La Rosa y el Cardo

Parte 7

Lady Elizabeth se quedó sola en la alcoba, sin saber qué hacer. Miró a su alrededor, con curiosidad y temor. Vio un armario, una cómoda, una mesa, una silla, un espejo, una chimenea, una ventana. Vio un baúl, una jarra, una bandeja, una copa, un plato, un cuchillo, un tenedor. Vio un vestido, una capa, una cofia, unas medias, unos zapatos, unos guantes, unas joyas. Vio un baño, una bañera, una palangana, una toalla, un jabón, un perfume, un peine. Todo era nuevo y extraño para ella, que no estaba acostumbrada a tanta riqueza y lujo. Todo era suyo y ajeno a la vez, que no se sentía cómoda ni agradecida.

Lady Elizabeth se levantó de la cama, con decisión y valor. Decidió explorar la alcoba, con interés y precaución. Abrió el armario, y vio varios vestidos de diferentes colores y telas, todos con el escudo del clan MacLeod bordado en el pecho. Eran los vestidos que su marido le había regalado, con generosidad y orgullo. Ella los rechazó, con desprecio y rencor. No quería vestir como una escocesa, ni llevar el símbolo de su enemigo. Abrió la cómoda, y vio varias piezas de oro y plata, todas con el nombre de Duncan MacLeod grabado en el reverso. Eran las monedas que su marido le había dado, con confianza y respeto. Ella las ignoró, con indiferencia y desdén. No quería usar el dinero de su marido, ni depender de él. Abrió el baúl, y vio varios objetos personales y recuerdos, todos con el aroma de Duncan MacLeod impregnado en ellos. Eran las cosas que su marido le había mostrado, con cariño y nostalgia. Ella las apartó, con asco y repulsión. No quería ver las cosas de su marido, ni conocer su pasado.

Lady Elizabeth se acercó a la mesa, con curiosidad y esperanza. Vio un libro, una pluma, un tintero, un papel, un sello, una vela, un fósforo. Eran las cosas que le gustaban, que le hacían feliz, que le daban sentido a su vida. Eran las cosas que había traído consigo, con ilusión y secreto. Ella las cogió, con alegría y alivio. Quería leer el libro, escribir una carta, encender la vela, escapar de la realidad. Quería comunicarse con su familia, con sus amigos, con su mundo. Quería expresar sus sentimientos, sus pensamientos, sus sueños. Quería ser ella misma, libre y feliz.




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