La sombra ilimitada se cruza frente al paseo.
El humo desequilibra las transparencias
Pero las máquinas no sienten vergüenza
De sus oscuros daños, ni los seres de sus mareos.
Como al caballo de raza, el anhelo de velocidad me traspasa,
Si los edificios no se alejan no llegaré a casa.
Si los faroles no se escabullen como luciérnagas rasas
Traicionaré indudablemente mi hogar.
Una valla pétrea detiene al mar, una reja
Y un asiento áspero para quien deja sus comodidades
Por un celeste crepitar.
A veces la imperiosa violencia
Besa la avenida con peces y algas
Para que no escape el amante
De sus eternos abrazos.
La luna en algunos veranos
Es un fantasma: No la ves,
La percibes en el viento
Que jura alianzas y misterios irresolubles.
Una dama solitaria pasa, deja un rastro
De perfumado peligro que los espíritus lobunos
Olfatean con ancestral gusto,
Pero ella sola derribaría con una idea
Toda la civilización. Ella no teme.