Sintiéndose aletargada, estiró las manos al despertarse un poco más tarde de lo habitual. Como era fin de semana, no quiso pensar en nada y decidió tumbarse en la cama una vez más, pero al notar la hora, se levantó de allí ya que era la hora en que Guren los visitaría.
Tras unos minutos de baño caliente, se vistió y salió gritando su nombre —¡Michael!—.
Al entrar al balcón, lo vio levantando sus mancuernas, dejando ver sus bíceps perfectamente tonificados, que podrían ser un festín para los ojos de cualquier chica. Sin quitarle los ojos de encima, continuó mirándolo embobada, admirando su cuerpo.
—Ni siquiera la inocente Rose podría dejar de sentir lujuria al mirarme—. Se burló al notar su mirada fija en él.
—¡Michael!— sus mejillas se sonrojaron y ella hizo lo posible por ocultar su vergüenza.
Él se acercó a ella, preguntando —¿Qué? ¿Me equivoco? Ya no tienes que ser tímida porque soy toda tuya y puedes hacer lo que quieras conmigo—.
—Basta—, le golpeó el pecho impidiéndole decir nada más. Entonces ella gritó —¿Qué haces todavía aquí? Es hora de que te prepares y esperes al señor Guren—.
—Ese viejo...—
Ella levantó las cejas, mirándolo con una expresión seria.
—¡Bien! Sr. Guren!—, se burló. —Es el fin de semana. ¿No puede darme un descanso de al menos dos días?—
—Ya te has tomado tres días de permiso en esta semana para tus prácticas de carrera con Luther y la participación. Yo personalmente pedí al Sr. Gu que viniera hoy—.
—Estás siendo mi madre y ese Guren es como mi padre, aunque lo quiero un poco. Los dos...— Sacudió la cabeza.
—Concéntrate en lo que dices—. Se rió.
—¡¡¡Qué!!! ew Rose...—
Ella le empujó hacia delante, diciendo —¡Vete! Ve a refrescarte. Prepararé el desayuno para nosotros—.
Después de que él llegara al baño, ella se dirigió a la cocina para preparar el desayuno para los dos. Mientras estaba en sus labores, fue interrumpida con el sonido de un timbre. Suponiendo que era Guren, se dirigió hacia él y abrió la puerta para encontrarse con una persona desconocida.
—¿A quién quieres?—, frunció el ceño.
—¡Michael!— Dijo. —Él me conoce. ¿Puedes decirle que Justin está aquí?—
Ella asintió con la cabeza como si fuera un sí y cuando estaba a punto de preguntarle más detalles, Michael se precipitó hacia ellos.
—¡Rose!—
Entonces su mirada se posó en la persona que estaba frente a ella y tragó saliva.
—Dice que quiere conocerte—. dijo Rose.
—Sí... es mi amigo—.
Rose conocía a todos sus amigos ya que los conocía continuamente y la nueva persona que tenía delante le despertó un poco de curiosidad. Dio una pequeña sonrisa y se presentó a él, diciendo —¡Hola! Soy Rose. Por favor, pasa—.
Cuando Michael y Justin se acomodaron en las sillas, ella se alejó diciendo: —Les traeré algo de beber—.
Intentó recordar a todos los amigos de Michael, pero no se hizo ni la más mínima idea de él ni de ver su cara. Era un completo desconocido para ella.
Ignorándolo, se dirigió al salón principal con una bandeja de tazas de té, y se sintió extraña al no ver a nadie allí. Dejó la bandeja sobre la mesa y caminó confundida de dónde habían ido. Al llegar a la puerta de atrás, vio a Michael en la zona del jardín desde la distancia, y sus ojos se abrieron de par en par con sorpresa y miedo. Se escondió detrás de la puerta tratando de entender la situación pero no pudo llegar a ninguna conclusión. Estaba sujetando el cuello de aquel tipo y parecía estar dándole una advertencia, que Rose no pudo oír ni entender bien.
Se dio cuenta de que algo iba mal pero antes de que pudiera dar un paso más, Michael dejó al tipo y salió por el otro lado, apresuradamente.
Ella quiso ir a preguntarle pero se sentó en la silla a esperar que él viniera a explicarle. Con el sonido de pasos acercándose, levantó la cabeza para ver a un nervioso Michael de pie ante ella.
—Justin...—
Dijo sin dejarla terminar la frase —Se ha ido porque tiene obras. Sólo quería verme—.
La sensación de traición de nuevo comenzó a golpearla lentamente sumado a su estado de furia.
—¿Cómo es que no lo conocía cuando conozco a todos tus amigos restantes?— Ella preguntó.
—Oh... él es sólo un viejo amigo—.
—¿Por qué la gente da avisos a los amigos?—, levantó la ceja. —No lo niegues, lo he visto—.
—¿Qué has visto?—, tartamudeó él.
—¡Michael, por favor!—, gritó ella poniéndose recta. —Te he visto avisar de algo. Dime la verdad. No me dejes imaginar las cosas que podrían crear disturbios entre nosotros—.
—¡Rose!— dejó escapar un suspiro y guardó silencio durante unos segundos. —¡Está bien! Es alguien, que solía trabajar conmigo y con Marcos, antes. Intentó traicionarnos pero Marcos descubrió la verdad y lo echó. Tuvo la suerte de ser perdonado y ahora me pide que le ayude a unirse a la banda de nuevo. Así que le advertí que no volviera a encontrarse conmigo—.
Aunque su explicación le pareció poco convincente, sus dudas no desaparecieron del todo. Gritó: —¿Qué hay para que me ocultes?—.
—¡Ahh! No es nada grave, ya te dije que había dejado esas actividades delictivas y ahora con esto... no quiero molestarte...—
—¡No es como molestar, Michael!—, se decepcionó un poco. —Es como compartir. Lo aprendí de ti pero... ahora estás actuando como yo...—
Él la acercó a él, dándole un cálido abrazo, hablando —¡Rose! No pienses mucho. No es digno de pensar, sobre todo para pelearse—.
Ella le rodeó con sus brazos, diciendo —Vale, pero no intentes ocultarme nada—.
—¡Está bien!—
Su abrazo se rompió cuando escucharon una voz femenina familiar. —Estoy empezando a pensar que os abrazáis cada media hora—.
Michael dejó escapar un suspiro y se giró para ver a Melisa caminando hacia ellos seguida de Guren.
—Por cierto, tu mentor es demasiado guapo para ser tan viejo—. Le guiñó un ojo a Miguel.
—¿Os hice algo a los dos en mi vida anterior? Siento que los dos habéis nacido sólo para interrumpir mis momentos con Rose—. Gritó.
—Si has terminado con tu estúpida charla, sígueme. Tienes una nueva tarea en la que trabajar—. Dijo Guren, caminando hacia la habitación de Michael.
Rose empujó a Michael hacia adelante, obligándolo a seguirlo, y se alejó dejando a Melisa y Rose enfrascadas en su charla casual.
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Marcos seguía metiéndose los dulces en la boca como si llevara mucho tiempo anhelándolos mientras Rose seguía sirviéndole uno tras otro.
—¡Delicioso!— Gimió haciendo reír a Michael a carcajadas.
Michael dijo —Tu cuerpo tonificado será reemplazado por grasa si sigues comiendo así. Pareces alguien hambriento de días—.
—Tienes a alguien que te prepara estos deliciosos artículos siempre y tengo la oportunidad una o dos veces de probarlos así que no puedo perder la oportunidad—. Contestó Marcos.
Rose sonrió con sus palabras, y dijo —Ven a casa a diario y te prepararé tus favoritos regularmente—.
—Está bromeando. No nos interrumpas con tu presencia a diario—. Interrumpió Michael y en respuesta, recibió un duro puñetazo de Marcos.
—¡Ay!— Michael se sujetó el estómago, lanzándole una mirada de enfado.
Rose se rió mientras ambos seguían discutiendo como niños y se marchó diciendo —Volveré después de repartir esto a todos los presentes. Para entonces, dejad de pelearos—.
Con las continuas visitas a su casa, Rose se familiarizó con todos los presentes y dejó de temer mirando a los hombres de Marcos. Mantuvieron una relación amistosa con ella y empezaron a mostrar su afecto considerándola como su hermana pequeña.
—Era una broma, déjame—. Miguel empujó a Marcos cuando estaba a punto de atacar de nuevo.
Se sentaron en las sillas y empezaron a fumar. Michael dijo —Justin llegó a casa—.
—¿Justin? ¿Por qué?—
—Me pidió dinero y cuando le dije que no, intentó chantajearme diciendo que le diría la verdad a Rose—.
Marcos soltó una carcajada, diciendo —Ella ya sabe la verdad, los dos os peleasteis y volvisteis a hacer las paces. Excepto que ella no sabe que fue Justin, a quien arreglamos para hacer el papel de Robin—.
—Ella dudó de Justin. Y yo volví a mentirle diciendo otra cosa—.
—Deberías habérselo dicho—.
—Si se lo hubiera dicho, ella habría recordado mi traición y otra vez esas cosas... además, quiero que olvide totalmente ese incidente y confíe totalmente en mí sin ninguna duda...—
—Así podrás volver a traicionarla con tu nuevo plan, fácilmente.— Marcos apretó los dientes.
—¡Marcos!— El rostro de Miguel reflejó dolor y agachó la cabeza perdiendo todas sus palabras. —Sabes por qué estoy haciendo esto. Creí que me habías entendido...—
Marcos se puso las palmas de las manos en la cara, maldiciéndose por hablar así, y se levantó de allí para acercar a Michael a él.
—Mikey... Lo siento mucho. Lo sé pero... ¡Ahhh! Perdóname—.
—¿Terminaste con tu pelea?— gritó Rose mientras entraba. Michael y Marcos se pusieron de pie, fingiendo una sonrisa como si nada hubiera pasado.
—Si habéis terminado, tenemos que irnos. Tu mentor podría estar esperándonos—.
Michael se dirigió a Marcos y le dijo —Recuerda que si un día me vuelvo loco es por culpa de ese viejo, aunque el primer mérito es de mi hermano psicópata—.
—Oh, ya estás loco— se rió ella. Entonces le cogió de la mano, arrastrándole, diciendo —¡Marcos! Ven a cenar a casa. Te estaremos esperando. Adiós, adiós—.