Parcelas de un todo, triángulo de queso;
Mal enderezados, mal aderezados. Encarcelas
Cuanto toco y dosifico.
Humanitas divergit:
¡Cuántos números primos y los pares se ensañan entre sí!
Se engañan, maraña de mañas. Dañas el año con guerras.
Encierras
Cuanto yo mimo y los zares arañan, con un fusil.
Habemus irae:
Dragones en el talismán de la sangre. La cabeza arde por el cuello.
Derogadas adargas en Milán. Adoratriz moderna, alarde de poseer el sello.
Cortas, no con tijeras, sino con hachas cuanto achaco a mi frustración
Con frutal y brutal agresión. Una oración para abrir la puerta necesito,
Esta puerta innecesaria con ladrones imaginarios
¿Qué hay luego del yo? ¿Por qué tememos a su pérdida?
Voluntariamente se asfixia de estar pegado a un invidente, ¿no es demasiado evidente?
¿Y mis alas rojas? La huida del druida a la sala roja,
Falta la máscara infecciosa, la mortaja que desencaja,
Su niebla desmembrada de brazos y coja, las malas noticias.
Dos cámaras que no enfocan a ambos lados de la nariz, bajo la frente, que las enfrente no es que no las sienta fotografiar horrendamente.
Es como un lapislázuli la perfección, tan honda en color
Que puedes sumergirte en su fantasía hasta ahogarte en tintura,
La cual por cierto solía ser muy cara, hoy da igual para muchos:
Ha perdido en misticismo y popularidad.
Gustan más El Dorado y La Plata, uno perdido, el otro un río.
Sobrevaloraciones. Infravaloras cuanto destino se me antoja:
Vade retro, noli me tangere. Miserere:
Arrugas cuanto quisiera para mi presente.
Pierdes el cetro, regente, y caerás ante la cruz como un creyente.