está en riesgo. Espero que seas consciente de eso.
—¿Por mí? —tragó la tristeza que la invadió en un segundo. —Yo no he hecho nada.
—Después de todo lo que ha pasado, ¿cómo sigues intentando convencerte de eso?.—Se burló. —¿Acaso no es por ti que él está mal ahora? ¿Olvidas las luchas que enfrentó por ti?
Una parte de ella estuvo de acuerdo con lo que Stanley trataba de decir y la envolvió en la tristeza. Apretó las palmas de las manos mientras recordaba todo lo que Michael había pasado desde el principio.
—¡Rose! Puede que Michael y yo tengamos muchos problemas entre nosotros, pero no quiero verle luchar por su vida solo por ti. Su hermano está en plena rabia por ti. Si no fuera por mí, Rafael ya habría matado a Michael. Así que…
—Entonces, ¿quieres que salga de su vida?
—Exactamente.
Se levantó del sofá, mirándole con rabia, y luego gritó: —No puedes separarnos.
Stanley también se levantó del sofá.
—No estoy tratando de separaros. Estoy exponiendo los hechos. ¿No entiendes realmente que por culpa todo va mal? Por tu culpa…
—No es culpa de ella—. Una voz airada los interrumpió a ambos y giraron la cabeza para ver a Michael. Cuando éste dio sus pasos hacia su padre con enfado, Rose corrió hacia delante para detenerlo, ya que entendía que Michael iba a iniciar la disputa. Le puso las palmas de las manos en el pecho, tratando de detenerlo.
Michael señaló con el dedo a su padre.
—¿Cómo te atreves a decirle eso a ella? No es por ella que estoy en un estado tan miserable, sino por ti. Has hecho de mi vida un infierno.
—¡Michael! Cálmate—. Rose le sujetó las manos. —Ignorándola, continuó su discurso. —¿Por qué has venido? Lárgate de aquí.
—¿No debería venir a hablar con mi hijo? —levantó la ceja.
—¡Cállate, cabrón! —gritó Michael.
Stanley pateó el sofá que estaba a su lado.
—Soy tu maldito padre, muestra algo de respeto.
—¡Vete a la mierda!
—¡Michael! —gritó ella, llamando su atención. —Por favor, cálmate—. Se volvió hacia Stanley con una expresión molesta. —Señor, Michael no está interesado en hablar con usted ahora. Le pido que se vaya.
—¿Y quién eres tú para decirme esto? ¿Su asistente personal?
Michael la rodeó con el brazo.
—Mi futura esposa.
Las mejillas de Rose se sonrojaron y una pequeña sonrisa apareció en sus labios mientras sus ojos se volvían llorosos. Solo con imaginarse como su esposa, las mariposas llenaron su estómago y sintió la calidez, el cuidado y la importancia de ella en su vida.
—Ahora vete—. Gritó mirando a su padre.
Lanzando una mirada de asco a ambos, Stanley comenzó a alejarse. Cuando se cruzó con Rose, le dijo
—En el fondo, tú también sabes que lo que he dicho es cierto. Espero que elijas la decisión, sabiamente.
Tan pronto como se fue, Michael apartó a Rose.
—¿Por qué le permitiste entrar? —reclamó.
—Mic…
—Tú no, deberían haberle echado antes de que entrara dentro—. Murmuró recordando a los guardias, que estaban alrededor de su casa. —Sólo porque es mi padre, no lo detuvieron.
Rose frunció las cejas, sin entender lo que estaba argumentando.
—¿Quién? ¿Qué estás diciendo?
Sin responder a sus preguntas, él se dirigió a su habitación, y empujó su puerta con una fuerza que resultó en un fuerte golpe.
Rose dio un paso adelante para ir a su habitación, pero apartó ese pensamiento, ya que sentía que él necesitaba un tiempo a solas.
Se sentó en el sofá, preocupada por él. Unos minutos de conversación con el padre de Michael le permitieron darse cuenta de lo problemática que era su familia.
Luego se dirigió a la cocina y le preparó un café para que se relajara un poco. Con la taza de café en sus manos, se dirigió a su habitación y lo encontró pintando, con una expresión seria en su rostro.
Puso la taza sobre la mesa.
—Te he traído café.
Como él no respondió, se acercó a él y le puso la palma de la mano en el hombro. Se dio la vuelta observándola.
—¡Rose! Lo que está pasando no es culpa tuya. No tomes en serio sus palabras. Ni se te ocurra salir de mi vida.
Respirando profundamente, le cogió las dos manos. Lo miró a los ojos por un momento, notando como los ojos de Michael brillaban.