La Rosa Negra

Capítulo 1: El susurro de la rosa

—No puedes dormir otra vez, ¿verdad? —la voz de mi madre atravesó la puerta como una caricia cargada de cansancio.

—Ya voy, mamá. Estoy bien —mentí.

Mentía demasiado últimamente.

El reloj marcaba las 2:13 a.m., y yo seguía dando vueltas en la cama como si las horas fueran un castigo. Afuera, la tormenta caía con furia; los relámpagos iluminaban mi cuarto en destellos breves, como fotografías de un momento que nadie quería recordar.

No sé qué me impulsó a hacerlo, pero terminé encendiendo la lámpara de mi escritorio y abriendo aquel viejo baúl de madera que había heredado demi abuela. Nunca lo había explorado a fondo. Siempre me dio la sensación de que no me pertenecía.

—A ver qué secretos escondes… —murmuré, tosiendo por el polvo.

Fotos en blanco y negro, cartas ilegibles y un diario sin nombre. Pero entre todo eso, lo vi.

Un libro.

La portada era de cuero oscuro, sin título ni autor. Pesaba más de lo normal, como si guardara algo que no quería ser descubierto.

Cuando lo abrí, una rosa negra seca cayó al suelo.

_¿Qué demonios...?

La recogí con cuidado. El tallo aún conservaba espinas, y una de ellas me rozó el dedo. La sangre brotó enseguida, una gota diminuta que manchó uno de los pétalos. En ese instante, lo escuché.

Un susurro.

—Emma…

Me quedé helada.

—¿Hola? —pregunté al aire, con la voz más quebrada de lo que hubiera querido.

El silencio respondió. La tormenta afuera también pareció contener el aliento.

Pasé las páginas temblando. Símbolos extraños, frases tachadas, palabras que parecían gritar aunque estuvieran escritas en tinta. Y entonces lo vi: una carta doblada, escondida entre las hojas.

La abrí. La tinta era roja, oscura, como sangre seca.

"Quien encuentre la rosa, encontrará también la verdad. Pero la verdad reclama un precio. Y ese precio, Emma, eres tú."

—No… no puede ser —retrocedí hasta chocar con la pared. El libro cayó de mis manos.

La lámpara parpadeó. Y juro por mi vida que la rosa… se movió.

Mi respiración se volvió un jadeo ahogado. Sentí que alguien estaba detrás de mí. Me giré de golpe, pero solo estaba mi reflejo en el espejo. Aunque no… algo en ese reflejo no era mío. Los ojos me parecían más oscuros, más… antiguos.

Y entonces, otra voz. No era un susurro, era clara, grave, demasiado cerca.

—Te estaba esperando.

Mi corazón casi se detuvo.

El libro estaba abierto en el suelo, y en la última página escrita había un nombre: Alexander.

No lo conocía. Y sin embargo, mi cuerpo reaccionó como si lo hubiera estado esperando toda mi vida.

La tormenta rugió afuera, y yo supe con certeza que aquella noche me había marcado para siempre.

Porque la rosa me había elegido.



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En el texto hay: disfruten de la lectura

Editado: 15.10.2025

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